La libertad sexual, por ejemplo, es uno de los privilegios que muy pocos se regalan con sinceridad, pues al igual que pasa con un caballo salvaje que se intenta domesticar, la soltura, la autonomía y el encanto de la desenvoltura se van disipando, el garbo se desdibuja poco a poco, la sensibilidad se abandona y la libertad termina en el fondo de todo lo que somos.
Por esa domesticación irracional es que pocas mujeres aún conservan la sensibilidad para disfrutar de su libertad sexual como una criatura hermosa que ferozmente defiende su derecho a sentir con complacencia y a deleitarse de la vida.
Para Sigmund Freud no sólo había un subconsciente reprimido, sino uno dominando por la sexualidad, el cual había quedado debajo de una corteza de racionalidad consciente que no era ni más ni menos que sexo. Como ésta, existen muchas teorías sobre la falsa racionalidad del ser humano con la que logra esconder un mundo de pulsiones, impulsos e instintos, dejando ver que su libertad no es más que una apariencia, una máscara que cubre la realidad, un peso que reprime su libertad.
Sara Lorusso es la fotógrafa que logró expresar en esta serie fotográfica parte de esa libertad con la que la mujer puede sentirse completamente capaz de sentir y disfrutar. Apreciar su alrededor, a ella misma, y recorrerse toda hasta encontrar el punto de inflexión entre el que se encuentra su razón y su instituto, el cual la domina cuando intenta fugarse de la realidad para encontrarse en la belleza de su emancipación, misma en la que se atreve a observar más allá de su piel, a tocar más adentro de su superficialidad y a sentir más profundamente que nunca.