A ti, querida Ñusta

Era medio día y en plena carretera Panamericana se respiraba un aire de soledad, muy habitual por esos lados, pero atípico para la fecha


Autor: berenguer

Era medio día y en plena carretera Panamericana se respiraba un aire de soledad, muy habitual por esos lados, pero atípico para la fecha. No estaban las largas filas de automóviles, ni los vendedores, ni las decenas de fieles que, año tras año, arrodillados o de a pié caminan hacia el Santuario de la Virgen de la Tirana. Y es que esta vez sería diferente. En medio del desierto, el oasis sólo recibió a aquellos devotos de la Ñusta (princesa) de la Tirana, que se resistieron a las órdenes emanadas del Gobierno. Medidas centralistas o no, lo cierto es que la Fiesta de la Tirana se desarrolló de igual manera, en todas las localidades del norte de nuestro país, aunque no con la magnitud que ha tenido otros años.

Reina del Tamarugal

Se dejaron a un lado los tamarugales y el calor del desierto. Las carpas y camionetas quedaron guardadas en casa. El escenario no sería el mismo, pero las ganas de celebrarla seguían con más fuerza, sin importar el espacio físico donde se desarrollase la ceremonia. Y esta vez, el lugar escogido fue la Avenida Tucapel, en la ciudad de Arica.

Cientos de agrupaciones acudieron para rendirle honores a la Chinita del Carmen. Trajes de mil colores, botas, máscaras, bombos y platillos, cajas y tubas, trompetas y una pequeña bailarina que corría por el pasacalle luciendo su traje, mientras acaparaba la mirada y el lente de uno que otro fotógrafo. Cientos de familias ariqueñas acudieron en masa a esta celebración que, por ser esta vez, se desarrolló frente a la Parroquia Nuestra Señora del Carmen.

Había que celebrar a la Virgen, sin importar donde se estuviese. Y así fue. Fueron cuatro días de ritmo, devoción, color y música, por sobre todo. Ritmos alegres, acompañados de típicos bailes que dejaron entrever lo bello y particular de la cultura nortina. Morenadas, indios Siuox, diabladas y otros más, y es que para muchos, el bailarle y cantarle a la Chinita tiene un significado especial.

«Esto es muy importante para mí. Aquí se juntan dos grandes pasiones, mi amor por la música y el cariño y respeto que le tengo a la Virgen» comenta Bairon, un músico de la Banda Santa Cecilia que, emocionado, saludaba con sus cantos a la Virgen de La Tirana. Como él, cientos de jóvenes y adultos ensayan y se preparan mes a mes para la anhelada fecha. Juntan fondos para los instrumentos musicales y la vestimenta. Y es que no se trata de cualquier ocasión, para ellos y sus familias, el bailarle o tocarle a la Virgen adquiere un significado especial, un tanto místico. “Es un sentimiento muy especial, uno lo hace con cariño, desde el corazón, para la Virgen» así lo confirma Fernando, quien lleva ocho años tocando la trompeta en la Agrupación Gitanos de Arica.

Por cuatro días, en plena avenida Tucapel, la música se apoderó de la ciudad de la Eterna Primavera. Sentir el bombo martillar en el pecho, danzar al ritmo de la diablada o saltar con mucha fuerza al igual que los Indios Siuox, llenaba a los asistentes de una energía especial. Creyentes o no, devotos o simples amantes de los ritmos del norte, la Fiesta de la Tirana celebrada en la ciudad de Arica fue todo un éxito, y más allá de las creencias religiosas, la alegría y el baile, los cantos y la música de aquellos días, dieron vida y color a una ciudad que resiste, en medio del desierto.

Texto y fotos: Eve Cazenave
Onda Corta
El Ciudadano


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