A mi amigo, el revolucionario chileno, Guillermo Billeke


Autor: Cristian

Anda y avísale a los compañeros que un trozo de la luna rebelde que nos alimenta se ha desgajado y ha caído pesadamente sobre el pueblo que lo conoció y el que lo conocerá mañana, cuando ganemos para siempre. Anda y avísale a los compañeros que Guillermo Billeke, revolucionario y profesor, agudo como cordillera y escudo de los pobres ha muerto por mano propia, el viernes 28 de diciembre a las 3 de la madrugada.

Anda y dile a los compañeros que también fuimos rodriguistas, más por accidente y urgencia que por manuales. Cuéntales que estuvo preso porque a la violencia de los de arriba hay que encararla por ley histórica desde abajo. Que amaba a su hija como sólo los extraterrestres saben amar y que nació el 21 de septiembre de 1971, cuando despuntaba la primavera, tanto en la naturaleza como en el Chile de Allende.
Anda y avísale a los compañeros que era impulsivo como un corazón y aplicado en los quehaceres. Que odiaba a la autoridad y a la burguesía, y que un buen tiempo hicimos un programa en la radio Universidad de Chile donde nos cagábamos de la risa del poder y le hacíamos fama a los cubanos, a los palestinos, a los sin herencia, a los trabajadores peleadores, a los rockeros anticapitalistas, al Sup, a las trabajadoras sexuales organizadas, a los poetas de este lado de la vía láctea, a los mapuche, a los prisioneros políticos de la dictadura y la democracia de los ricos.
Anda y cuenta que tenía una sonrisa plena como horizonte y que de los ojos le salpicaba la ternura rabiosa de los rebeldes sin retorno. Que se le adelantó Luciano Carrasco y que eran medio hermanos de tanto estar de acuerdo y que ahora se pondrán al día con fondo de Polla Record.
Avísales que entró muy muchacho a la pelea dura contra la tiranía pinochetista, que era hijo de la década de los 80, y que, aunque fuimos insuficientes para replicar la nicaragüense, hizo lo que más pudo. Diles también que supo amar y que las mujeres lo amaron. Pierde cuidado, y avísales que tenía una pinta extraordinariamente atractiva, y que hablaba golpeado y directo, como un martillo. Y que los dolores del mundo le dolían como propios, como a Luciano y Carlos Cid y tantos otros que se me alarga el crepúsculo y la boca se me llena de pájaros muertos.
Anda y avísale a los compañeros que mientras Chile se pudre como una lengua de geografía tumefacta y un puñado de los nuestros continúa planeando la crisis de los que todavía mandan, Guillermo decidió tomar un atajo, que sin compartir, entiendo y entiendo.
Dile a los compañeros que viajaba en bicicleta y hacía clases y lucha de clases, y organizaba rebeldía a su modo y que andaba por Santiago completamente indignado, radicalmente emputecido frente a la desigualdad y la infamia. Y que igual que Roque Dalton, tenía una esperanza irónica, descreída, amorosa, contradictoria. Que Guillermo criticaba todo y siempre eligió la libertad antes que la comodidad, y fue un hombre de su tiempo, despierto, atento, fraterno y franco.
Que era –como todos los rebeldes- un implacable inconformista, radical en sus dichos y sus hechos.
Cuéntales que vivía preocupado por su hermano menor y por su hermano mayor y por su madre, a quienes adoraba sin reservas, sin condiciones.
Diles que vendió libros de cómo hacer la revolución en San Diego, a los pies de los Juegos Diana, que compartió celda con Marcos Cuevas, que organizaba la autodefensa en las protestas estudiantiles del ex pedagógico en los 90. Que transpiraba con el fútbol y se reía como cabro chico. Y también que coqueteaba con la muerte, pero que, hasta ahora, siempre supo hacerle buenamente el quite.
Diles que el paradero 25 de Gran Avenida supo de su audacia y amistades, amores y trinchera. Que también fue rojo con negro y primero en la fila, con Lucho Klener y los demás. Que tenía 36 años y nunca aprendió a cantar, pero entonó todas las luchas posibles. Que Guillermo era una molécula encendida del Che y fue entero como el pan y así siempre lo llevaré conmigo.
Anda y avísale a los compañeros que la patria interior ha sufrido un terremoto sin grado determinado. Que por un momento todo ha perdido sentido, pero que pronto volveremos. Más maduros, acerados, acertados, convencidos y convincentes. Que nos estamos preparando, sin bajar la guardia, buscando e inventando lo que no existe. Que la materia rebelde de su nombre se agrega como una piedra imprescindible a la empuñadura del futuro y la emancipación definitiva. Que esta tristeza de derrumbe es momentánea. Que su nombre vibrará en la victoria necesaria. Inolvidablemente, como un árbol infinito.
Anda y avísale a los compañeros que un trozo de nuestra luna rebelde se ha desgajado. Que Guillermo ha muerto por un momento. Pero que ya vuelve convertido en agua libertaria.

Andrés Figueroa Cornejo
Diciembre 28 de 2007


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