La autorización por parte de la Unión Europea de la fusión de Monsanto y Bayer pudiera llevar a las autoridades estadounidenses a ceder y aprobar la compra de la estadounidense por parte de la firma alemana.
El plan de Bayer para obtener la aprobación del regulador antimonopolio de EEUU para la compra del abastecedor de semillas estadounidense Monsanto todavía no ha satisfecho a funcionarios del país, a los que les preocupa que la fusión por 62.500 millones de dólares.
Preocupaciones que tocan también a los países latinoamericanos que practican agricultura industrial y que mantienen acuerdos con esas empresas o con algunas de sus subsidiarias, porque quedarán sujetas a las reglas que imponga el nuevo oligopolio.
Aunque las autoridades brasileñas han dado el visto bueno al acuerdo, muchos agricultores han manifestado su preocupación por la rentabilidad de sus cultivos y el impacto que la fusión va a tener en los precios de los fertilizantes, venenos agrotóxicos (pesticidas) y semillas.
Concentración oligopólica
Al concretarse la unión entre Bayer y Monsanto, dos terceras partes del mercado global de semillas y más del 70% del de pesticidas quedará en poder de solo cuatro compañías.
Para la periodista Lucía Sepúlveda, de la Red de Acción en Plaguicidas y sus Alternativas en América Latina (RAP-AL), esto muestra cómo “avanza el dominio global de las corporaciones por sobre los estados”, según refiere un reportaje del portal elciudadano.com.
Eso significa, por un lado, que se extiende la propiedad privada monopólica sobre más ámbitos comunes (microorganismos, reproducción de los suelos, etc) y, por otra parte, que los cuatro gigantes de la agroindustria se apoderan de componentes cruciales para la seguridad alimentaria global, refiere el reportaje.
En la región hay una enorme dependencia hacia Monsanto en el caso de la agroindustria de Brasil, Argentina, Paraguay y México, naciones en las que se cultivan los transgénicos. Especialistas aseguran que mientras más dominante sea esa corporación en un país, más vulnerables quedan las industrias nacionales, privadas o públicas.
También podrían verse impactadas negativamente las pequeñas empresas nacionales de semillas y agroquímicos, «si se permite la actuación de la nueva mega corporación» en los países de América Latina.
Recientes investigaciones aseguran que los impactos de la fusión Bayer-Mosanto en la región pueden ser tan profundos como el asalto a la investigación pública, tal y como sucede en México, donde Monsanto patrocina programas en la Universidad Nacional.
La concentración de los negocios agrícolas y las actuales megafusiones son una prueba de que los gobiernos no han sabido manejar el tema en función del interés público.
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