La sustitución de los combustibles fósiles ha ocasionado enfrentamientos entre científicos que aseguran que los monocultivos de biocombustibles ocasionan escasez de alimentos y generan mayor contaminación al ambiente, debido a una mayor emisión de gases contaminantes, así como la destrucción de bosques.
Ante esta realidad, varios gobiernos han decidido limitar los recursos destinados a promover la producción de biocombustibles. Sin embargo, la batalla entre activistas ambientales contra un lobby cada vez más poderoso de empresas del sector de energías renovables y grupos de agricultores deja en evidencia los intereses reales de estos grupos que dominan la producción de los biodiesel.
El biodiesel hecho de aceite vegetal virgen, aceite de palma y aceite de soja tiene tres veces más emisiones de gases de efecto invernadero que el diésel fósil. Además, el cultivo de palma impulsa la deforestación en el sureste de Asia, América Latina y África.
Aunque la industria del biodiesel pone en duda estos estudios científicos, los gobiernos de la Union Europea (UE) cambian lentamente de rumbo de sus políticas energéticas.
«En junio, legisladores de la UE acordaron limitar la cantidad de biocombustibles a base de cultivos para cumplir los objetivos del bloque en materia de energías renovables. (…) dicen que la eventual disminución de la demanda del mercado dará lugar a que el uso de aceite de palma se elimine gradualmente después de 2023, lo que resultará en la erradicación del aceite de palma de Europa para 2030», informó el portal Deutsche Welle.
No obstante, este giro no convence del todo a ambientalistas que consideran que los legisladores han debido ser mucho más restrictivos, mientras otros consideran que la transición a los biocombustibles avanzados de segunda generación, que no se basan en cultivos alimentarios sino en sustancias como las algas, será clave pero carecen de inversión.
Corporaciones mandan en USA
En Estados Unidos, se impulsa el uso de los biocombustibles debido a que los productores de maíz son claves para las elecciones presidenciales. Caso parecido en Brasil, donde el Gobierno no toca a la poderosa industria del etanol.
Los grupos ambientalistas siguen presionando para que se eliminen los subsidios a los combustibles basados en alimentos y se establezcan políticas que incentiven el desarrollo de biocombustibles avanzados. Pero, como todo economista sabe, la exención fiscal genera ganancias que el beneficiario no está dispuesto a perder y para ello puede invertir recursos para mantenerla.