Cuando las personas viajan a Tailandia, buscan explorar tierras asombrosas, probar comidas exóticas y montar en elefante ya que suelen ser las actividades más promovidas como atracción turística.
Producto de esta promoción, la explotación de elefantes y otros animales, se ha convertido en una forma de hacer negocio. Como consecuencia, hace unos días, murió un elefante de 15 años sometido a estas prácticas solo para darles el placer a los turistas de llenar los perfiles de sus redes sociales con fotografías »exóticas». Si bien esta especie de animales suelen alcanzar los 40 años de edad, a raíz de este tipo de vida Sambo sufrió un ataque cardíaco y murió 25 años antes de lo esperado.
La antigua práctica de montar elefantes mientras son controlados por los mahouts (las personas que llevan a cabo este negocio) es muy dañina para estos animales. Estos »santuarios» no son los lugares donde estas criaturas tendrían que estar, ya que según expertos, no nacieron para vivir en cautiverio.
Este es el dudoso «cuidado» que reciben
Se supone que los santuarios tienen la fama de ser lugares donde los animales deberían estar protegidos y bien tratado, lo cierto es que los de Chiang Mai en Tailandia se encuentran lejos de esta realidad idílica.
En condiciones de calor insoportable, son atados a un árbol que les proporciona una mínima sombra para tolerar la temperatura media de 40 grados.
Tratos que no deberían ser necesarios
Quienes se encargan de controlar a los animales lo hacen tirando de sus orejas y gritándoles. Los mahouts les aseguran a los turistas que no sienten dolor, pero en realidad es imposible tener la certeza de que son insensibles a esto.
Además, les gritan muy fuerte, dado que supuestamente los elefantes »no escuchan». Lo cierto es, que estos animales tienen una gran capacidad escucha y esos gritos no hacen otra cosa que estresarlos.
La demanda del negocio y la cruel ignorancia
Durante la temporada alta, entre 20 y 30 personas visitan cada campo de elefantes.
Si bien estos lugares ofrecen mejores condiciones que hace unos años atrás, todavía queda mucho por hacer. Los dueños de estos sitios y también los empleados generalmente tienen buenas intenciones, pero no cuentan con un conocimiento científico y biológico sobre el comportamiento de estos animales. Y ha trascendido que desconocen que sus prácticas pueden ser muy amenazantes para la vida de estas criaturas.
Ver un elefante de cerca no es algo que sucede todos los días y es normal experimentar el impulso de registrarlo y compartirlo con los demás. De todas formas, es importante recordar que se trata de seres vivos, que sienten y sufren igual que nosotros y no merecen estar sometidos a este tipo de tormentos por un simple capricho turístico.
Los expertos ya lo dijeron, »Los elefantes no nacieron para vivir en cautiverio’‘.