Envié la siguiente carta tambíen al diario «El Mercurio»
…que castiga la iniquidad de los padres en los hijos y en los hijos de los hijos hasta la tercera y cuarta generación… Éxodo 34: 7
No es que sea cristiano como para creer algo como eso. Como buen agnóstico y librepensador moderno –o sea, pasado de moda, porque la moda es ser posmoderno –yo espero que los hombres nazcan libres e iguales en dignidad y derechos, aunque sepa que no es así todavía. Con todo, no le reprocharía a alguien los pecados de sus ancestros a no ser que los asumiera como actos heroicos, que usara tales iniquidades como trofeos y que fueran su imagen corporativa en una campaña a diputado.
Tal es el caso de Rodrigo García Pinochet, quien se presenta como candidato a diputado por Santiago en el distrito 23. Voy a ponerme un tanto relativista moral como un ejercicio a lo Descartes porque no lo soy y voy a suponer que es legítimo que los militares se tomen el poder sirviendo a una oligarquía que ha saboteado un gobierno constitucionalmente electo. Con esa petición arbitraria de principios, me pregunto cómo se justifica la tortura y la desaparición de la gente por sus ideas, por su mero modo de pensar, como quiso explicar sin éxito Carlos Larraín, cuando la presidenta osó compararse con Ana Frank, siendo que a ella la torturaron siendo mayor de edad y por sus opciones políticas… además de que tuvo la osadía de sobrevivir.
Por un momento voy a aceptar, como mero ejercicio, que eso fue necesario por alguna razón que no se me ocurre en este ni en ningún momento. Voy a tratar de asumir que todo aquello hizo de Chile un país mejor, con una salud y una previsión privadas que aseguran prácticamente la miseria de muchas personas para beneficio de unas pocas y voy a tratar de pensar que eso es bueno, porque cada vez menos cosas pertenecen a todos los chilenos y se apropian de ellas unos pocos, pero tal vez mi escasa preparación económica no me permita entender como ello puede ser beneficioso para todos en el largo plazo… espero sobrevivir para verlo.
Pero no puedo entender –ni como mero ejercicio –por qué al comandante en jefe del ejército hubo que pagarle una comisión para que comprara unos tanques gastados, tampoco alcanza a mi comprensión a dilucidar cómo surgieron esas misteriosas cuentas en el banco Riggs, ni tampoco alcanzo a comprender cómo es que si ese dinero es bien habido, fue necesario que apareciera un señor “Daniel López”.
No creo que las culpas de los padres deban, como dije, recaer sobre los hijos. También yo soy hijo de un oficial del ejército de la Dictadura pero, a diferencia de don Rodrigo, no fui dotado de talento para las ingenierías, sino con una modesta aptitud para la Filosofía y las letras, y quise ser dirigente político de un sector que en un momento dado ya no podía seguir representándome… yo no sabía que había muerto esa cantidad de gente, yo creía que eso que se decía era una mentira y cuando se supo que no fue así simplemente opté por el ostracismo político, porque creí tener ciertos deberes de lealtad y me asumí como un pensador “apolítico”. Pero ningún pensamiento es realmente apolítico. Aquello que aparece como apolítico es en realidad de derecha, porque es una forma de conformidad con la situación política tal como está y no existían lo intelectuales de derecha, o más bien, para serlo había que creer en un dios harto improbable –y Opus Dei –y en una serie valores morales que a mí no me parecen sino prejuicios, como que el aborto es un crimen penalizable incluso cuando es terapéutico, que el matrimonio sólo puede ser entre un hombre y una mujer y que un grupo de células sin sistema nervioso tiene un alma.
No. Yo pensé y renegué de los errores de mis ancestros. Puedo perdonarlos, asumir que fueron de buena fe en un momento dado de la historia de este país, pero no puedo decir que no fueron errores. No he escuchado a ningún Pinochet pedir perdón. Antes se muestran orgullosos de su legado de terror y muerte y no pueden representar sino un autoritarismo que está totalmente fuera de lugar en una sociedad moderna y más aún en una posmoderna. Rodrigo ahora se queja de que los cómplices de su abuelo le vuelven la espalda porque ellos quieren limpiarse la sangre que les salpica por haber apoyado la Dictadura. Los comprendo plenamente, a mí también me salpicó la sangre y no es grato; a mí también me han exigido que pida perdón por crímenes que no cometí y tal vez deba hacerlo, pero en ningún momento me he enorgullecido del pasado dictatorial, no desde que los hechos salieron a la luz. Si alguna vez lo saco a relucir, es porque ha surgido como acusación en boca de otras personas y si aparece en la superficie quiero que se sepa que ese pasado no me representa y que no quiero tener nada que ver con eso. YO NO SOY UN FASCISTA y no acepto la herencia de esa historia ni de ese pensamiento y lo digo bien claro porque quien calla otorga.
Por ello, independientemente de las cuitas de este señor con la UDI, quiero invitarlo a que se purifique y a decirle que él no tiene que aceptar el legado de su abuelo. Porque ese orgullo, a estas alturas le hace un cómplice irredimible de todas esas muertes, de todos esos abusos y de todos esos robos, coimas y todo lo demás. Tal vez sea necesaria realmente la alternancia y no tenemos sino a los conservadores para ello, tal vez deba acostumbrarme a verles en el gobierno y escucharles hablar en contra de la marihuana, pero aceptar que digan que el tabaco –una sustancia mucho más adictiva –es un producto legítimo; tal vez deba ver como intentan privatizar el propio Estado, pero no estoy dispuesto a ver como el autoritarismo se vanagloria de su “gesta heroica” y reaparece a quitarme la libertad de decir que no estoy de acuerdo con el pensamiento de los conservadores. Por eso espero que don Rodrigo pierda y que caiga en el más profundo de los olvidos… sin desearle mal, porque no creo en ese versículo de Éxodo y porque sé lo difícil que asumir que gran parte de lo que uno creyó en su vida fue una mentira. Tal vez le convenga más el olvido.