En esta oportunidad, publicamos el tercer artículo que evalúa las dos décadas en que Chile fue gobernado por la Concertación de partidos por la Democracia. La política que sobre las Ciencias se ejecutó en nuestro país, es analizada por dos académicos e investigadores, uno de las Universidades de Chile y la otra, de la Pontificia Universidad Católica.
A la investigación que se realiza motivada por la curiosidad y por entender cómo funciona la naturaleza se le llama ciencia básica. Ésta se ha contrastado con la ciencia aplicada, que es la que busca resolver un problema con beneficios económicos.
Sin embargo, algunos postulan que toda la ciencia es básica, puesto que es impensable creer que la que se aplica a algún sector productivo, como la farmacéutica o la minería, no tiene sus bases en la generación previa de conocimiento y formación de investigadores.
En Chile, la ciencia básica se ha desarrollado a pequeña escala gracias al interés de algunas universidades tradicionales y a la motivación individual de grupos de científicos que, como en un verdadero circo pobre, por años han asumido muchas funciones distintas, como la formación de nuevos científicos y licenciados, magísteres y doctorados en diversas ciencias.
Las ciencias aplicadas se han desarrollado aún a menor escala. La labor formativa es de suma importancia porque permite a un profesional aprender a solucionar problemas basados en el conocimiento científico y tecnológico preexistente y no en quimeras.
La capacidad crítica de una sociedad tiene base en que exista un número considerable de especialistas en un tema, de manera que se pueda motivar la crítica constructiva y el debate para construir una sociedad educada que toma decisiones informadas. De otra manera, se pierde la identidad de la sociedad y se toman prestadas las opiniones y políticas a seguir, perdiendo la posibilidad de definir su propio destino.
Este es un gran problema que enfrenta Chile, la masa crítica de la comunidad científica es muy pequeña dado que aún falta una gran inversión en cantidad y sobre todo en calidad.
Es una gran coincidencia haber empezado nuestra carrera científica junto con la llegada de la democracia a Chile. Para los científicos experimentales, la labor científica es altamente costosa y en esos tiempos se trabajaba en condiciones precarias. Esto ha mejorado en 20 años. Ahora, nuestros estudiantes trabajan en condiciones que ni soñábamos.
Los gobiernos de la Concertación han permitido el desarrollo de diferentes programas para favorecer un aumento en los recursos tecnológicos, a través de proyectos grupales que han significado un incremento en la calidad y cantidad de investigación que se hace.
Sin embargo, estos programas han financiado la investigación de algunos grupos de élite y no ha podido cubrir la necesaria masificación de la investigación y de la formación de recursos humanos que se requiere para hacer un cambio real en el nivel en la ciencia chilena.
Por otro lado, estos nuevos recursos para la ciencia, en los cuatro gobiernos concertacionistas, se han otorgado para el desarrollo de conocimiento que pueda tener impacto económico en el país. Esto, en principio es positivo, sin embargo no se pueden dejar de lado temas que no caen en esa categoría, primero porque nadie sabe de dónde saldrá el conocimiento necesario para resolver un problema dado. Y segundo, porque no podemos dejar de cultivar la pequeña masa crítica de científicos que se ha generado en estos años.
HECHOS CONCRETOS
Por ejemplo, en el gobierno de Frei y Lagos se crearon instrumentos (Fondap y Milenio) que permitieron el financiamiento de ciertos grupos de investigación. Originalmente estos centros estaban básicamente orientados a la generación de conocimiento básico sobre problemas relevantes para el desarrollo económico del país.
El Gobierno de Bachelet quiso dar un paso adelante e intentó apresurar la vinculación, deseable por supuesto, entre ciencia y el sector productivo, creando instrumentos como los proyectos basales, los consorcios, etcétera. Además, los nuevos concursos de investigación Fondap y Milenio también han girado en esa dirección.
Sin embargo, tal vinculación ocurre de manera más natural entre el sector productivo y las ciencias aplicadas que, en Chile, han tenido un desarrollo menor que el de las ciencias básicas, dado que la masa de investigadores productivos y de buen nivel es reducida. Pasa que son los mismos investigadores básicos los que terminan “transformándose” en aplicados para acceder a los fondos para la investigación. Con ello se corre el riesgo de perder el foco de la ciencia básica, lo que podría tener claros efectos en la competividad y excelencia de la investigación comparada con los países desarrollados.
LA FALTA DE POLÍTICAS TRAE CONSECUENCIAS
En este contexto, la investigación básica pierde espacio y hemos fallado en defender el programa más importante para el desarrollo de la ciencia en Chile, el que financia proyectos individuales, Fondecyt. Hoy en día los montos de estos proyectos no son ni cercanos a los de países desarrollados. Además, muchos proyectos muy bien calificados por investigadores nacionales e internacionales quedan sin financiar. Claramente un país como el nuestro no debería darse ese lujo.
Lo que vaya a pasar ahora es incierto, pero lo ha sido con todos los cambios de gobierno, incluso entre la misma Concertación. En este sentido, parece ser deseable contar con una institucionalidad que pueda orientar y pensar en el desarrollo de la ciencia a largo plazo y no ligada directamente al gobierno de turno. Algunos piensan en estructuras como la del Banco Central, por ejemplo (y no la de un Ministerio).
Un desafío importante en los años a seguir es focalizar las políticas de la educación superior en captar a los mejores estudiantes para que desarrollen investigación básica y aplicada en nuestro país. A diferencia del gran incentivo que se ha puesto -en nuestra opinión-, desmedido y apresurado, en fomentar la salida masiva de estudiantes al extranjero, sin focalizar áreas de interés que se encuentren poco desarrolladas en el país.
Más estudiantes motivados por la investigación son necesarios para que Chile aspire a ser un país desarrollado y maduro. Para esto es necesario aumentar la calidad y la cantidad de los recursos destinados a estos jóvenes para que desarrollen sus investigaciones en Chile.
Por Francisca Bronfman y Felipe Barra
La co-autora es profesora del Departamento de Fisiología-Facultad de Ciencias Biológicas de la Pontificia Universidad Católica de Chile. Y el co-autor es docente del Departamento de Física, de la Facultad de Ciencias Físicas y Matemáticas de la Universidad de Chile.
El Ciudadano