Este año, el consumo de carne per-cápita ha tenido su mayor caída en 9 años: un 3%, lo cual representa la reducción más grande desde el 2000, según la FAO (Food and Agriculture Organization of the United Nations).
La agencia de las Naciones Unidas reporta que la combinación de las dificultades económicas relacionadas al Covid-19, las complicaciones logísticas como restricciones de transporte, y una radical disminución en la demanda del sector de restaurantes ha llevado a esta caída en la demanda global.
Otro factor clave son los cortes en la industria de envasado de carnes, que se ha convertido rápidamente en uno de los puntos con más casos de contagios del virus en varios países del mundo. Casos de fiebre porcina africana en Asia también contribuyeron a esta disminución, lo que llevó al sacrificio de un cuarto de los cerdos del mundo.
Pavimentando el camino para una nueva dieta
Mientras el consumo de carne está bajando, en algunos países como Estados Unidos la demanda por productos basados en plantas se ha incrementado en un 53%.
«Además de las razones logísticas, la pandemia también ha llevado a muchas personas a cuestionar sus hábitos alimenticios. Reportes de las Naciones Unidas sugieren fuertemente que nuevas pandemias, similares a esta, o incluso más serias, podrían volver a ocurrir si no transformamos nuestro sistema alimentario”, explica Diamela Covarrubias, coordinadora de Sinergia Animal en Chile.
Aún cuando el origen del Covid-19 no es totalmente conocido, se sospecha que su propagación ocurrió de forma directa desde animales salvajes a humanos. Pero en términos de riesgos de nuevas pandemias, los animales mantenidos en grandes granjas industriales son también considerados un riesgo importante.
De acuerdo con las Naciones Unidas, 75% de los patógenos que surgieron en la última década se originó en animales y en represas, mientras que la irrigación y las granjas industriales están relacionadas con un 25% de enfermedades infecciosas en humanos.
Según el Programa por el Medio Ambiente de la ONU, animales como vacas, cerdos, y pollos pueden ayudar a propagar enfermedades porque son comúnmente criados en “condiciones menos que ideales” para lograr mayores niveles de producción, y son genéticamente muy similares, lo que los hace también más vulnerables a infecciones que las poblaciones genéticamente diversas.
Para agravar la situación, la mayoría de los animales explotados en la industria alimentaria están en granjas industriales, instalaciones que confinan miles de animales juntos y no permiten la distancia física entre ellos.
Asimismo, la intensificación de la producción animal está causando deforestación, cambio climático, pérdida de biodiversidad y trae a los animales -y las enfermedades que ellos portan- más cerca de los humanos. Todos estos factores para la propagación de nuevas enfermedades pueden provocar futuras pandemias.
Al mismo tiempo, el brote de infecciones de coronavirus en mataderos y plantas procesadoras -desde Estados Unidos a Brasil y Alemania- ha puesto la gran contaminación de los trabajadores de la industria cárnica en el centro de atención.
«En este contexto, hay cada vez mayor consenso con respecto a la idea de que nuestra sociedad necesita ser menos dependiente de los productos animales para tener un mejor futuro», comentó Covarrubias, quien agregó que «con una lenta disminución de la demanda de carne, mientras el mercado a base de plantas aumenta, pareciera que estamos pavimentando el camino a un cambio real en nuestro sistema alimentario».
Para apoyar a los consumidores que están dispuestos a cambiar a una dieta más sustentable, compasiva y saludable, la ONG Sinergia Animal ofrece un programa gratuito llamado Desafío 21 Días Veg, donde los inscritos están invitados a probar nuevos hábitos alimenticios durante 21 días. En este período, ellos reciben emails diarios con recetas, apoyo nutricional y consejos sobre cómo seguir una dieta basada en plantas.
Vía Sinergia Animal