«Casilleros debidamente desinfectados, zonas amplias para cotejar, excelente iluminación, servicio de bar-restaurante, guardería y jueces garantizados. Inscripciones por pelea 5 dólares. No se olviden, sábado 15 de agosto en el coliseo internacional de gallos. ¡Ven hermano gallero y vive tu pasión por los gallos! Los esperamos…» Ese es el mensaje que Mauricio C. locuta durante los minutos que hay de publicidad en la radio ECUASURFM.
Cada mañana, además de dar el parte diario de noticias, se encarga de leer las hojas de publicidad que su madre como secretaria ha gestionado previamente. Así es como los ciudadanos de un pequeño pueblo al sur de Loja, (Ecuador), a una hora de la frontera con Perú, se acercan a que Mauricio pase por la radio sus peticiones. A veces son las condolencias de un familiar fallecido, otras anuncios de festejos casi siempre relacionados con el catolicismo y de mayo a noviembre no hay semana en la que no haya un ‘llamamiento’ a toda la provincia a acudir a las peleas de gallos.
Una vez llegado el día, cada competidor se acerca al ‘Coliseo de gallos’, lugar en el que tendrá lugar la ‘lidia de gallos’, y lleva consigo al menos un gallo bajo el brazo en una cesta adaptada para su transporte. Se inscribe, paga 5 o 10 dólares (el precio depende de los organizadores) entra y comienza a preparar a los pollos.
El tiempo de entrenamiento para cada uno de estos animales varía y empieza desde que cumplen el primer año de edad. Así, cada dueño de manera individual entrena a sus gallos, haciendo que el animal vaya de un lado a otro persiguiendo a la mano, «a base de vuelos y revuelos», explica el ‘gallero’ Franklin Cueva, médico y ex-alcalde de la ciudad de Calvas.
Después, la preparación continúa con una ‘mona artificial’, una pequeña marioneta disfrazada que el gallo persigue para picarla. Así hasta que está preparado para el combate. Antes de llegar al coliseo, los dueños les cortan la cresta, les despluman las partes traseras y les cortan parte de sus alaspara que a la hora de la pelea, «no haya complicaciones» dice Jaime Pinzón, uno de los organizadores del evento.
Después, cada animal es pesado por un ‘juez’ y quienes desean competir asientan a sus pollos en una mesa donde cada dueño compara el peso y acuerdan el precio. Sin embargo, a los gallos que no combaten en ese momento se los guardaba en casilleros de madera con unos pocos agujeros para permitirles respirar porque «si se ponen rejas metálicas alguien puede echarles algún veneno e impedir que jueguen, cada uno tiene que vigilar sus propios gallos», explica Pinzón.
Más tarde, empiezan las apuestas, el dinero pasa de mano en mano y, mientras tanto, los dueños colocan unas pequeñas espigas en la parte trasera de las patas del gallo, denominadas ‘espuelas’, que sirven para ‘picar’ al contrincante. Una vez listos el sonido del silbato del juez da comienzo a la pelea.
Según explica el organizador, en una noche se puede mover la desorbitante cantidad de 100.000 dólares. Y no es llamativo si se tiene en cuenta que un gallo, si es bueno en las peleas, puede llegar a costar hasta 1.000$. Así pues, en un combate se puede llegar a apostar desde 100 hasta 1.000 dólares, «la apuesta está supeditada a las posibilidades económicas de cada uno, lo importante es participar», explica Cueva. Aquel 15 de agosto, Jaime Pinzón llegó a perder al menos 600 dólares, sus tres gallos acabaron heridos y desbancados en los tres ‘concursos.’
«Aquí hay mucho lavado de dinero», explica Douglas Paredes portavoz en Ecuador de la organización animalista iberoamericana AnimaNaturalis. Según cuenta al año y según los registros de las asociaciones, al año puede haber unas 2.500 peleas de gallos sin contar las ilegales. Además, explica que esta práctica no está tan afianzada en Ecuador como en Colombia, Puerto Rico, Perú o Venezuela. «No es una actividad que esté demasiado masificada.» Pese a que la pelea de gallos recogida en este artículo fue grabada en una zona de meseta, esta práctica es más común «en la zona de la costa.»
Con respecto a la ética de esta práctica Franklin Cueva defiende que es una tradición cultural donde se enfrenta a un «gallo con otro gallo» y que «por su naturaleza tienden a enfrentarse.» «Si dejáramos solos a los gallos de combate, de 6 u 8 meses de edad, los encontraríamos al poco tiempo muertos.» «Cuidar estos animales significa mucho dinero para quienes los crían, ¿a cuántas personas están dando trabajo?» En contraposición, AnimaNaturalis considera que «los gallos Como cualquier animal cumplen un rol como en la naturaleza. Así como no hay toros para la tauromaquia no hay gallos para la pelea. El gallo solo cubre un rol social de reproductor y macho alfa, pelean pero no se matan.»
Hasta ahora, con respecto al maltrato de los animales se ha llevado a cabo la abolición de la tauromaquia, a través de una normativa popular, en tan solo la capital del país, Quito. «En los toros es más fácil porque existe un maltrato evidente. En tema gallos es más complejo porque enfrenta a dos animales, el espectáculo no es tan sangriento como es en la tauromaquia», explica Douglas Paredes. «Queremos que se lleve a cabo una abolición , pero primero debe haber una abolición social.»
Hasta que esta abolición llegue a todos los ámbitos y a todo el país Douglas cree que deben de pasar más de diez años, mientras tanto Mauricio seguirá pasando por la radio las invitaciones a este tipo de eventos tan arraigados en el país.