Las localizaciones que Joanna Grochowska elige para fotografiar a sus sujetos son varias: habitaciones enmoquetadas, luces omniscientes y espacios al aire libre, pero las poses se repiten y más que seres vivientes estas modelos parecen enormes muñecas de plástico. Bajo la mirada provocadora de la fotógrafa polaca, el cuerpo no es más que algo digno de ser admirado y llevado más allá de los límites de la imaginación. Es un proceso que la artista llama «maniquización sofisticada», la solidificación de la forma humana y el debilitamiento de su espíritu.
«El cuerpo, compuesto en un espacio anónimo sirve como objeto de un deseo voyeur, esperando las recomposiciones anagramáticas e ilimitadas impuestas por la imaginación del espectador». Su trabajo se remonta a una experiencia que vivió cuando tenía tan solo nueve años: «Ver La historia de Nastagio degli Onesti de Botticelli en el Museo del Prado de Madrid. La serie de pinturas que cuentan una historia del Decamerón presenta una escena de la caza en un bosque de pinos, donde una joven desnuda es perseguida por perros y cazada por un jinete con una espada. Cuando cae la víctima, el caballero le abre la espalda y le extra el corazón para alimentar a sus perros».
Grochowska sigue escribiendo: «El propósito es explorar la conjunción entre el juego del dolor y el fenómeno de la belleza».
Encuentra ese punto de encuentro, y otras cosas, en las fotografías de aquí abajo: