“AK-35 viene de la necesidad, es la necesidad la que nos movilizó desde un comienzo. La necesidad de producir un espacio que nos permitiera no estar rindiendo cuentas perpetuamente a ‘ejecutivos culturales’ y sus formularios ‘policiales’ y, por otro lado, la necesidad de un espacio en el que se pudiera articular la política y la estética no como discurso del arte, sino como práctica del arte. Somos más una cooperativa que un colectivo artístico”, comentan sus integrantes: Alejandra Goní, Boris Campo, René Valente, Gabriel Tagle, Melissa Vega, Rodrigo Goenaga, José Luis Pinochet, Rudy Pradenas y César Pérez.
-¿En qué medida es un espacio de experimentación?
-Nuestro fin es activar nuevas estrategias de trabajo estético-políticos; AK-35 es un espacio que existe no sólo como soporte de obras terminadas, sino como un soporte de trabajo continuo. Queremos, entonces, ejecutar una política del hacer, es ahí donde está alojado lo que podríamos llamar “lo experimental”, en ese ejercicio constante sin garantías de éxito. Vemos lo experimental como una excavación en territorios conflictivos. Es un espacio de experimentación porque las obras son puestas a prueba aquí, y el espacio a su vez es puesto a prueba desde las obras; es un módulo de experimentación porque no nos interesa que todo funcione perfecto. Estamos abiertos a fracasar, al ensayo y al error.
-¿Cómo redactan su postura política desde la geografía del lugar? En ese sentido hay una historia material, urbanista, con el entorno de la galería.
-Consideramos que un “territorio” no es sólo las condiciones físicas que lo definen, un “territorio” para nosotros se constituye en la diseminación y circulación de sentidos que lo cruzan: Discurso, cuerpos, historias, relatos, procesos. Y es desde ahí que nos interesa la ciudad; estamos en el Yungay, un barrio de historia obrera; limitamos con el Mapocho, frontera tópica y excepción de la ciudad, por ahí flotaron cuerpos asesinados, bajo sus puentes duermen niños. El río ha sido desde siempre -en los relatos y escritos legados- un pliegue limítrofe de la capital; en las orillas del Mapocho corría el vino de las chinganas con olor a libertinaje, por el río subieron los guerreros que quemaran Santiago un 11 de septiembre, guiados por Michimalonko; se amontonaron los cuerpos inflados, torturados y flotantes de ejecutados y desaparecidos durante/por la dictadura; se erigieron las poblaciones del poniente; fueron fusilados pobladores, trabajadores y luchadores sociales; al río daba el túnel de la cárcel por donde se efectuara la primera fuga penitenciaria, se articuló la maquinaria de muerte para los vagos canes y se levantó el primer persa de Chile; al frente tenemos el memorial de los detenidos desaparecidos, al lado a los amigos de la “Perrera Arte”, y el mismo Persa semi en ruinas es un lugar de contradicción y exploración, en el sentido de que fue construido para albergar el comercio de esta ciudad, la circulación de lo nuevo, pero nuestros vecinos, casi todos se dedican a hacer de la obsolescencia un medio de subsistencia; arreglan motores averiados, reparan muebles en desuso; están las cocinerías de nuestras amigas peruanas, etcétera. El intercambio político pasa por colaborar para que todo eso, lo escindido que queda oculto bajo la trama de la ciudad hipermodernizada, aparezca frente a un espacio de sensibilidad común. Estamos aquí (o AK) en este territorio no porque pensemos que estamos en el margen, al contrario, estamos en el centro, pero en los residuos del centro.
-¿Les parce el arte institucional, académico, un sector inhabilitado por los creadores emergentes, o más bien es una invitación a participar del arte que remueve el contexto?
-La institución o lo institucional no es algo unitario, está constituida por facciones que luchan por la hegemonía; es difícil hablar de un afuera de la institución, porque una institución como el arte se constituye de lo que incluye, pero también de lo que excluye o de los que se quieren auto-excluir; es más efectivo hablar de que dentro de la institucionalidad hay hegemonías; hay una parte de la institución-arte que es muy respetable en términos políticos. Esa parte está constituida por intelectuales que han aportado mucho a los procesos políticos-históricos del arte; el problema es que ellos están hasta ahora atrapados en un lenguaje hermético y endogámico, lo que posibilita que la otra cara institucional, la de los gestores, tecnócratas, empresarios, los tipos del “show business” sean los que tienen las riendas en este momento, más aún con un tipo como Cruz-Coke a la cabeza del Ministerio de Cultura y sus lacayos oportunistas.
A esa gran parte de la producción institucional hegemónica que ve la cultura como una repartición de bienes simbólicos para el tiempo de ocio, que ve la cultura desde el lado de la mercancía, ha capturado el deseo de gran parte de la generación de artistas más jóvenes, se ha instalado una fantasía del “global art” que ha logrado que estos artistas no se interesen en vincular el arte y la política, y no les interesa porque están en la parada del arte y el mercado. Quieren circular y circular y circular otra vez, porque su único paradigma es el mercado internacional. Aunque este campo cultural (el chilensis) es ínfimo, aún se pueden separar aguas; si se es un mínimo inteligente se puede distinguir entre un esfuerzo realmente político del arte en cuanto que logra tensionar y des-encuadra los marcos comisariales, las memorias monumentales o las estéticas del espectáculo de aquellos que usan “la política” como estrategia de marketing, aquellos que saben que vaciar el sentido de lo “político” transforma a lo “político” en un buen eslogan marketinero para venderse fuera. Nosotros, por el contrario, pensamos que así como la ropa sucia se lava en casa, la política del arte también parte por casa. Tratamos de oponernos a la desterritorialización y homogeneización que esa hegemonía propugna; es torpe que piensen que hacen política poniendo sus obras en las bienales cuando aún no han logrado hacer política aquí, donde más se necesita. Donde estamos atrapados hasta el cuello en el pantano de la retórica del consenso.
En AK-35, en términos estético-políticos, nuestra relación es entre arte y política, la de ellos entre arte y mercado, (la de ustedes entre política y medios de comunicación).
Su supuesto nihilismo posmoderno no es realmente nihilista, porque colabora en términos positivos con la circulación del arte como mercancía; son nihilistas y cínicos en términos políticos pero ortodoxos en términos neoliberales. Además de que su condición hegemónica se acrecienta en la medida en que el Estado, o lo que queda de él, colabora también con esta lógica, porque si para ellos lo importante es la circulación por sobre todo, la circulación como dogma y fin en sí mismo, para el Estado es útil en cuanto que sumándose a ellos puede proyectar esa “imagen país”, la imagen de la identidad chilena desde su tarea cultural institucional que todo país en “desarrollo” debe proyectar al mundo, o por lo menos al “primer mundo”.
Si hay una invitación implícita en el proyecto AK-35, es a que los artistas y agentes culturales de nuestra generación y los que vienen, miren con detalle dónde están parados realmente y piensen desde ahí, que se inserten en las fisuras del discurso hegemonizante y se des-identifiquen de él. Se puede asumir que el arte siempre tiene una pata peligrosamente dentro de la hegemonía, pero eso significa que aún tiene otra pata afuera y se puede trabajar políticamente desde esa ambivalencia.
-¿Cómo financian AK-35?
-De distintas maneras: plata de nuestros bolsillos, haciendo fiestas para recaudar dinero, pero lo más importante y que comprendimos bien, es que podemos reducir gastos aliándonos con otros proyectos de modo horizontal, “tú me ayudas, yo te ayudo”. Por ejemplo, hace poco hicimos una fiesta para celebrar nuestro aniversario y recaudar lucas y nuestros amigos del Giep (Grupo de Investigación en Educación y Poder) nos prestaron su hogar -“la casa mecánica”- para hacer una fiesta. Aprovechamos de agradecérselos ahora y por supuesto saben que cuentan con nuestra colaboración en lo que podamos serles útiles; ahora estamos haciendo una página web, cuestión que es necesaria pero bien cara, pero a nosotros nos salió gratis por colaborar con otro proyecto que se dedica a investigar la política en el espacio virtual.
-¿Cuál es el tipo de obra que circula en la galería? ¿Salen del concepto, o hay una convocatoria que traspasa la abstracción?
-Buscamos obras que transiten libremente en la complejidad del discurso artístico contemporáneo, pero también en otros discursos y territorios de lo social que sean posibles de abordar; buscamos obras que no se miren el ombligo sino que dialoguen con el espacio que les proponemos. En esa disposición, los artistas tienen libertad total de soporte o técnica, y las propuestas llegan de diversos lugares; a veces hemos invitado a artistas que percibimos que tienen una producción que está en sintonía con el espacio, otras veces llegan artistas a ofrecernos ellos su trabajo; no tenemos convocatorias formales, pensamos que los que exponen asumen que el espacio porta su especificidad en sí mismo, su política material de la que hay que hacerse cargo. Nosotros nos encargamos de la difusión, hacemos las invitaciones, los afiches, ayudamos en el montaje, organizamos la inauguración y abrimos el lugar. El artista se compromete a abrir un día a la semana y montar su obra con responsabilidad; no cobramos por el lugar, no tenemos contratos de por medio, no pedimos obras en canje, ni tampoco vendemos nada. Hemos trabajado con artistas respetados y de trayectoria como Mario Soro -el próximo año expondrá Bernardo Oyarzún-, así como también con artistas que están en proceso de formación, aún estudiando. Intentamos con esto borrar algunas de las catalogaciones y jerarquías verticales que el circuito artístico convencional asigna a los sujetos, como consagrados y desconocidos, rentables o no rentables, y esperamos que a artistas como Mario o Bernardo no les incomode que luego de ellos exponga un estudiante que recién comienza su proceso creativo.
El espacio no funciona o se articula con lógicas de galerías convencionales ni quiere generar esa idea “alternativa”, como por ejemplo “Factoría Santa Rosa”, que se instala con posterioridad a nosotros en el persa Bío Bío, haciendo a primera vista un gesto similar a AK-35, pero lo cierto es que su gesto es evangélico/capitalista; se instalan en el Bío para colonizar mercado; aunque estén en el Bío Bío es la misma lógica sesgada de cualquier espacio comercial de Alonso de Córdova; se cierran sobre su cubo blanco, buscan cautivar potenciales clientes, jamás articulan alguna política o micro-política en los cruces simbólicos del territorio, etcétera. Sólo dicen “estamos en el Bío Bío, somos ‘alternativos’, aquí puede encontrar algo cool para adornar su pared”, sin mencionar que cobran 100 dólares por exposición a cada artista que expone su trabajo ahí.
-¿Cuál es la experiencia que les deja levantar este espacio?
-La cuestión de la experiencia es importante ya que levantar este proyecto nos ha permitido “recuperar” la experiencia. Experiencia que es negada cuando hay que ponerse a llenar formularios antes de poder dedicarse a producir obra, experiencia que es negada cuando se está bajo vigilancia y rendiciones de cuentas. Nos preocupamos de que recuperar lo que llamamos experiencia no sea una “estetización de la política” sino una “politización del arte”, como nos enseñara Walter Benjamin, cuyo pensamiento filosófico es filosofía de la experiencia histórica.
Nos ubicamos también en nuestros referentes situacionistas, cuyo esfuerzo estaba en recuperar la experiencia de ciudad, la ciudad como deriva. La experiencia del disenso, del estar en desacuerdo con el orden del reparto del mundo común, de lo que se puede ver, oír y decir. La experiencia del trabajo cooperativo, la experiencia de la necesidad, la experiencia de la política no como discurso sino como práctica de verificación igualitaria. La experiencia de intentar hacer arte democrático en un país no democrático. La experiencia del fracaso; muchas veces las cosas no salen como queremos; eso es experiencia, porque si hay algo que niega la experiencia es el espectáculo. Ahí nada fracasa, todo siempre sale “lindo”.
Es bueno pensar que un lugar como un persa semi en ruinas puede ser un gran lugar de batalla por la “experiencia”, como dice nuestro texto inicial que está en el blog de AK, trabajamos en un “lugar de resistencias, fierros, arreglos plásticos, ruedas, pinturas, motores, cocinerías, llaves, cuerpos, libros, completos, cañerías, gomas, falsificaciones, escondites, juegos, candados, polvos, cortinas, refugios de materiales y memoriales remembranzas de viejos sobrevivientes entre alcoholes y vahos del río. Conversación permanentemente actualizada entre Diógenes y Baudelaire, Funes y el Angelus…” la experiencia de habitar un territorio desde la producción de obra, desde el contacto con los materiales y la vida transitoria.
Contacto
Arte K-35 / Módulo de Experimentación
Por Pía Sommer
Cultivos Chilenos, suplemento arte & cultura
El Ciudadano Nº115, primera quincena diciembre 2011