Escribimos un texto colectivamente sobre lo que ha pasado estas últimas semanas en Aysén, haciendo un poco un recuento y una revisión histórica, también quisimos dar a conocer algunas apreciaciones. Éste surge de una motivación propia que coincidió con un pedido de unxs compañerxs. Es complejo hacer un análisis estando lejos, quizás más cerca que Santiago, pero compartimos el ser de provincia y eso quizá nos acerca un poco al conflicto. Agradecemos a quienes han luchado estas semanas en la Patagonia como a quienes han dado muestras de solidaridad, también a aquellos que nos han enviado material, comunicados, videos, etc., y que permiten establecer alguna red de comunicación. Queremos -pese a todas las deficiencias que pueda tener- que este escrito sirva para estimular las mentes y generar nuevos debates como también para encontrar cosas en común que nos permitan seguir unidos en esta lucha.
¿Qué se esconde tras Aysén? “La lucha entre los territorios y la hegemonía”
Vivimos en un país fome [aburrido]. La riqueza cultural que tuvimos en alguna época ha sido aplastada. Vivimos en un $hile que se impone desde la hegemonía, desde el centro, desde la capital. Con una carga extremadamente centralista es bien difícil que las numerosas ciudades que se insertan dentro del territorio nacional $hileno conserven su acerbo cultural, sus costumbres y su riqueza histórica. Sin embargo es bien fácil encontrar un Mall, una automotora o un aeropuerto en cualquiera de estas ciudades. Y es que somos un país tan diverso: El desierto más árido del mundo, valles centrales inmensamente fértiles, Patagonia bañada en ríos y glaciares. Pero culturalmente estamos uniformados, para el 18 de Septiembre todos comemos empanadas y nos vestimos de huaso ¿tiene algún sentido vestirse de huaso en Iquique? Cágate un poquito de calor. Somos un país fome, uniformado, con una sola fiesta nazional, somos un país centralizado, un $hile concentrado en la capital. Sin embargo somos un país extremadamente diverso cuando hablamos de geografía, historia e incluso étnicamente (Mapuches, aymaras y rapa nuis), pero socialmente estamos domesticados y uniformes. Y esa domesticación del rebaño siempre emana de los proyectos jerárquicos, totalizantes y centralizados. Desde la capital emana el capital, históricamente $antiago ha impuesto su visión, siempre el centro ha impuesto su modo y ritmo de vida. Y como dice el dicho: “$antiago es $hile” o “$hile es $antiago” a estas alturas da lo mismo como se diga, lo importante es dejar de negar los territorios y su incuestionable belleza, fuerza y autenticidad.
¿De dónde proviene ese centralismo? Apuntes históricos
Cabe decir que esta uniformidad no siempre estuvo ahí. Históricamente las regiones y provincias $hilenas han tenido una variada y rica tradición musical, gastronómica, artística y cultural. Las provincias del norte guardaban sus particulares tradiciones, mientras que las del sur tenían las suyas. La diversidad existía y se vivía, sin embargo la diversidad cultural siempre es peligrosa para el Estado, basta con mirar un segundo la problemática mapuche para confirmarlo. Desde los inicios de la república el Estado $hileno necesitó la uniformidad cultural, necesitó imponer su proyecto centralizador y totalizante.
Dentro de la historiografía nazional existe acuerdo en nombrar a Diego Portales como uno de los fundadores y más grandes precursores de la república autoritaria $hilena impuesta en las décadas de 1830. Portales, como buen comerciante y mercader impuso su proyecto económico y político a la nazión. El proyecto portaliano es el proyecto mercantil, o sea la construcción de una republica “independiente” autoritaria y centralizada que desecharía cualquier intento industrializador y federativo. Irónicamente el proyecto industrializador y federativo (aunque también oligárquico) era el que propugnaban las provincias (Concepción y Coquimbo principalmente), ciudades aplastadas y perdedoras en la batalla de Lircay.
La imposición del proyecto de Portales, de la oligarquía y de los mercaderes fue el triunfo de un modelo económico basado en la exportación de materias primas, $hile se transformaba en una neo-colonia comandada por la aristocracia. Los campesinos, artesanos, peones, mapuche y otros fueron excluidos del proyecto de la nazión.
¿Adivinan en qué ciudad se situaba la mayoría de los integrantes de la clase aristocrática mercantil? Obvio… $antiago. La batalla de Lircay que significó el triunfo de los conservadores y comerciantes portalianos fue a la vez el triunfo de la capital sobre las provincias, de $antiago sobre $hile.
Y luego la elite $antiaguina se preocupará de imponer su proyecto político. El adoctrinamiento de las masas será su misión. Durante el siglo XIX el disciplinamiento de los sectores populares fue la ley impuesta a sangre y fuego. Había que disciplinar al roto, quitarle su cultura maloliente e imponer la sobria y elitizada visión de que los pobres fueran ordenados, limpios y que no robaran.
Más adelante vino la ‘Pacificación de la Araucanía‘, la diversidad cultural no permitía que la empresa mercantil se expandiera hacia el sur. Masacres indígenas son lo que la historiografía oficial denominó “pacificación de la araucania”.
La Guerra del Pacífico ayudó bastante. Acrecentó el sentimiento nazional por sobre las particularidades que contenía el territorio. Una guerra librada por los pobres para satisfacer las ansias de dinero y poder del Estado $hileno y las empresas inglesas salitreras.
Después surgiría una nueva clase: Los obreros $hilenos. Aunque indispensables para el desarrollo del capitalismo criollo, conformaron, a la vez, una piedra de tope para la expansión de la ambición mercantil y capitalista. La nueva clase era la paradoja misma: el elemento indispensable para la producción capitalista y a la vez su posible destructor. Los obreros y obreras mediante su organización y movilización eran una clase que fracturaba el orden y se necesitó imponer nuevamente el proyecto centralizador $antiaguino, masacres en Iquique y represión a las organizaciones obreras que proliferaban por el territorio nazional.
Luego de la breve fase de sustitución de importaciones, implementada desde 1936 hasta el gobierno de Allende, nuevamente el proyecto centralizador se impone. Por más que Allende propugnó por una descentralización, el gobierno de la Unidad Popular no pudo superar el carácter omnipresente y el peso de $antiago. Además el proceso de la Unidad Popular por muy valioso que halla significado en términos políticos y culturales, responde a una visión cupular de cambiar la historia ocupando el aparato estatal. Ocupar el Estado que es una situación centralizada y jerárquica, difícilmente ayudará a descentralizar territorialmente el país.
Aunque, y por supuesto, la dictadura llega mucho mas allá con su aparataje centralizador y represivo. La Constitución del 80 fortalece las funciones del jefe de Estado, establece intendentes designados y aboga por un modelo centralista y represivo.
Con la Concertación el asunto se prolonga. Las campañas en contra de la disidencia cultural mapuche son la obvia trayectoria que toma un accionar estatal que históricamente ha intentado eliminar toda cultura, clase o grupo que se contraponga a las elites dominantes. Todo territorio que tenga su propia visión de la sociedad será una amenaza para el Estado, el cual busca aglutinar, centralizar e institucionalizar todo desde arriba y el centro. Al capital siempre le vendrán bien las capitales y $antiago hace el juego bonito en nuestro $hile.
Aun así con esta carga histórica y represiva encima las regiones chilenas, las pequeñas ciudades, los pueblos y las otras etnias siguen practicando su cultura, abogando en la práctica por una descentralización, luchando en sus territorios, entendiéndolos mejor que lo que pueden entender los burócratas estatales sentados en pupitres $antiaguinos.
Acción y reacción: “El Territorio contra la Hegemonía”
Aysén nos muestra que un territorio es capaz de organizarse y bloquear rutas, manifestarse activamente e imponer demandas sentidas por gran parte de sus habitantes. Un lugar apartado y en los extremos es capaz de levantarse contra el centralismo hegemonizador que propugna el Estado $hileno.
Son pobladores, trabajadores, estudiantes, etc., gente común y de base quienes se están haciendo escuchar, no las cúpulas de dirigentes de partidos añejos ni sindicalistas corruptos, quienes forman parte de esta institucionalidad que solo funciona como un freno a la protesta y reivindicación social principalmente a través de mecanismos burocráticos haciendo creer que todos los problemas son técnicos. Es por eso que el Estado no ha podido entender el conflicto, porque no tiene a su disposición dirigentes que centralicen el descontento y lo transformen en mesas de diálogo y mediación. Creemos que lo que guía el proceso es el verdadero sentir de los habitantes de una territorialidad, los cuales se declaran como “algo” distinto a lo que intenta imponer el Estado centralista $hileno.
El problema para el movimiento surge también cuando aparecen personalidades quienes nuevamente pretenden “dirigir” y manipular. Justamente esto es lo que buscará el Gobierno, a través de represión, cooptación de dirigentes sociales de base y división del movimiento con un discurso desligitimador desde los medios masivos.
El Gobierno y los medios intentarán, si se rompe el cerco comunicacional, que surjan rostros y caudillismos que se separen de la base y rompan la horizontalidad espontánea con que se ha dado la revuelta, con los cuales se pueda negociar y encausar, algo similar ocurrió con el surgimiento de Camila Vallejo como dueña de un movimiento que no le pertenecía. Esta es una problemática histórica de los movimientos sociales.
También vemos una influencia directa de la experiencia vivida en Magallanes, donde uno de los temas centrales también fue el costo de la energía, y se generó un movimiento social amplio que confluía en la búsqueda de garantías sociales.
Por otro lado el accionar de la institucionalidad sigue manteniendo una línea similar a la que ya hemos visto. Por una parte generan cortinas de humo y un fuerte bloqueo comunicacional, espectáculo y fanfarria por todos lados siendo parte importante: el fútbol, la farándula, la tecnología, y la prensa amarillista. La represión de la policía militarizada del Ministerio del Interior, guiada por una doctrina del terror, hace un despliegue desproporcionado de recursos ante la movilización, junto a una constante violación de los derechos humanos y accionar ilegal, que pasa por bloqueo de redes sociales y de cuentas de personas específicas como también de seguimientos, hostigamiento y procesamiento a compas caídos en enfrentamientos con penas que podrían ser “ejemplificadoras” –entendiendo que el discurso oficial criminaliza a todo quien se salga del rebaño-. También vemos una invisibilización del discurso y del movimiento social real que tiene una base peticionista (demandas economicistas), pero también un sentimiento por la descentralización del poder. Un sentimiento que busca que los problemas de su vida no sean decididos a miles de kilómetros de distancia por individuos de un territorio y una clase distinta a la de los pobladores, trabajadores y estudiantes movilizados en el sur del país. En suma lo que se pide en el fondo es la autonomía de los individuos y dispersar el poder, aunque por supuesto aún con un lenguaje peticionista y muchas veces ciudadano.
Los medios y el Gobierno podrán acento en que la problemática solo es producto de cuestiones técnicas o a lo sumo económicas, pero nunca desvelarán la verdadera realidad del problema, el cual es que vivimos en un país extremadamente centralizado y desigual que no es capaz de entender las problemáticas, ritmos de vida, y culturas de territorios tan apartados como Aysén. Se intenta instaurar una discusión de tecnócratas en la que solo pueden hablar los “expertos”, se consulta a especialistas, se crean comisiones, y se desvía la atención de los temas y decisiones que son principalmente políticas y en las cuales todxs deben participar.
El movimiento tiene fuerza porque presiona mediante el bloqueo de ruta y abastecimiento, imposibilitando el funcionamiento normal del empresariado y su flujo de capitales. Se usa al empresario para que éste sea quien realmente presione al Gobierno y busque una solución, pese a que de alguna manera “empresariado y gobierno son lo mismo”. El Gobierno no busca solucionar ningún problema de la gente, su principal objetivo es restablecer la explotación de recursos, es por esto que se militariza la zona, el orden es trascendental para continuar con el normal flujo de capitales. Los pobladores por una parte negocian el orden por garantías estatales que mejoren la calidad de vida, en tanto empresarios y Gobierno buscan reducir el problema y que tenga el menor alcance posible, pero tampoco quieren dar el brazo a torcer pues esta batalla podría marcar precedentes para el resto de las regiones que posan sus ojos en la experiencia patagona, por tanto se utiliza la criminalización, las mentiras, la ilegalidad, el miedo, la represión y el cansancio como arma para desmovilizar.
Aún con todo el miedo impuesto por el Estado los ayseninos siguen protestando principalmente utilizando la acción directa, bloqueos de rutas, utilizando la desobediencia civil y el desacato a la autoridad. Esto nos demuestra que las prácticas confrontacionales que desbordan el discurso ciudadanista del “buen manifestante” son acciones necesarias para imponer demandas y luchas sociales. La violación de la sagrada legalidad constituye un elemento inevitable en la construcción de alternativas que se opongan al Estado y el empresariado.
Para concluir podemos ver las dos contrapartidas de un conflicto. Por una parte un conflicto de intereses entre la clase política y la empresarial con amplios sectores sociales, entre ellos sectores populares. En suma vemos esbozos de una inminente lucha contra las diversas formas de opresión, entre pobladores trabajadores y estudiantes, contra la clase politica y empresarial. Por otro lado vemos que el conflicto no es solo entre “clases”, sino que también tiene una dimensión territorial y cultural. De esto sacamos que la solución al conflicto jamás será económica como podría afirmar el Gobierno e incluso muchos ayseninos que están luchando por demandas muchas veces peticionistas y economicistas, sino que la problemática se solucionará con una crítica radical a la concentración del poder y una apuesta sincera por recuperar la autonomía de los territorios, o sea por descentralizar y dispersar el poder.
La vigencia actual de los territorios. Por una salida autónoma y descentralizada al capitalismo.
“Por fin los científicos al servicio de los dirigentes tuvieron que admitir, no solo que la Tierra no fuera el centro del universo, sino que además el universo no tuviera ningún centro, y que el espacio en sí es algo que se mueve, se dilata y se contrae. […]
Para el sistema, disciplinar los puntos de vista es imprescindible justamente porque la realidad es policéntrica y si nosotros asumimos esta verdad con todas sus consecuencias, habrán perdido la guerra ideológica ”
Anónimo/a. ’23 tesis en torno a la revuelta’.
Aunque $antiago y el centro siempre quiera imponerse, los territorios siguen siendo los que mejor conocen sus ritmos y dinámicas. Siguen resistiendo culturalmente, podemos ir al Norte de $hile y aún se conservan fiestas populares, bailes ancestrales y tradiciones familiares que siguen poniendo un acento comunitario a las relaciones sociales. En el Sur de $hile también existe una rica tradición cultural que se contrapone al modelo individualista que propugna, por ejemplo, una mega-ciudad como $antiago. Lo cierto es que culturalmente, geográficamente y socialmente las periferias del país son diferentes al centro. No puede imponerse el modelo y el ritmo de vida de una ciudad como $antiago al resto de las regiones como si nada, así tan simplemente y creyendo que las regiones no se van levantar. Ahí esta Aysén.
Las ciudades extremas y pequeñas tienen una cohesión distinta, se establece principalmente una unión territorial que permite la solidaridad entre diversos sectores que confluyen en un espacio, cosa que se grafica muy bien en el lema que han levantado: “tu problema es mi problema”. Esto es una diferencia a lo que vemos en las grandes urbes donde todo es mucho más sectorial, donde solo se juntan estudiantes de universidades públicas, o trabajadores de un sindicato, pero estos mismos no se unen como pobladores, vecinos o habitantes que diariamente convergen en el mismo territorio. Las demandas de los estudiantes, sindicatos, profesores o cualquier sector aún no son capaces de superar el gremialismo y establecerse en una demanda territorial como sí lo logran los manifestantes de Aysén.
Poner el ojo en los territorios es apostar por una descentralización y desechar una visión totalizante de ver la política. Esto nos reafirma que no existe “El proyecto político” o el “proyecto verdaderamente revolucionario”, sino que existen una multiplicidad de proyectos que cada territorio propone según sus ritmos y su realidad. Esta reflexión nos lleva a la importancia de la multiplicidad de luchas descentralizadas y coordinadas frente a cualquier proyecto aparentemente “revolucionario” pero a las finales propuesto desde el centro y la uniformidad. La coordinación de estos territorios autónomos puede significar una apuesta mayor para superar el capitalismo, con su lógica centralista, burócrata y jerárquica. Esta coordinación solo puede darse de manera real si la gente es capaz de reconocerse en sus vecinas y vecinos, generando prácticas horizontales, naturales y cotidianas, alejadas del autoritarismo, la individualidad aislante y las direcciones que puedan tratar de encausar ciertas vanguardias minoritarias, afanosas por insertarse.
Difundir lo que pasa en Aysén es muy importante, porque nos permite básicamente comunicarnos. Pero quizá uno de los mayores aportes que podemos hacer es unirnos a esta lucha contra el centralismo impuesto, comprendiendo y haciéndonos parte de nuestros propios problemas, que si lo pensamos, son similares en muchas partes de $hile y el mundo. Podemos partir recuperando nuestras relaciones humanas y comunitarias, expandiendo nuestras propias visiones y no imponiéndolas sobre el resto.
Confiamos en la capacidad que tenemos de comprender en profundidad la sociedad que se nos impone hoy desde los sillones del poder y por lo tanto, apostamos a que el trabajo político apunte a entregar herramientas que faciliten y agilicen esta comprensión de que somos parte de una clase explotada.
Por lo mismo proponemos y apostamos por una forma de organización que supere el direccionamiento de vanguardias, grupúsculos y demases. No dudamos de las buenas intenciones de muchos compañerxs, lo que sí dudamos es de que si esta dinámica nos llevará algún día a la real y necesaria liberación de todxs…
Pero esto no quiere decir en ningún momento que desconozcamos la necesidad de tener los objetivos claros y las críticas bien dirigidas. Vemos la necesidad de aumentar la profundización de nuestras reivindicaciones, pasando del peticionismo economicista y las demandas ciudadanas, hacia la autonomía, a la autogestión y al apoyo mutuo, los cuales más allá de ser viles conceptos dentro de verborrea pseudorevolucionaria, son prácticas que necesitamos concretar en nuestro día a día. Sabemos que esto no se logra por combustión espontánea, por eso pensamos que aporta el masificar todas las formas de educación popular y libertaria, soberanía alimentaria, permacultura, debates, intervenciones, autoeducación, talleres, actividades a beneficio, recuperación de nuestra memoria histórica, discusiones en nuestros espacios cotidianos, etc., que se conviertan en herramientas reales con las que podamos tomar las riendas de nuestras vidas –para poder soltarlas también- y no continuar siendo parte del rebaño de ningún proyecto, ya sea estatal o aparentemente “revolucionario”. Esto no obedece a ningún fetiche anti-organizativo (como lo denuncian los autoritarios amantes de los “reales programas, estrategias y vías revolucionarias”) sino una crítica a cuáles son los reales objetivos de las organizaciones hoy: ¿Dirigir o ayudar a que la gente dirija su vida? No podemos liberar a nadie -porque no existen los superhéroes- y porque muchas de las ataduras están en nosotros mismos. No nos podemos liberar solos, pero tampoco podemos liberar al resto, por eso tiene que haber un empoderamiento y una autoliberación.
Aysén pone hoy una vez más en la “opinión pública” la necesidad de replantearnos como sociedad -tanto desde lo individual como de lo colectivo- para superar las lógicas que, durante siglos, nos ha impuesto el status quo al servicio de la economía mundial.
Hoy Aysén se levanta, con sus miedos e inseguridades, pero completamente claros de que “es sacrificado, no es cómodo… pero cuando esta lucha se gane, esto va a ser para todos” como bien decía un testimonio de una compañera de la zona.
Las ayseninas y ayseninos están volviendo a despertar aquella lucha que los medios, el espectáculo, la educación y los valores de la mercancía han querido dormir en esta democracia de cuento y que hoy se expresa y complejiza en conflictos culturales y de cosmovisión, territoriales, étnicos, de género y clase.
Aunque el poder hegemónico y centralizado del Estado busque imponerse siempre existirán iniciativas que, desde las periferias, se enfrentarán a él canalizando el sentimiento de descontento, pero también con el sentimiento creativo que tienen todos las y los seres humanos.
Escrito por MetiendoRuido
3 marzo, 2012
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