Durante esta semana el gobierno francés decidió prohibir la comercialización de huevos de gallinas enjauladas. La medida se hará efectiva en 2022 y apunta a que todos los huevos provengan de gallinas criadas en espacios abiertos. La decisión plantea un gran desafío para un gigante de esta industria ya que Francia es el mayor productor de huevos en el continente.
Considerando que los motivos que llevaron a la administración del presidente Macron a tomar esta decisión -las condiciones en que viven los animales y el efecto que estas tienen en la salud humana-, el caso chileno es preocupante. Solo el 1% de los huevos que se consumen en los hogares de nuestro país viene de una «gallina feliz». Por su parte, la industria donde este alimento proviene de gallinas enjauladas se toma el 99% del mercado.
Renato Maino, fundador de Gallina Feliz, una empresa que comercializa parte de ese 1%, señaló en entrevista con Emol que el caso francés “no es algo imposible de creer para Chile… pero como para 2035”. Para él los costos de producción que tiene erradicar la industria, aumentaría demasiado el precio de venta de los huevos.
En Gallina Feliz tienen 20 mil de estas aves y usan una hectárea cada 3 mil de ellas. Sumando el resto de gastos asociados a la producción, el costo «es casi el doble que el de una gallina enjaulada”, señala Maino.
Otra empresa similar a Gallina Feliz es Ecoterra. Pablo Albarán, gerente general de esta última, describe las condiciones en que vive uno de estos animales en cautiverio. “Una gallina enjaulada vive como en una hoja de tamaño carta, no se puede parar, no ve la luz del sol, está parada sobre una reja toda su vida, se le encorvan los dedos, se le rompen los huesos porque no tiene movimientos y no crea musculatura, es algo macabro”, describe.