Marion Nabatanzi, una ugandesa de 39 años, sorprende al mundo al posar en fotografías rodeada de niños y jóvenes. Ella ha sido catalogada como la mujer más fértil del mundo. Por un asunto genético, ha dado a luz 44 hijos en tan solo 15 partos.
Su historia puede ser única, pero ilustra una práctica perniciosa en su nativa Uganda: el matrimonio infantil, que aunque es ilegal, sigue siendo común. Según UNICEF, cuatro de cada diez niñas ugandesas se casan antes de cumplir 18 años y una de cada diez antes de cumplir 15, reseñó el portal RT.
Nabatanzi, de 39 años, nunca fue a la escuela porque su padre la casó a la edad de 12 años con un hombre mucho mayor a cambio de vacas. Un año después, Mariam dio a luz a sus primeros gemelos y siguió teniendo bebés hasta hace unos años.
El padre de Mariam arregló su matrimonio. «Estaba allí cuando trajeron vacas y cabras, pero no sabía que era mi dote», dijo ella. Al igual que Mariam, la mayoría de las jóvenes obligadas a casarse obedecen a sus padres.
En algunos distritos ugandeses, los mercados regulares del centro de la ciudad son conocidos como sitios donde «ocurren las transacciones matrimoniales», dice Margherita Kello de la agencia de ayuda, Plan International.
Las familias a menudo ven el matrimonio precoz como una forma de proteger a las hijas de las atenciones masculinas, el sexo prematrimonial y el embarazo, así como un medio para defender el honor familiar.
Sin embargo, en realidad, tiene el efecto inverso de la actividad sexual temprana, que causa un embarazo temprano. También es un obstáculo significativo para la educación.
Los embarazos de Marion Nabatanzi son de gemelos, trillizos y hasta cuatrillizos llegando al punto de tener 23 varones y 21 hembras con seis pérdidas.
Afirmó que era algo «normal» porque su padre había tenido de la misma manera 45 hijos en varios matrimonios, su particularidad es un aspecto genético.
Durante su vida ha tenido seis gemelos, cuatro juegos de trillizos, seis juegos de cuatrillizos y solo dos nacimientos únicos.
Lamentó que su esposo nunca ha estado presente en la crianza de sus hijos. De hecho, suele maltratarla y humillarla cuando está en casa.
Como madre debe costear diario 10 kilos de maíz, 7 kilos de frijoles y 4 kilos de azúcar para alimentar a su familia.
Sin embargo, sueña con un mejor futuro para ellos. “Tengo la esperanza de que mis hijos vayan a la escuela porque todos tienen grandes ambiciones de ser doctores, maestros y abogados. Quiero que logren sus sueños, algo que no pude hacer yo”.
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