¿Cuántos se han preguntado por qué las hormigas obreras tienen una fuerza excepcional? Una reciente investigación científica, publicada en la revista Frontiers in Zoology, descubrió el enigma tras analizar los músculos y el esqueleto interno de estos diminutos insectos.
Investigadores de la Universidad de Graduados del Instituto de Ciencia y Tecnología de Okinawa (Japón), y de la Universidad de la Sorbona en París (Francia) hallaron la respuesta. Los resultados del estudio fueron reseñados por la agencia Sputnik.
Efectivamente, las hormigas obreras son capaces de levantar y arrastrar objetos que pesan mucho más que ellas y transportarlos hasta sus colonias. Bien, resulta que su fuerza es un resultado directo de la pérdida de la capacidad de volar.
«Las hormigas obreras evolucionaron a partir de insectos voladores. Siempre hemos asumido que perder el vuelo les ayudó a optimizar sus cuerpos para trabajar en el suelo. Sin embargo, aún tenemos mucho que aprender sobre cómo logran esto», explicó Evan Economo, director de la Unidad de Biodiversidad y Biocomplejidad del instituto japonés.
Según Sputnik, los investigadores obtuvieron una imagen bastante detallada del interior del tórax. Luego, analizaron sus características generales comunes y las compararon con las llamadas reinas voladoras.
Cómo estudiaron la anatomía de las hormigas
Para ello, utilizaron tecnología avanzada de rayos X y tomografías computarizadas con una resolución mucho mayor. A partir de esas imágenes, mapearon todos los músculos y los modelaron en 3-D. El resultado fue una imagen completa del interior del tórax.
Seguidamente, compararon los hallazgos de estas dos especies con otras hormigas e insectos sin alas. De esa manera, determinaron que la pérdida de vuelo había permitido una clara reorganización del tórax.
«Dentro del tórax de la hormiga obrera todo se integra maravillosamente en un espacio diminuto. Los tres grupos de músculos expandieron su volumen, dándole más fuerza y poder. También se observó un cambio en la geometría de los músculos del cuello, que soportan y mueven la cabeza«, concluyó el difunto Christian Peeters, autor principal del artículo y profesor de investigación en la universidad parisina