El tráfico de especies en peligro de extinción es una realidad angustiante. El último incidente conocido es el robo de 123 crías de tortugas gigantes de un establecimiento de reproducción en las Islas Galápagos.
«Todos fueron capturados a la vez, 123 en total. Fue un robo», dijo Washington Paredes, una anutoridad local, a la agencia AFP. «Las tortugas están ahí. Si alguien quiere entrar por la noche y robar, puede hacerlo», agregó, explicando que el complejo de Isla Isabella no tiene muchas medidas de seguridad.
Las islas volcánicas del archipiélago de las Galápagos, a 906 kilómetros de la costa de Ecuador, albergan muchos organismos endémicos, incluidas varias especies o subespecies de la icónica tortuga gigante. De los aproximadamente 15 tipos morfológicamente distintos de tortugas gigante que había en Galápagos cuando los humanos llegaron por primera vez, a fines del siglo XVI, cuatro tipos están extintos y el resto va desde amenazados hasta en peligro crítico.
Según el Telegraph, los jóvenes desaparecidos pertenecían a las variedades Chelonoidis vicina y Chelonoidis guntheri. Esta última, también conocida como tortuga de Sierra Negra, se encuentra en Isla Isabela, cerca del Volcán de Sierra Negra. La primera es conocida coloquialmente como tortuga gigante de Isabela. Debido al rango de superposición de las dos tortugas, muchos investigadores han sugerido agruparlas en una sola especie; sin embargo, esto sigue siendo tema de debate.
Independientemente de sus designaciones científicas exactas, todas las tortugas gigantes del archipiélago son ejemplares notables, debido a sus impresionantes adaptaciones. Chelonoidis es la tortuga viva más grande, con un crecimiento de hasta 1,87 metros y 385 kilogramos durante sus más de 170 años de vida útil. Gracias a su enorme cuerpo en forma de cúpula, las tortugas tienen espacio para un importante almacenamiento interno de agua y grasa que, combinados con su lento metabolismo reptiliano, les permite pasar todo un año sin recursos.
Lamentablemente, estos rasgos son los que causaron que las tortugas fueran cazadas hasta casi erradicarlas. Cuando los exploradores, piratas y balleneros comenzaron a utilizar las islas Galápagos como escala en sus viajes, pronto se dieron cuenta de que las tortugas nativas eran excelentes recursos de almacenamiento de alimentos a largo plazo. Los cientos de miles de criaturas, lentas e indefensas, eran arrancadas de las islas y transportadas vivas a bordo de los barcos hasta que se requería de su carne y fluidos internos.
La destrucción del hábitat y la introducción de especies no autóctonas también ha cobrado su precio. Los científicos creen que antes de la llegada de los humanos, la población total era de aproximadamente 250.000, la que se redujo a 3.000 en la década de 1970. Las estrictas medidas de protección, combinadas con programas de reproducción como el de Isla Isabela,han ayudado a la especie a recuperarse en alrededor de 20.000 individuos.
En este contexto, una mano negra roba más de cien crías de tortuga endémica, por lo que esta semana se ha iniciado una investigación, como informa AFP. Los perpetradores podrían enfrentar hasta 10 años de prisión si son capturados. Lo bueno es que a principios de este año, una operación de búsqueda y rescate logró devolver ilesas a 26 tortugas adultas, que habían sido capturadas de una de las islas y contrabandeadas a Perú.
Fuente: IFLScience