El Instituto Volcanológico de Canarias (Involcán) y el Instituto Geológico y Minero de España (IGME) informaron este viernes que son dos las bocas eruptivas nuevas registradas en La Palma y no una como se pensaba.
«Es normal que puedan abrirse nuevas bocas», señalan fuentes autorizadas del comité científico, que insisten en señalar que se trata de «una actividad sísmica normal» en el marco de un fenómeno natural, aunque trágico, que desde el pasado domingo mantiene a La palma entre el miedo y la incertidumbre, informó el portal La Razón.
El aumento del fenómeno explosivo y de la columna de humo y piroclastos, asociada a un riesgo de pérdida de visibilidad, ha llevado a las compañías aéreas Iberia, Binter, Canaryfly y Vueling a cancelar una treintena de vuelos con La Palma y La Gomera.
La medida se podría ver reforzada con el cierre de aeropuertos del archipiélago, si Aeropuertos Nacionales y Navegación Aérea (AENA) lo considera necesario para garantizar la seguridad de los vuelos.
Los vecinos de Tacande y Tajuya, aunque prevenidos por los servicios de emergencia días atrás, contaron con «solo 15 minutos», según el relato de uno de los afectados, para recoger medicamentos y documentación antes de abandonar sus hogares.
El miedo y la incertidumbre ya vivida en El Paraíso y Todoque por cientos de personas entre la tarde del domingo y la del jueves, con un recuento de 350 viviendas y edificaciones ganaderas y agrícolas desaparecidas bajo la lava, se repetía este viernes en una isla que asiste, sobrecogida, a la brutalidad de la naturaleza materializada en este volcán, cuya actividad sísmica continúa imparable y sin signos que hagan prever el final.
Más allá de esta nueva boca y su nueva trayectoria en descenso por la montaña de Cabeza de Vaca, las dos coladas primarias continuaban con un avance lento, casi imperceptible, con apenas 90 centímetros por hora en el caso de la «instalada» a la altura del parcialmente devastado barrio de Todoque. La otra, más al norte y cercana a la población desalojada de Jedey, avanzaba a una media de 12 metros por hora.
El comportamiento de la primera de las coladas preocupa a los expertos, por cuanto «busca su camino, creciendo en anchura», mientras mantenía una altura máxima de 15 metros. «Lo que no tenemos controlado es qué es lo que va a querer hacer la colada en cuanto a su velocidad», ha precisado Morcuende. Incidió en el poder imparable de «la inercia de los materiales», con toneladas de peso de magma en medio de una presa natural, dominada por los volcanes del Valle de Aridane.
Así, los únicos parámetros que intervienen en esta trágica trayectoria de las coladas son «la pendiente, el territorio y los huecos que va encontrando la lava».
El sonido atronador del volcán, en su fase más explosiva, mantiene a la isla en una calma tensa, en medio de una tristeza plomiza y gris, desde la que los más de 6.000 desplazados por la tragedia natural quieren confiar en la posibilidad de reconstruir el futuro.
Las explosiones –aunque son parte de la actividad sísmica que el Comité Científico establece dentro de los parámetros de «la normalidad»–, han provocado la rotura de cristales y temblores, pero especialmente miedo entre los vecinos del municipio de El Paso, a donde pertenece el ya desaparecido barrio de El Paraíso, el primero en ser engullido por la colada volcánica.
El director técnico del Plan de Emergencias Volcánicas de Canarias ha explicado a este periódico que «la actividad sísmica continúa y no sabemos hasta cuándo seguirá». «No tenemos plazos; ésta es la primera vez que se está monitorizando un volcán en suelo urbano; es realmente singular y no podemos avanzar qué va a ocurrir ni podemos comparar con nada que haya ocurrido antes y crear una expectativa».
«Esto es el inicio de algo que se va a estudiar dentro de mucho tiempo, porque tenemos al volcán metido, directamente, en una zona habitada», ha subrayado en otra dura jornada para la isla.
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