Uno de los momentos más interesantes en la historia reciente sin duda fue el movimiento hippie, particularmente en Estados Unidos, donde muchos jóvenes optaron por salirse del paradigma socioecómico y buscar hacer una vida distinta con mayor cercanía con la naturaleza. «El verano del amor», como le llamaron al momento más representativo de la explosión de la conciencia hippie en San Francisco, introdujo otra vez en el imaginario el sueño de regresar a natura y crecer en una especie de mundo nuevo sin la corrupción de las urbes modernas con sus transacciones pecuniarias. Impulsados por fuertes dosis de psicodélicos y fuertes dosis de ideas revolucionarias y espirituales (mirando hacia Oriente), los hippies formaron «comunas» en las que intentaron erigir, a veces sólo por breves momentos bajo el Sol, estados alternativos, utopías casi o lo que Peter Lamborn Wilson llama «zonas temporalmente autónomas».
Estas imágenes están repletas de nostalgia –por momentos vividos o sólo vistos en el espejo de la otredad cultural. Se trasluce cierta pureza y cierta inocencia en las vidas que dibujaban estos jóvenes de ojos brillantes. Familias hippies que dejaron las ciudades y se llevaron a sus hijos al bosque, a trabajar la tierra y a construir sus casas con sus manos, mientras fumaban marihuana y oían a Grateful Dead. Como una de las personas aquí retratadas por la revista Life dice: «Elegimos dedicarle la vida a Dios y aprender sus lecciones. Él enseña en la naturaleza».
Claro que al hablar de un «movimiento hippie» incluimos a muchas subculturas en un término paraguas. Hay los hippies más religiosos y seriamente devotos; hay también los que fueron seducidos por Pan y Dionisio y acabaron arrastrados frenéticamente en ritos orgiásticos que luego no pudieron cosecharse y participar en el mundo; hay también los hippies que regresaron al mundo (mucho de ellos fueron parte de la revolución informática de lo que hoy se conoce como Silicon Valley, en esa misma zona de California en la que se habían esparcido las ideas de Timothy Leary: «tune in, turn on, drop out»: el LSD dio lugar a la PC. Asimismo, muchas de las ideas que embanderaba «la cultura del amor y la paz» y la espiritualidad ligada a la naturaleza maduraron en cosas como la permacultura, el movimiento «maker» o el DiY, entre otros.
Ver estas imágenes nos sacude el cuerpo y la imaginación: pensar en ese estilo de vida alternativo siempre será algo tentador para el hombre moderno atrapado por la vida corporativa. Afortunadamente, sueños de amor libre en el bosque siguen alimentando una parte de nuestra psique.