Me gustaría hablar acerca de la labor política que debemos ejecutar como un conjunto coherente y articulador de fuerza social. Son palabras que debieran tener en cuenta todos aquellos quienes creen, en primer lugar, que la política es la forma de organizar la sociedad entre todos. A diferencia de quienes hablan de ‘los políticos’ como un ente separado de sí mismos, que se separan al punto de la alienación del resto de la sociedad, perdiendo el compromiso con ella.
En primer lugar se debe hacer la distinción, o bien establecer a qué nos referimos, de lo que serían algunas de las palabras claves a utilizar. Tales como política, progresismo, populismo y demagogia. Se hace necesario saber qué redes de poder se tejen tras éstas, de manera que sea posible establecer las estrategias de defensa y ataque necesarias ante éstas.
Quiénes se encargan de introducir en las masas el sentido positivo del significado de estos conceptos, ocultando el sentido negativo. Es decir, ejecutando una labor dominante y opresiva, aprovechándose del principio de bondad de la población, al querer ésta siempre lo bueno y lo mejor para todos pero sin ahondar en el qué o el cómo. La población es manipulada de tal forma que se suprime la crítica ante los hechos o la forma en que estos son presentados. Son los medios de comunicación que, sometidos a la hegemonía de un único y económicamente poderoso -además de retrógrado en sus planteamientos- sector de la sociedad, que se expanden y dominan las diversas vías por los cuales se transmite la información. En consecuencia, antes de todo, hay que desarrollar y apoderarse de nuevos medios de comunicación que permitan al mismo pueblo comunicar sus propuestas y necesidades.
Se ha impuesto que política o la política la ejercen quienes están en el poder, sea el gobierno mismo, el parlamento, la justicia y las otras instituciones. Entonces, quien representa el significado de la política son quienes, se supone, la ejercen en el poder. De aquí es que, en el habla común, al referirse y negarse a la participación política, el que habla lo hace desde una posición abandonada de sí, desde la postura del bien, que le impide identificarse con la ejecución de esta. El juego que han hecho los medios ha sido silenciar sistemáticamente a quienes la ejercen efectivamente y potencian la visión del estado asistencialista en que las masas ejercen la labor pasiva de requerir y recibir el trabajo realizado por la clase política gobernante. Por esto mismo, la labor política de base, de todo quien crea necesario un cambio del sistema, es establecer en el habla común, en toda conversación la identificación de la persona común en su cotidianidad con el compromiso de una labor política.
Ahora bien, quienes se han encargado de gobernar hasta el momento se han hecho llamar a sí mismos progresistas. Desde la base del principio de bondad con un planteamiento asistencialista. Lo que esconde en realidad es la conformación de una segunda generación de clase oligarca. En que los bienes públicos (obtenidos del estado) se reparten en forma inversamente proporcional a la cantidad de individuos miembros de cada clase socio-económica. Donde se establece y administra un gobierno heredero de la dictadura, en que se pierde el sentido de lo que es educación para pasar a un sistema de instrucción optimizada para aumentar la productividad de la industria y, ergo, enriquecer a la primera y segunda generaciones de oligarcas. Se inventan o adoptan palabras que, bajo el mismo principio de bondad, los medios de comunicación y las bases catedráticas universitarias que están de parte de estas clases enriquecidas y explotadoras, se permitan una mejor dominación de las clases trabajadoras. Hablo del consumismo, la innovación y el emprendimiento. Un trinomio de la explotación capitalista neoliberal.
Llegamos aquí, en consecuencia, a otro núcleo de importancia que protege al sistema para su supervivencia. Hablo de como se distribuye y accede a la cultura o el conocimiento. A partir de este punto, a nuestra labor política, debe añadirse trabajar para establecer los fundamentos de una nueva sociedad. El acceso a la cultura (libros, teatro, música, cine, museos, etc.) está claramente restringido a quienes se permiten un nivel de bienestar económico que supere el nivel de supervivencia, sometido además a una constante separación entre el momento cotidiano y el momento cultural. El acceso a la información y, en base a ésta, la generación del conocimiento, se ve restringido fuertemente por las cláusulas de protección de lo que el sistema llama propiedad intelectual o derecho de autor. Limitando la reproducción y modificación de cada elaboración cultural, cobrando un importe por cada uso no permitido en las cláusulas de elementos tan básicos como discos de música, libros, software, hasta tan complejos como patentes de remedios o semillas, investigaciones cruciales en el desarrollo de las ciencias. Es esencial entonces aumentar las fuerzas de los movimientos pro liberación de la cultura y el conocimiento.
Si miramos en este momento, el panorama político es ciertamente temible. Lo que hay ahora es abiertamente peor a la clase política autodenominada progresista. Es la clase populista que, con su demagogia con un alto contenido de frases sin significado real, repetidas una y otra vez hasta el cansancio, se permite, gracias al trabajo realizado por sus antecesores, establecerse en el poder para, finalmente, dar el punto final a la gran obra maestra de sus próceres, y así dominar ad eternum. Esta fiesta no debe terminar bien para ellos, por alguna razón estamos nosotros y tenemos la claridad de nuestra palabra.
Me quiero referir ahora al discurso de la claridad, cómo desarrollarlo. La labor política, esta labor política, debe ser ejecutada por mujeres y hombres que, a la vez que la van ejecutando, sean capaces de escuchar y hablar el lenguaje del que habla. Seguir el camino de la sabiduría de tal manera que, al que sepa cocinar, le hables de cómo hacer política cocinando, de cómo compartir sus conocimientos, de cómo trabajar en forma colectiva, de cómo hacer la revolución cocinando una cazuela. No tiene sentido hablar con gravedad cuando aún no sabemos qué es la levedad. Buscar en todas partes a los individuos inquietos, despertar en ellos el brillo de la claridad en sus ojos. Elaborar un discurso que permita al pueblo apoderarse de sí mismo, apropiarse de la construcción de la identidad propia.
Por último, es necesario recalcar que, considerando la diversidad de organizaciones y grupos políticos, es mucho más importante en este momento colaborar para lograr algo grande que competir para obtener migajas. Importante es lograr una gran organización y coordinación social que los incluya a todos y considere sus propuestas. El trabajo político se debe hacer con el aporte de las distintas visiones y desde las bases.
Una de mis ideas, propuesta concreta, es, en consecuencia, conformar en cada unidad social (grupo) un Comité de Justicia, Verdad y Ayuda Mutua. En el cual los mismos participantes aprenden a hacer política con su comunidad. Hacer proyectos comunitarios y colaborativos, tales como ferias con monedas alternativas, agricultura colectiva en que la comunidad ocupa terrenos para plantar hortalizas y verduras, hacer bibliotecas comunitarias, centros culturales, etc. El comité sería el ente regulador de las distintas iniciativas populares, de manera que se logren los objetivos propuestos.
Es entonces, esta labor política, una tarea de largo aliento pero, a la vez, con fines claros y cuyos medios para realizarlos son concretos. Los pequeños trabajos a realizar entre todos contribuirán en gran medida a la educación política de las multitudes y como sustrato fundamental de una Carta Magna que satisfaga las necesidades de todo el pueblo.
Espero, finalmente, que quien lea esto se sienta identificado con este tremendo desafío y participe con alegría y convicción en la construcción de una nueva sociedad.
NOTA:
El llamado en este artículo «principio de bondad» hace referencia al sentimiento común que existe de hacer el bien, de que lo que se recibe es lo bueno, que la intención de daño a los individuos es nula, etc. Se puede decir que es el sustrato cultural ancestral; el trabajo político debe tenerlo en cuenta al momento de actuar.