Hace 40 años se retira la ética-política a punta de pistola, torturas y desaparecidos en las poblaciones más pobres de Chile. Arden los libros de Marx, del Che, de Rosa Luxemburgo, Walter Benjamin, Rimbaud y Neruda en pasajes y calles de las ciudades. Se persigue y expulsa la cultura popular, se destruyen todos los sindicatos de trabajadores, se venden las riquezas básicas de una Nación a empresas de capitales autóctonos como extranjeros. Se remata el Estado y el Gasto Social se reduce al mínimo.
Se inyecta la ley del libre mercado en el espíritu de un país con un 45% de la población bajo la línea de la pobreza. Los que ayer eran agitadores o militantes políticos que hablaban de la lucha de clases y la nacionalización de la riqueza para industrializar y desarrollar al país, obreros cultos e informados que hablaban del círculo de Paris y la deuda externa, ahora se transforman en el “ejército de reserva” de una economía de mercado, “mano de obra barata” y a la espera de un puesto de trabajo.
Los militantes políticos de mejor situación, son acomodados en el extranjero en buenos puestos de trabajo y universidades, para volver después en los ´90 a gobernar otra vez, pero convertidos al capitalismo y creyendo el dogma de la única vía del libre mercado y la libre competencia. Queriendo parecer buenos alumnos a los países que los acogieron.
Y Luego, 20 años de gobierno donde la promesas de democracia profunda quedaron en promesas. Donde la superación de la pobreza aparece en los informes de gobierno, pero no en las calles, donde en coherencia con la mentalidad de mercado la salud pública ofrece atender ciertas enfermedades y otras no. Donde las viviendas sociales son una vergüenza humanitaria, la educación otra forma de lucrar, donde la televisión terminó de banalizar y frivolizar todo lo que pudiese ser de alguna manera simbólico o significativo, donde los medios de comunicación se encargaron de volver a ese “ejército de reserva” y “mano de obra barata” del mercado en una masa deseosa de consumir, consumir bienes y Marcas, estatus asociados a esas Marcas.
Donde la lógica de mercado transformó todo, todo en mercancías con su respectivo precio y cada cual en sus vitrinas, desde los objetos y la naturaleza hasta las personas y los animales. En un contexto global donde nuestro sobreconsumo de bienes y servicios nos lleva caminando al colapso ecológico y al mismo tiempo donde la publicidad machaca día tras día, hora tras hora ininterrumpidamente con productos que cambiarán ahora sí, nuestra vida.
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Una ciudad devastada por un evento natural excepcional, que la ha golpeado por mar y por tierra, una ciudad en el suelo, a oscuras, incomunicada, con temporales de viento y lluvia, que ha pasado por el peor terremoto que se tenga registro en la Historia, una ciudad que sin preocuparse por sí misma, ni sus habitantes por sí mismos, habitantes inundados de una ética del trabajo, de la solidaridad como principio, se unen junto a las empresas estatales de Endesa, Corfo y el Ejército (1) y suben a trabajar sin descanso para evitar lo que hubiese sido aun más trágico que el terremoto y tsumani vivido horas atrás, el desborde del lago Riñigue.
Trabajando en las peores condiciones climáticas, tragándose y guardándose para otro momento el miedo y el frio y el luto y el hambre y el sueño y el cansancio y sin buscar ninguna otra recompensa con ese acto que el “bien común”, el bien común... (2) En definitiva logran evitar que todo un lago se abalance sobre la ciudad de Valdivia con 100.000 habitantes en ese fatídico Mayo de 1960. Ese acto fue conocido como la “Hazaña” o la “Epopeya de Riñigue” o el “Riñihuazo”. En las crónicas del terremoto del’ 60 no figuran saqueos, ni toques de queda, ni incendios efectuados por los propios habitantes.
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Una ciudad devastada por un evento natural exepcional, que la ha golpeado por mar y por tierra, una ciudad en el suelo, a oscuras, incomunicada, sin electricidad ni teléfonos fijos ni móviles, que ha pasado por el 5º peor terremoto de la Historia, se hunde en el caos social por desabastecimiento y colapso de bienes de primera necesidad. Donde entre las multitudes que se agolpan a las afueras de un supermercado para poder conseguir alimentación, asoma lo mejor de la escuela de los últimos 40 años, buenos consumidores consiguiendo ese objetivo soñado noche tras noche antes de acostarse viendo inertes la pantalla y su publicidad, levantadas las barreras económicas que lo distanciaban de tan ansiado producto, de tan adorada mercancía, la televisión de plasma del máximo de pulgadas posible es cargada y llevada para reducir por fin esa angustia de carencia que se siente al no tener lo que el sistema dice es necesario tener. Esa lavadora que dejará la ropa como nueva, el microondas que permitirá que no cocinemos, la zapatillas de los grandes artistas, las cervezas de comunión nacional, etc., etc., ¿Y el pan? ¿Leche? ¿Arroz?… (1)
Entonces asoma la máxima que ha practicado por 40 años desde nuestro Presidente electo y sus grandes triunfos en la bolsa especulando y desfalcando bancos, hasta el último de los diputados en las elecciones, la máxima del “yo primero y los demás no importan”, y bandas de personas asaltan las pocas cosas de sus propios vecinos. Es todos contra todos, lo que Rosa Luxemburgo refería con su ya legendaria frase de “Socialismo o Barbarie”. Y todos al mismo tiempo se preguntan ¿Cómo?? ¿Cómo??. Pues ha sido un largo camino para llegar hasta aquí, pero no por eso no puede ser rastreado.
Los nietos de los que vivieron el terremoto de hace 50 años en Valdivia son lo inverso de sus abuelos. Perdida, perseguida y casi extinta la ética en todo occidente, reemplazada por la Estética del Consumo, todo se justifica por el fin último de la vida, el de tener lo último en tecnología, lo último en Marcas de ropas, de automóviles, etc., etc.
En un circulo sin fin, vivimos bajo el estado de sitio de la fábrica constante de deseos y deseos que nos lleven a consumir, y a la primera que la barrera entre deseo y satisfacción del deseo se acorta no se piensa en nada más. ¿Es un colapso moral? Juzgue usted. Lo último que el capitalismo necesita es gente con capacidad de contener y postergar sus propios deseos. Lo último que el libre mercado necesita es gente dispuesta a no comercializar ni vender ni comprar ni adquirir ni especular. Ha sido un arduo trabajo, pero se ha conseguido.
La foto es de junio de 1960 aparecida en el diario La Nación, de trabajadores que todavía estaban consolidando y terminando el dique del Riñihue… miren sus caras… Son en el fondo nuestros abuelos de un país que ya no existe, el cual todo su legado está siendo borrado por todo un sistema que colapsa moralmente. Pero aún, pese a todo y contra todo, existen personas que están dispuestas a ir a contracorriente, vaya mi saludo y solidaridad con todas ellas.
(1) http://www.memoriachilena.cl/temas/documento_detalle.asp?id=MC0000526
(2) http://www.angelfire.com/nt/terremotoValdivia/rinihue.html
(3) Bauman, Zygmunt. (2007): Vida de Consumo. Madrid, Fondo de Cultura Económico de España.