Es en los bosques áridos del Chaco en Paraguay el gobierno pretende consolidar el rebaño bovino más grande del mundo, compuesto por unas 20 millones de cabezas de ganado .
Ambientalistas e indigenistas, advierten que el negocio de ganado en Paraguay crece a una velocidad tan alta como los datos de deforestación ilegal y las denuncias sobre trabajo forzado de indígenas y niños.
Por eso, al gobierno local y al sector productivo se les presiona cada vez más a mirar con cuidado al Chaco, porción occidental paraguaya en donde la ganadería se viene expandiendo en lo últimos años.
Aunque ocupe casi 60% del territorio paraguayo el Chaco concentra solamente 3% del total de habitantes. “El Chaco es hoy la ecorregión que sufre la mayor deforestación en el mundo”, explica Alberto Yanosky, director-ejecutivo de la organización ambientalista Guyra. “Estamos derrumbando bosques nativos para producir carne”, completa.
En noviembre del año pasado, la deforestación llegó a su zenit, ya que a lo largo del mes 2 mil hectáreas de vegetación nativa se deforestó a diario. De acuerdo con el monitoreo por satélite realizado por Guyra, al menos un tercio del Chaco ya se convirtió en pastizal para alimentar la mitad de todo el rebaño bovino paraguayo.
Exclavitud campesina e indígena
En el ámbito laboral, las noticias tampoco son esperanzadoras. Está previsto para septiembre el lanzamiento de un esperado informe de la Organización de las Naciones Unidas (ONU) sobre trabajo forzado y esclavitud por endeudamiento de las comunidades indígenas en la región. Además, las recurrentes denuncias de sindicatos y movimientos sociales, y las escasas inspecciones laborales realizadas hace poco provocaron una alerta.
“El Chaco es hoy la ecorregión que sufre la mayor deforestación en el mundo”, explica Alberto Yanosky, director-ejecutivo de la organización ambientalista Guyra
Impacto ambiental
El boom de la ganadería en el Chaco llamó la atención de la Agencia Internacional para el Desarrollo del gobierno estadounidense (USAID, en la sigla en inglés). El año pasado, el órgano publicó una extensa relatoría sobre los impactos socio-ambientales de la inversión de US$ 85 millones que el Banco Mundial, por medio del IFC, hizo en la compañía brasileña Minerva en mayo de 2013 para impulsar sus actividades en Paraguay.
“Grandes exportadores de carne bovina, como Minerva, operan bajo rígidos controles sanitarios”, afirma el relato de la USAID. Sin embargo, “la aplicación de criterios ambientales y sociales en la gestión de la cadena de proveedores es prácticamente inexistente”.
La publicación resalta que la inversión en Minerva se encuadró en la categoría de riesgo A –la más alta, según los parámetros de la propia IFC–. Entre los potenciales impactos negativos, se destacan justamente el incremento de la devastación ambiental, el aumento de los casos de trabajo forzado y el avance de la ganadería en tierras indígenas.