Voto por la soberanía popular

Al igual que el 13 de diciembre, en la segunda vuelta de esta elección presidencial escribiré sobre mi voto las consignas ASAMBLEA CONSTITUYENTE y LIBERTAD PARA EL PUEBLO MAPUCHE


Autor: Director

Al igual que el 13 de diciembre, en la segunda vuelta de esta elección presidencial escribiré sobre mi voto las consignas ASAMBLEA CONSTITUYENTE y LIBERTAD PARA EL PUEBLO MAPUCHE.

De esta manera expresaré mi descontento y hastío de ser desde hace veinte años un ciudadano de segunda clase en esta democracia “protegida” de baja intensidad, y reafirmaré la necesidad de avanzar en dos direcciones que me parecen fundamentales para deshacer sendos nudos gordianos del sistema que explota, oprime y niega los derechos de tantos hombres y mujeres que viven dentro de las fronteras de este Estado nacional llamado Chile.

Escribiré  ASAMBLEA CONSTITUYENTE porque la aspiración a que el pueblo de Chile sea por primera vez en su historia el poder soberano que discuta y decida las normas esenciales de su vida en sociedad, es la tarea política más importante y urgente, el eje ordenador de muchas otras tareas que se relacionan con los principales problemas de esta sociedad (económicos, sociales, nacionales, étnicos, de género, culturales, medioambientales, etc.). Me parece impresentable que en el siglo XXI el ejercicio de la soberanía popular siga siendo un derecho conculcado por las clases dominantes, los profesionales de la política y los poderes fácticos. Es intolerable que los ciudadanos seamos los “extras” de un reparto a quienes se llama cada cierto número de años para optar por alguna de las modalidades de implementación de decisiones estratégicas tomadas por otros fuera del ámbito de intervención de la ciudadanía, y para que determinemos con nuestros sufragios quienes serán los encargados de ejecutar esas políticas, usufructuando desvergonzadamente del “botín de guerra” del aparato estatal.

También escribiré LIBERTAD PARA EL PUEBLO MAPUCHE porque la “cuestión mapuche” es la expresión concentrada de prácticamente todas las opresiones (económica, social, cultural, étnica, nacional, judicial, policial y militar) que puede sufrir un grupo humano, la síntesis de la negación de los derechos más esenciales. Pero también porque la lucha que actualmente desarrolla este pueblo es el “hueso más duro de roer” por el sistema que expolia y oprime –en distintos grados y formas- a la mayoría de los habitantes que viven en la República de Chile.

Al escribir ambas frases expresaré mi profundo desagrado y frustración al verme nuevamente presionado a tener que elegir el “mal menor”, esta vez entre dos empresarios que apoyaron el golpe de Estado militar, se enriquecieron bajo la dictadura y luego se distanciaron de ella para rehacerse una virginidad política. Dos personajes que años más tarde –uno desde el gobierno y otro en la oposición- conjugaron sus esfuerzos para traer de vuelta a Chile al ex dictador detenido en Londres para supuestamente juzgarlo en este país, asegurando de hecho su impunidad.

Cualquiera que sea el resultado de la elección presidencial, los habitantes de este país seguiremos sufriendo las consecuencias del modelo neoliberal que ambos aspirantes a la Presidencia de la República –con matices- pretenden consolidar. La Salud y la Previsión seguirán siendo rentables negocios en manos de los grupos económicos propietarios de ISAPRES y AFPs. La Educación de calidad continuará siendo un privilegio para los más acomodados y una fuente de lucro de inversionistas privados. La desigualdad social se mantendrá inexpugnable como ha sucedido durante los gobiernos de la Concertación y, a menos que se produzca una crisis económica de grandes e impredecibles proporciones, cualquiera de ambos candidatos que llegue a La Moneda, saldrá al cabo de cuatro años de la “casa donde tanto se sufre” rodeado del embriagador sonido del aplauso unánime de los grandes empresarios que continuarán su alucinante enriquecimiento, tal como ocurrió con Lagos y Bachelet. Con Frei o con Piñera continuará desnacionalizándose el cobre y se mantendrá la privatización de las aguas, del mar y de servicios y sectores estratégicos como los caminos, la electricidad, las empresas sanitarias y de telecomunicaciones. Con la Derecha tradicional o con la decadente Concertación se mantendrá la hegemonía el duopolio de la prensa escrita, continuarán los empleos de mala calidad, la “flexibilidad laboral”, los sueldos irrisorios de la inmensa mayoría de los trabajadores, las prácticas antisindicales del empresariado, el daño galopante contra el medio ambiente producido por la codicia capitalista, la opresión del pueblo mapuche y la negación de derechos esenciales de este y demás pueblos originarios. En ambos escenarios persistirán las grandes diferencias salariales entre hombres y mujeres, la militarización de la Araucanía, la represión y criminilización de los movimientos sociales y el recorte de las libertades democráticas, tal como ha venido aconteciendo en los últimos años.  A menos que una reacción muy vigorosa de la ciudadanía popular imponga un cambio de rumbo que, por el momento no se vislumbra.

Las únicas novedades importantes en el corto plazo se producirán en el escenario político institucional. Cualquiera sea el bando vencedor en estas elecciones, se terminará un ciclo político de dos décadas. A pesar del sistema electoral binominal, la política chilena tenderá a “balcanizarse” y se producirán nuevos reagrupamientos sin claros ejes políticos e ideológicos, a imagen y semejanza del ambiente desidiologizado que los dos conglomerados hegemónicos han prohijado en estos veinte años. Si gana Frei la Concertación dejará de existir tal como la hemos conocido hasta ahora y en su lugar surgirá un híbrido que incluirá a muchos ex díscolos y “progresistas” variopintos que, motivados por el nuevo reparto, volverán o se sumarán al redil. Si gana Piñera, las tendencias centrífugas darán cuenta del bloque concertacionista, que a estas alturas parece más cerca de su ocaso final que de su renovación. La tentación por el camino propio y las pasadas de cuenta al interior de los partidos de la Concertación darán inicio a nuevos realineamientos con vínculos más laxos entre los antiguos socios de este conglomerado.

Siempre es azaroso predecir el futuro, a lo sumo es posible anunciar tendencias. Pero aunque todas las que he mencionado no se cumplan exactamente, lo cierto es que los problemas fundamentales seguirán esperando soluciones de fondo que solo pueden venir del ejercicio pleno de la soberanía popular.

Por Sergio Grez Toso


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