Presentación: Comunidad virtual ‘Nueva Civilización’: Creativa, autónoma y solidaria
Serie ¿Cómo iniciar la creación de una Nueva Civilización? Capítulos I a XIV.
XV. Sobre los sujetos de la nueva estructura del conocimiento y el rol de la Internet y de las nuevas tecnologías de la comunicación.
Para entrar al tema de las estructuras del conocimiento propias de una civilización superior, vamos a partir refiriéndonos a quienes son los sujetos del conocimiento, sus creadores y sus difusores, y en relación con esto, al rol que están empezando a cumplir la Internet y las nuevas tecnologías de la comunicación y la información.
En la civilización medieval y en otras civilizaciones pasadas, el conocimiento que proporcionaba las certezas que los individuos requerían para orientarse en la vida, y que las sociedades necesitaban para desarrollar las actividades económicas y establecer el orden social, estaba constituido por creencias religiosas, por normas éticas, y por destrezas propias de cada oficio o actividad laboral. Dichas creencias religiosas, normativas éticas y saberes prácticos se presentaban ante todos como ‘dados’, incluso como sagrados, en todo caso como indiscutibles. Esos conocimientos eran trasmitidos de sacerdotes a fieles, de padres a hijos y de maestros a aprendices, constituyendo un saber aceptado por fe, por tradición y por costumbre.
Las fuentes del conocimiento estaban encriptadas, o escritas y difundidas en una lengua conocida como ‘culta’ (el caso del latín en Europa occidental), de modo que solamente unos pocos iniciados tenían acceso a ellas y podían generar y difundir conocimientos. Incluso los saberes prácticos propios de los oficios se reservaban para pequeños grupos ‘agremiados’ y organizados, que defendían el monopolio de sus competencias. La relación entre los ‘cultos’ y los ‘simples’, entre los dirigentes y los dirigidos, entre los sacerdotes y los fieles, entre los maestros y los aprendices, se establecía en base a vínculos de autoridad y de obediencia.
Estas formas del conocimiento entraron en crisis cuando los conocimientos empezaron a difundirse mediante su publicación en lenguas vernáculas o ‘vulgares’. Ello desacralizó diferentes aspectos del saber, hasta que Descartes fijó el fin de esos modos del conocimiento con su famosa ‘duda metódica’, según la cual no podía darse por seguro ningún conocimiento adquirido por tradición. Los empiristas y el positivismo establecieron luego las bases del conocimiento emergente, cuando afirmaron que la única autoridad que podía aceptarse en el conocimiento, eran los datos empíricos sobre las realidades ‘objetivas’ que cada individuo pudiera verificar con los sentidos y la experiencia. Surgió y se estableció, así, la moderna civilización de las ciencias positivas, de la industria y del Estado. La Industria y el Estado en sus formas modernas, eran resultado de la aplicación de las nuevas formas del conocimiento, a la economía y la producción, a la política y al orden social.
Junto con ellas se multiplicaron los sujetos productores de conocimientos. Los científicos, los intelectuales y los ideólogos fueron puestos al servicio de la industria y del Estado, y el conocimiento y las informaciones se desarrollaron como saberes instrumentales, como herramientas útiles para establecer y hacer crecer la economía y la vida política.
Pero las ciencias y el conocimiento no se popularizaron, sino que han permanecido como patrimonio de los especialistas, que mantienen el monopolio de su saber a través de una doble ‘operación’. Por un lado se ha creado un lenguaje especializado y oscuro en el que se comunican entre sí los que han adquirido su dominio a través de la formación universitaria. Por otro lado se despliega un trabajo de ‘divulgación’ de las ciencias y del saber, en un movimiento de ‘ir al pueblo’, pero trasmitiendo exclusivamente resultados simplificados y en parte distorsionados, dogmatizando contenidos que se sabe que son precarios y sujetos a discusión, y sin dar a conocer ni los métodos ni los razonamientos en que se fundamentan esos conocimientos.
En esta civilización moderna de la industria y del Estado, el conocimiento se institucionaliza y se profesionaliza, adquiriendo las características disciplinarias y burocráticas que caracterizan a toda esta civilización. La Universidad se convirtió en el instrumento de la formación de profesionales especializados, tal como eran requeridos por la civilización industrialista y estatista. Es el conocimiento puesto al servicio de la industria en todas sus ramas, y del Estado en sus variadas problemáticas.
En ese contexto, las relaciones entre dirigentes y dirigidos se basan en una combinación de criterios de competencia técnica y de control burocrático, según los cuales se distinguen los competentes que deciden y controlan los procesos, y los subordinados que ejecutan las decisiones y cumplen las instrucciones que reciben.
Lo que está comenzando a surgir actualmente es algo completamente distinto y nuevo. Los medios de comunicación, la Internet y las redes sociales están cambiado completamente la relación de los individuos con las informaciones y el conocimiento. Tres son las novedades y transformaciones más significativas.
La primera es que prácticamente todos los individuos tienen ahora la posibilidad de acceder a todo tipo de informaciones, ideas y conocimientos, provenientes de cualquier parte del mundo. Este es un cambio de enorme trascendencia. En efecto, hasta hace poco las personas no formadas en las disciplinas especializadas, adquirían su acerbo de conocimientos en base a lo que les trasmitían la propia familia, la escuela, el Estado, los partidos políticos, las iglesias y los medios de prensa masivos. Las informaciones y conocimientos que recibían estaban organizadas, estructuradas y programadas por los emisores. Ahora, en cambio, cada uno es receptor y público de todos los discursos, de todos los emisores, teniendo la posibilidad e incluso la necesidad de seleccionar por sí mismo lo que recibe y asimila.
De este modo se han expandido enormemente los espacios de libertad de cada uno, y al mismo tiempo se ha debilitado el poder que anteriormente ejercían sobre las conciencias, sobre las ideas y los modos de pensar y de sentir de las multitudes, los pocos sujetos que decidían lo que debía ser conocido y aprendido. Esto facilita la autonomía de los individuos.
La segunda novedad importante es que cada individuo se convierte en emisor potencial de informaciones y conocimientos. Todas las personas que hasta ahora eran solamente público, receptores pasivos de las informaciones y conocimientos elaborados por otros, tienen ahora la posibilidad de ser productores y emisores de informaciones, creadores de nuevos conocimientos, que pueden fácilmente poner en circulación. Esto favorece la creatividad de las personas.
La tercera novedad aportada por las nuevas tecnologías informáticas es el establecimiento de redes de comunicación, libremente formadas por las personas, y con prácticamente plena libertad tanto de entrada como de salida. Lo que está implicado en la conformación de las redes sociales, es un hecho de la máxima trascendencia, que viene a modificar y reestructurar completamente la organización social y las relaciones entre los individuos y entre los grupos. Es el hecho que cada uno está en condiciones de seleccionar y escoger con quienes se relaciona y a qué grupos y comunidades pertenece. Se transita desde una situación en que el ámbito de las relaciones sociales se encontraba determinado por la familia y el lugar en que se nace y crece, por las relaciones dadas por el barrio, la escuela, la Iglesia y el trabajo, a una situación inédita en que cada uno puede escoger libremente con quienes se conecta y comunica, a qué grupos, organizaciones y comunidades pertenece, en qué iniciativas culturales, sociales, políticas y económicas participa. Se trata, nuevamente, de una expansión inmensa de los espacios de libertad de las personas, que conlleva a su vez, la posibilidad de nuevas y más amplias formas de solidaridad.
Podemos afirmar, en síntesis, que con este tránsito a nuevas formas del conocimiento tenemos la oportunidad de ser más creativos, autónomos y solidarios. De auto-determinarnos en cuanto a nuestra conciencia y a nuestras relaciones sociales, así como a desplegar nuestras propias iniciativas sociales, económicas, políticas y culturales, no debiendo ya limitarnos a escoger participar o no participar en aquellas existentes.
La sociedad y la historia –la nueva civilización- pueden ser construidas desde los individuos y desde las redes y comunidades que libremente vayamos conformando, con los contenidos intelectuales y morales que pongamos en tales iniciativas.
El Ciudadano