En estos instantes, cuando la violencia estatal y policíaca acaba de sesgar la vida de otro joven mapuche, los hombres y mujeres provistos de una consciencia capaz de anidar un sentimiento de justicia y solidaridad declaramos que todos somos mapuche. ¿Escalada incontrolable de la violencia “preventiva” o situación perfectamente previsible?
Ambas.
Hoy, el Sr. Rosende se lamenta. No, Sr. Subsecretario del interior, este crimen no fue ni fortuito ni accidental.
Una vida joven de un hijo del País Mapuche, Jaime Mendoza Collío, de 24 años, cayó bajo una arremetida armada. Fue “alcanzado por balas” escribió el periodismo liviano y complaciente.
El dispositivo policíaco-militar estaba preparado y aceitado para actuar. Incluso el aparato judicial suministró el relato necesario para excitar los mecanismos del Estado. Así los hechos se encadenaron con una lógica implacable.
Lo sabemos. Los serviles reporteros de los impresos del sistema mediático dominante, El Mercurio y La Tercera, bombardearon durante meses con relatos de odio dirigidos a capturar y ablandar la “opinión pública”. Así crearon el ambiente, azuzados por los poderes e intereses económicos y políticos en juego.
¿Cantarán victoria en sus salas de redacción contra los “violentistas de las comunidades mapuches”?
Lo logramos. Uno menos. Brindemos. Misión cumplida; como lo hicimos en septiembre del 73, exclamará el entorno de Agustín.
El fardo de la prueba recaerá en los tecnócratas concertacionistas imputables. Éstos tendrán que probar en términos legales, por encima de toda sospecha, que ha sido bajo el Estado de Derecho y no bajo lo que ya era visible, el Terrorismo de Estado, que la vida ha transcurrido en Bío-Bío, Malleco y Cautín.
Tiene que saberse. Si fue con Derecho que mataron, tienen que transparentar los motivos y la cadena de mando que viene de la cabeza del “monstruo frío”, del Leviatán postdictadura. Y deberían someterse a una comisión jurídica internacional.
Carabinero, la consciencia de los hombres dignos sabe decir no. Esas órdenes no las cumplimos respondieron ya, antes que ustedes, muchos hombres bajo uniforme que hoy son admirados. Es un derecho de los hombres auténticamente libres en sociedades abiertas.
Mientras tanto, en sus “papers” los intelectuales orgánicos de la “institucionalidad vigente” seguirán viviendo en el sopor de la narrativa de la transición y cantando entre sus volutas de opio al “progreso material del país”.
Wall Mart, al igual que en el Imperio seguirá impidiendo que los trabajadores se organicen en sindicatos. Y los ciudadanos honestos y …. endeudados, irán llenando sus carritos con mercancías chinas. Y las clases medias indolentes e inseguras, continuarán con su pasatiempo favorito: pasarle la lengua a las vitrinas de los “malls” donde se exhiben la “primeras marcas”.
Los políticos binominales seguirán votando sus leyes con las cuales se garantizan el goce ad nauseam de sus curules y privilegios.
Frei dormirá tranquilo, acunado por sus jóvenes tecnócratas concertacionistas y armado de los poderosos mecanismos freudianos del YO: “Yo no tengo nada que ver con las coimas y las ventas de armas, tampoco con el mundo del narcotráfico”, ni tampoco con eso que llaman la cuestión mapuche, le soplará un consejero. Somos “progresistas”, “tolerantes”, “multiétnicos”, miramos para adelante, no nos metemos con el pasado, le cantarán los del PPD y los socioliberales.
Piñera, espera su turno para ir al hueso. Sus espadachines “por el cambio” aplicarán la doctrina Bachelet. Ir con la mano dura (apoyándose en las encuestas) en la zona gris que existe entre el discurso y la práctica. Allí en ese trecho se pierde lo más fundamental del derecho. El respeto a la vida.
Y Enríquez-Ominami (no es de izquierda, repiten sus seguidores para que les quede bien claro a los incautos) seguirá preparando como un buen alumno su examen ante el club selecto de los dueños de Chile.
Seamos justos, Alejandro Navarro, Pamela Jiles y Jorge Arrate fueron claros en solidarizar con las comunidades mapuche.
¿Puede un gobierno democrático, después de que los DDHH sean una referencia en gobernabilidad, aceptar que un luchador justo, un hombre que actúa junto con su colectividad para recuperar su dignidad ultrajada y sus puntos de referencias ancestrales, sea abatido por las balas, como antes lo fueron Alex Lemún y Matías Catrileo?
Paradójicamente es la proximidad misma lo que impide ver al otro; al mapuche como perteneciente a un pueblo distinto y con derechos ciudadanos, pero hecho de la misma humanidad.
Son cientos de años de explotación, odio y resentimiento, provenientes de la ignorancia y del racismo ordinario que impiden ver la humanidad de mi alter ego.
Jean-Paul Sartre, escribió en los 60 unas páginas extraordinarias en el Prólogo a los Condenados de la Tierra de Frantz Fanon. He aquí un párrafo de una actualidad universal :
“La violencia colonial no se propone sólo como finalidad mantener en actitud respetuosa a los hombres sometidos, trata de deshumanizarlos. Nada será ahorrado para liquidar sus tradiciones, para sustituir sus lenguas por las nuestras, para destruir su cultura sin darles la nuestra; se les embrutecerá de cansancio. Desnutridos, enfermos, si resisten todavía al miedo los fusiles se dirigirán contra el campesino; vienen civiles que se instalan en su tierra y con el látigo los obligan a cultivarla para ellos. Si resisten, los soldados disparan, es hombre muerto; si cede , se degrada, ya no es un hombre, la verguenza y el miedo van a resquebrajar su carácter, desintegrar su persona. La operación (l’affaire) es llevada adelante con bombos y platillos, por expertos: no es de hoy que datan los “servicios sicológicos”. Ni el lavado de cerebro. Y sin embargo, a pesar de todos los esfuerzos, no se logra el objetivo en ninguna parte. […]
Sartre, el filósofo francés del Existencialismo es un Humanismo, continúa explicando el proceso de opresión occidental y de descolonización de los pueblos conquistados. En el párrafo siguiente explica la dialéctica del ascenso a la humanidad del hombre colonizado (el autóctono, el indígena) y la deshumanización del colonizador …
“El colono…ese personaje déspota, enloquecido por su omnipotencia y por el miedo de perderla, ya no se acuerda de que ha sido un hombre: se considera un látigo o un fusil: ha llegado a creer que la domesticación de las “razas inferiores” se obtiene mediante el condicionamiento de sus reflejos. No toma en cuenta la memoria humana, los recuerdos imborrables; y sobre todo, hay algo que quizá no ha sabido jamás: no nos convertimos en lo que somos sino mediante la negación íntima y radical de lo que han hecho de nosotros”.
Y Sartre termina con lo que es un programa político para la humanidad, aún por realizar, cuando al final del texto escribe: “[…] y nuestra especie, el día en que ella se haga, no se definirá como la suma de los habitantes del globo sino como la unidad infinita de sus reciprocidades”.
Es en esta larga historia de luchas por construirse como sujeto de su propia historia que se inscriben las movilizaciones actuales del pueblo mapuche.
Por Leopoldo Lavín Mujica
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(*) Baruch Spinoza (1632-1677), “El modo tristeza disminuye mi potencia de actuar”.
Leopoldo Lavín Mujica, B.A. en Philosophie, M.A. en Communication publique de l’Université Laval, Québec, Canadá.
http://www.leopoldolavin.com