Eróticas fotografías que sólo se obtienen pagando un privado

Tener acceso a un lugar en el que se reservan los derechos de admisión

Eróticas fotografías que sólo se obtienen pagando un privado

Autor: Andrea Peña

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Tener acceso a un lugar en el que se reservan los derechos de admisión. Una vez adentro, poder ordenar lo que se desee sin preocuparse por la cuenta. Deleitarse con un par de piernas largas girando alrededor de un tubo brillante mientras se espera a que el servicio llegue. Cuando éste es puesto sobre la mesa poder elegir entre varios rostros y cuerpos a quien obedecerá sus órdenes toda la noche, resulta más que excitante para muchos hombres –también mujeres– que deciden invertir en una noche dentro de un centro de entretenimiento para adultos.

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Dentro de un lugar en el que el placer y la diversión son lo único que importa es fácil olvidarse de que las mujeres que trabajan en estos centros también son seres humanos. La piel de las bailarinas en las que se refleja una bola disco es igual de real que la de sus clientes. Ellas piensan, sienten y sueñan de la misma forma en la que estos hombres fantasean con verlas bailar, se imaginan arriba de sus cuerpos o se excitan al verlas en pequeños trajes.

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Los disfraces que estas trabajadoras utilizan son parte de un espectáculo, pero también son la única forma de sentirse otras. A pesar del pago, la diversión o lo mucho que disfruten ser admiradas por decenas de ojos todas las noches ellas no dejan de sentirse propiedad de otras manos.

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Frente a las cortinas que se abren delante de las tarimas resbalosas en las que bailan con zapatillas de 15 centímetros todo se reduce a una exhibición de danza, fuerza, sonrisas y mucha piel. Pero detrás de las cortinas que dividen los cuartos privados del lugar la lentejuela, el encaje y cuero se quedan en el suelo para que la verdadera diversión inicie para los visitantes.

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Bailarinas, artistas, pole dancers, trabajadoras sexuales, prostitutas, “teiboleras” y putas; todos esos son los nombres con los que las personas y mismos clientes se refieren a las mujeres que, por alguna razón, se dedican ha entretener a los visitantes con bailes eróticos. Sin embargo, su historia no termina en coreografías, mucha fuerza muscular y una gran flexibilidad; el espectáculo continúa dentro de las apartados llamados “privados” dentro de los que todo puede ocurrir.

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Desde bailes íntimos, besos tiernos, prácticas sin penetración, hasta sexo rudo, orgías y sadomasoquismo es lo que se sabe, pero no se ve, que ocurre al bajar de la pista. Acostumbradas a la ropa interior de encaje y diminutas proporciones, ellas ya no sienten el frío de una noche lluviosa, pero sí perciben las ansias de ser poseídas y sometidas por algunos que gozan al ejercer dolor. Aún sin pasar detrás de las cortinas de un privado, estas artistas de la noche corren riesgos todo el tiempo.

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Siempre escandalosas o con una gran sonrisa; todo depende del papel que tengan que interpretar cada noche. Marcadas por números como en un rastro en el que se elige la mejor “carne”, están dispuestas a ser escogidas con sólo un dedo, a veces una mirada, para tomar de la mano a su cliente y llevarlo a un lugar más silencioso y reservado. Ahí dentro, sea verdad o mentira, las trabajadoras deben demostrar una gran emoción al sentarse sobre las piernas de un desconocido que en ocasiones les habla al oído, las ve desnudarse con atención y otras veces las acaricia con nula delicadeza.

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Sólo ellas podrían responder si el placer sigue tocando sus cuerpos desnudos al besar a un completo extraño, en el momento en que su figura es expuesta entre cigarros y botellas o durante situaciones mucho más intensas.

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Este mundo de espejos, sillones de piel y mucha lencería continúa siendo un misterio para aquellos que nunca lo han visitado y a pesar de todo resulta interesante conocer, por lo menos desde fuera, qué ocurre y cómo sucede todo allá adentro. “Sex In The City” es la serie fotográfica de la artista Saranya Chalermchai, mejor conocida como “Cherry”, que nos da oportunidad de vislumbrar con mayor certeza qué sucede detrás de las puertas de estos centros de entretenimiento.

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En los clubes donde trabajan algunas mujeres, por necesidad o diversión, desnudándose frente a un público que goza de ver su cuerpo vulnerable frente a él y al mismo tiempo disfruta de su desafiante actuación sobre el escenario, suceden muchas cosas que ni siquiera imaginamos.

En estas imágenes a blanco y negro, en las que los rostros a penas se notan y el cuerpo desnudo se vuelve una regla, podemos encontrar algunas pistas de todo lo que llega a pasar tras las cortinas de un privado y sobre la tarima en la que comienza el espectáculo. Lo que siempre será un misterio sin resolver es lo que estas mujeres piensan cada vez que varios pares de ojos empapados en lujuria atraviesan sus mínimas ropas, cada vez que alguien las elige para pasar una noche entera con una persona que nunca antes habían visto o mientras recorren el lugar para llegar al cuarto donde la palabra del cliente se vuelve ley.

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