Alejo Jofré: músico y punta de lanza del rock margamargueño

La música de Alejo recorre un amplio espectro, pero siempre ha sido fiel a su origen en Marga Marga. Es decir, tomando como base la música de Los Masters y Congreso, con algo de Los Jaivas, vecinos cercanos viñamarinos, o sea, con una obra digna de esa tradición, que mezcla rock, folclor y experimentación formal, y tomando aspectos de la canción de autor, con elementos acústicos, populares, la nueva canción chilena, pero todo desde la música actual, con letras inteligentes, contingentes, varias de ellas de la autoría del poeta Manuel López.

Alejo Jofré: músico y punta de lanza del rock margamargueño

Autor: El Ciudadano

Por Guillermo Gronemeyer C.

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Alejandro Jofré, o “Alejo” (Valparaíso, 1977), es un destacado cantautor quilpueíno.

En 1998 cofunda Huechunche. Luego nacen las bandas Achira, Piter Jara, Alejo & los Rolling Paper, autoeditando 9 discos en total hasta la fecha.

El año 2014 es distinguido por la Municipalidad de Quilpué por su “Destacada Trayectoria Artística y Aporte a la Cultura”.

Ha compuesto música original para televisión y teatro. Sus canciones han sido incluidas en diversos compilados de música independiente de la región: “Valparaíso, nuevas voces”, “Valparaíso Rock”, “Tributo a Congreso: Por Amor al Arte”, “25 años de Radio Placeres”, “Sonidos del Marga Marga”, entre otros.

Ha colaborado y compartido escenario con destacados músicos latinoamericanos, tales como Mariana Baraj (Argentina), Lisandro Aristimuño (Arg.), Martín Buscaglia (Uruguay), Daniel Drexler (Ur.), Fedrico Wolf (Ur.), Labaq (Brasil), Cabeza  de Cera (México), Luz da Riada (Méx.), Hoppo (Méx.),  Aterciopelados (Colombia) y los nacionales Manuel García, Nano Stern, Chinoy, Pedropiedra, Mauricio Redolés, Congreso, Inti Illimani, Joe Vasconcellos, Chico Trujillo, Los Tres, Fernando González & Subanda, entre otros.

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Recuerdo aquel día soleado de febrero de 2020, cuando nos juntamos con Alejo en la Librería Fuegia, lugar clásico de encuentro cultural y de amistad en Quilpué. Previamente, cuando hablamos de concertar una entrevista, nunca sospeché que pasaría tanto tiempo para que se divulgara, pero el coronavirus y el encierro han durado más de lo que siquiera imagináramos en un comienzo. De igual manera, la espera de un lanzamiento presencial me hizo aplazar la publicación de este texto, pero ha pasado demasiado tiempo…

Me llamó la atención, previo a la entrevista, que Alejandro me preguntara si se iba a hablar de él mismo (como Alejo), o de él como integrante de alguno de sus otros proyectos musicales. Le contesté que hablaríamos preferentemente sobre su persona integral, mas sin descartar su participación en sus otras bandas.

Así de plural y polivalente es él, tanto en su personalidad como en su trabajo artístico.

No me es difícil hablar de Alejandro Jofré, más conocido como Alejo, pues lo conozco hace muchos años, cuando era un niño, amigo de mi hermano Juan, también reconocido músico, “re-percusionista” de Lafloripondio, Chico Trujillo y Detucunaatutumba.

De hecho sus carreras, aunque van por distintos caminos, hablan de una hermandad y genialidad musical compartida desde su infancia inquieta y lúdica.

Recuerdo cuando llegaba con Juanito a nuestra casa y se recluían por largas horas a escuchar mucha música primero, para, con el tiempo, atreverse a interpretarla ellos mismos. Mi hermano en percusión, Alejo en guitarra. A veces tocaban el piano también.

Al principio todos creían que sería un pasatiempo pasajero, pero no, han pasado los años… Y el juego, la diversión, el pasatiempo y la experimentación se transformaron finalmente en sendas y grandiosas carreras musicales.

Ambos recibieron un gran apoyo de su profesora de música, Carmen León, que los incentivó a desarrollar su interés en sus respectivos instrumentos.

Y así, en la alborada de los tiempos, se creyeron el cuento, se la jugaron por ser músicos de verdad y para siempre, con una valentía, tesón, seriedad y compromiso admirables.

Nace primeramente la agrupación liceana Nitock & Sellas Dance, juego de palabras que alude a su arrojo experimental de dárselas de músicos sin saber todavía tocar. Estaban aprendiendo, conociendo, escuchando mucha música, desde folclor a Zappa…

Alejandro Jofré es el promotor y punta de lanza del rock margamargueño (término que él mismo dice haber “inventado”). Lo curioso es que, cuando hablamos de Marga Marga, ni siquiera nos referimos a un río, pues en los mapas figura sólo como un simple estero, pero lo que pasa, ha pasado y seguirá sin duda pasando en esta cuenca suena tanto y tan bien, que hace que la música creada en esta zona sea tan especial y particular, con un sonido único y, ya no podemos decirlo de otra forma, «margamargueño».

La música de Alejo recorre un amplio espectro, pero siempre ha sido fiel a su origen en Marga Marga. Es decir, tomando como base la música de Los Masters y Congreso, con algo de Los Jaivas, vecinos cercanos viñamarinos, o sea, con una obra digna de esa tradición, que mezcla rock, folclor y experimentación formal, y tomando aspectos de la canción de autor, con elementos acústicos, populares, la nueva canción chilena, pero todo desde la música actual, con letras inteligentes, contingentes, jugadas, varias de ellas de la autoría del poeta Manuel López, fiel amigo de su juventud.

No deja de llamar la atención que su música pueda decir tanto con tan pocos elementos, sobre todo en una de sus encarnaciones, el dúo Achira, que junto al gran percusionista Andrés Ibáñez, nos muestra la genialidad acústica de canciones que se pasean por un universo sonoro muy diverso, reflejado en el EP del 2006 “Doble sencillo” y el “Disco imaginario” (2011).

Lo que nos lleva a otra de las facetas de Alejo, el rockero, casi punk, de su otra banda: Piter Jara, nombre que describe bien el estilo de este cuarteto de rock-protesta, que ha sido por derecho propio, una banda protagonista y referente durante el estallido y revolución social que hemos vivido desde octubre de 2019. Sus letras, propuesta y esencia han sido desde hace mucho tiempo, antes de los eventos mencionados, bandera de lucha representativa de la voz de muchos otros ciudadanos de la provincia y la región. No ha sido algo de último momento, improvisado, sino algo legítimo y en consonancia con la rebelión popular chilena. Con esta banda han editado: “Astropuerto” (EP, 2010), “Lo que el verano deJara (EP, 2012), “Catalepsia” (Single, 2013), “Piter Jara” (2015) y “En la tierra” (2018).

A medio camino entre Achira y Piter Jara se encuentra la más antigua de sus agrupaciones: Huechunche, banda formada en 1998, que mezcla y experimenta soberbiamente el folclor, el jazz y el rock progresivo. Editaron el disco “Enchufe” el año 2002. Lamentablemente sus apariciones han sido esporádicas y distanciadas.

La otra encarnación grupal es ALEJO & los Rolling Paper, que nos muestra una faceta más ligada al buen pop, en un formato tradicional de canción, banda con la que grabó el año 2016 el EP “Mortal”.

Y en torno y alrededor de todo esto, la figura de Alejo solista siempre ha estado allí, con su genialidad y compromiso, con su espíritu rebelde y su cariño por la tradición, en una mezcla difícil que sólo algunos pocos seres humanos en el mundo son capaces de encarnar.

ENTREVISTA A ALEJO JOFRÉ

(Quilpué, Febrero 2020)

© Nelson Rodríguez, 2020

-Empecemos desde el comienzo… Tu niñez, tu infancia. Qué es lo que más te suena de tu infancia, quizás más ligado al elemento musical… ¿Escuchabas mucha música cuando niño?

-De la infancia primera, antes de los 10 años, me acuerdo de la música que sonaba en la radio y de la música que existía en discos en la casa. La radio era la Festival, que todavía sigue sonando la misma música, y, por otro lado, la música de discos y la Dimensión Latinoamericana y ahí escuchábamos folclor. Me acuerdo por parte de mi abuelo de Los Chalchaleros y, por parte de mis tíos, de Quilapayún, Inti Illimani, Víctor Jara, Violeta Parra… Eso es como súper clásico, pero era así. Y por otro lado la balada italiana, española y todo lo que sonaba en la radio.

-¿Estamos hablando de qué años, más o menos?

-De los años 80, 82, 83. En ese tiempo vivía acá en el centro de Quilpué, en calle Freire, al lado del local El Caballo Blanco. Entonces estábamos ahí en el centro y vivía en una casa contigua a la de mis abuelos. Tengo influencias grandes de mi abuelo Alejo. Era un obrero, obrero toda la vida y místico. Entonces salía a ver las estrellas, esperaba los satélites, sabía cosas…

-¿Y a qué se dedicó él, en qué trabajó?

-Siempre fue obrero, en el Puerto, en la maestranza y después en containers. Y nunca le gustó la oficina. De repente consiguió otro trabajo y no duraba nada. Quería estar a pleno sol. Era negro, bien negro, pero blanco, igual que yo. Con él escuché música. Por ejemplo, mi abuelo me regaló un disco que todavía amo, que se llama Estoy que me muero. Entonces así me apoyaba el viejo, con la música. Y lo escuchamos juntos la primera vez. Me habló de referencias a la chanson francaise y cosas así…

-Escuchaba mucha música tu abuelo…

-Sí, y sobre todo le gustaba la música del folclor, Los Chalchaleros, le gustaba mucho la María Martha Serra Lima y harta música. Era bien culto.

Con los tíos, la música de protesta, que se llamaba en ese tiempo, y lo que sonaba en televisión. Sonaba David Bowie… En ese tiempo se podía escuchar música que parecía súper basura, pero que la escuchas ahora y es todo orgánico, todo “tocado”, todo natural, todo de verdad.

-Tu abuelo es el promotor de tu vida musical, ¿no?

-Es que la música estaba rondando, pero jamás lo imaginé hasta los 16 o 17 años.

-Ah, claro, pensando como en dedicarte más a eso…

-Claro, o que podía tocar instrumentos, o que podía cantar. Me gustaba la música, pero no sabía que podía hacerla también.

© Nelson Rodríguez, 2020

-Cómo fue ese momento cuando dijiste “sí, podría dedicarme a esto…”  ¿Seguiste algún consejo, alguna idea, se te ocurrió de repente?

-Una amiga me llevó de una oreja a cantar en el coro. Yo cantaba, pero no sabía que cantaba, no tenía idea, cantaba no más, no sabía que era afinado.

-¿Eso en qué curso?

-En 1° medio, tenía como 14 años. El Liceo fue una explosión. La primera semana estaba el Ars Antiqua tocando, donde estaba Emilio Rojas, Pirovic, Gonzalo Valencia, las tías Meche y Mary Rojas…

-Y Carmen León era tu profesora, ella fue la que los aglutinó y canalizó. ¿Es así?

-Sí, detectó que éramos muy inquietos y que teníamos que hacer otra cosa, que no podíamos estar en la misma clase con todos. Nos enseñó escalas de blues, nos pasó armonía, nos hacía clases aparte otros días. Entonces ella nos impulsó caleta. La banda Nitock & Sellas Dance éramos como la banda del Liceo, como que representábamos al Liceo y tocábamos esas locuras. Hicimos un par de conciertos.

-Los estudios superiores, la universidad… ¿Dónde estudiaste?

-Estudié en la Escuela de Música, se llamaba Escuela, no se llamaba Instituto de Música, de la Católica, en el Cerro Concepción. Estuve en una época súper loca de la Escuela porque había una guerra entre compositores y formas de ver la música.

-¿Pero cómo era, había dos bandos?

-Había bandos, sí. Había gente que decía que la música sólo estaba escrita, música viva, música escrita. La música que no estaba escrita era sólo manifestación musical. A mí por ejemplo me pasaron cosas con un profe que yo conocía de niño, que era amigo de un tío y tenía un grupo que tocaba música de Inti Illimani, de Quilapayún y todo eso. Y un día dijo que las fiestas de la música nortina eran una manifestación musical, que no era música, era una pseudomúsica. Entonces de ahí me dio el ataque y le dije “oye, disculpa, pero yo te conocí jugando a la pelota allá por Conchalí…” Jajajá. Entonces pasaba eso, que la gente se transformaba de un día para otro. Había un compañero de curso que le gustaba que le dijeran Axel, por Axl Rose (de los Guns N’ Roses), que de repente lo agarró esa otra onda del Taller de composición y cambió la pinta, ya no usó más el mechón verde, llegó con un chaquetón y un maletín, una cuestión reloca. La verdad es que a mí me fue muy mal en la universidad.

-No fue una buena experiencia en verdad…

-Y para la universidad tampoco, ¡jajajá! Fue recíproco, así que cuando explotamos yo creo que hubo un alivio de las dos partes.

© Nelson Rodríguez, 2020

-¿Pero alcanzaste a terminar la carrera, o dónde quedaste?

-No, no llegué a cuarto año. En primer año engrupí a Juanito, y fue de oyente, consiguió ser oyente. Duró una semana, estuvo en una clase de cada huevá y no volvió nunca más. (Risas)

-Como que en la música, en la literatura, si estudias mucho, si te enseñan mucho, te quita un poco las alas de la libertad. A lo mejor saber mucho no es tan bueno en ciertas cosas…

-Sí, hay un poquito de eso, y también pasa algo inverso. Por ejemplo con las clases de composición, que eran así súper peludas, súper cabezonas, como que no entendías nada, me reprobaban todo, todo me salía mal y me costó un kilo, y ahora lo tengo como grabado a fuego. Y tengo una visión polifónica de la música, de líneas melódicas más que armónicas, vertical. Así que tengo otra visión ahora. Pero hay que estudiar de todas formas.

-¿Qué profesores recuerdas de ahí?

-La mami Silvia Herrera, profesora de composición. Ella había nacido en una familia de músicos, y como tuvo la música siempre (su mamá tocaba el violín, su papá, el piano, ponte tú, algo así), la música clásica siempre la tuvo, la música docta siempre estuvo ahí, entonces no tenía ningún problema en hablar de Charly García o de los Beatles o de cualquier música. Toda la música para ella era música. Entonces no tenía el sesgo ni la locura de aquellos que llegaron por música popular y después se hicieron doctos y renegaban de todo lo que los llevó a encantarse con la música, como Axel. Creo que ella es súper importante. Me ayudó “N”, me salvó en unos exámenes que me estaban haciendo pebre.

-Por algo dijo: “hay que ayudar a este cabro, hay que rescatarlo…”

-Algo veía. También ella fue la que me dijo en un momento que tenía que buscar otra forma de abordar la música, no desde ahí, no desde la universidad.

© Nelson Rodríguez, 2020

Hay un paréntesis de un lugar. Te pregunté un día sobre lugares que significan algo para ti, y tú mencionaste la Plaza del Che, en Quilpué. ¿Por qué eliges esa plaza?

-Estaba a mitad de camino de la casa de los Gronemeyer. Entonces nos juntábamos antes y después salíamos a retroalimentar la audición. Ahí en la plaza pasaban cosas, había inspiración, había locura, había pajaritos… Es bonito que todavía se mantiene así, que es una quebrada, una ladera de cerro en verdad, y que tiene eso de explorar, que hay lugares, caminitos que a veces no los pescas y los tomas de nuevo, que están bonitos, no hay cemento, es bien diverso, no hay dos árboles iguales.

-Me gusta la arquitectura de esa plaza, la visión que tuvo Metzger.

-Sí, y lo otro, la epifanía, descubrir porqué se llamaba la Plaza del Che fue súper loco, porque en ese tiempo la pintura estaba descascarada, entonces te parabas ahí enfrente y no veías nada, veías una pintura derruida, pero desde el otro cerro, del frente, una vez lo descubro. Estaba con Juanito y Manuel parece… “¡Huevón, mira: el Che!” Era como ver el santo sudario. Era una aparición mágica…

-Lo pintaban y después volvía a aparecer. Era como increíble…

-Pero en ese tiempo no se pintaba. Estaba pintado del año 70.

-Sí, mucho tiempo estuvo lo que quedó abajo no más…

-Todavía hay una “A” de Allende, que está un par de casas más abajo, que está en ese estado, como estaba el Che en ese tiempo.

-Otro lugar que dijiste, en la provincia, provincia de Marga Marga que obviamente es importante para nosotros por lo que es el nombre de “Rock Margamargueño”, tú hablaste de la cumbre de La Campana. ¿Qué significa para ti?

-Ah, qué bonito. Ir con la flauta y tocar y escuchar el eco de las piedras, porque no puedes llevar otra cuestión más grande que una flauta. (RISAS)

-O un piano, como Los Jaivas, tocar como Los Jaivas allá arriba de La Campana…

-Buena idea, pero el helicóptero estaba muy caro. Se desafina, además. Es bonito subir, y que cuesta, y estás un poquito mareado, son dos mil metros casi. Y es un estado que recuerdo, la subí varias veces, pero siempre es un estado como súper especial, como místico: la mística de las piedras gigantes.

-De la región: Horcón. ¿Por qué?

-Horcón es lugar de “hipperío”. Entonces, descubrir Horcón con los hippies antiguos que había en ese tiempo, que como que te acogían, en realidad para pecharte, pero te contaban historias… Y llegar el 2 de enero y encontrar El Clarón lleno de cadáveres, de gente semizombie (RISAS). La disco con piso de tierra. Una vez fui a Horcón por un fin de semana, y me quedé dos semanas. No me acuerdo cómo sobrevivíamos, pero era un cuestión loca, te encantaba así estar comiendo ahí entre los botes.

-Pero ahora está transformado en algo más turístico.

-Sí, pero igual es la salida al mar que pretendemos. (RISAS)

-Valdivia dijiste de Chile, también una ciudad bonita, que no conozco. Valdivia, ¿por qué Valdivia? ¿Manuel López, tu amigo letrista, vive allá, o vivió?

-Manuel vivió ahí. Yo conocí Valdivia a los 15 años, cuando José Millán, otro querido amigo, se fue a vivir allá, un día de sol, había 27 grados, te morías de calor. Después, un poco más grande, me pilló un invierno de lluvia en Valdivia. Y algo pasa que siempre vuelvo a Valdivia de alguna u otra forma. Es maravilloso, el bosque, el verde, el agua…

-La cultura y la música allá son muy interesantes.

-Sí. El Walter Contreras con Zulemas, el Marcelo Godoy con Tue Tue Discos… Como que hay algo que pasa en Valdivia que me llama a estar por ahí en algún momento.

-Y, finalmente, el mundo: Montevideo…

-¿Montevideo dije?

-Eso dijiste, ¿o quieres cambiarlo, no sé, lo cambiamos? ¿Quieres renegar de Montevideo?

-No, está bien, es que mira, es reloco. Es como que conociera Montevideo, y nunca he estado ahí. Gracias al internet, gracias al Youtube he conocido tanta música, gracias a los libros tengo idea de sus calles, que no deben ser tan distintas a Santiago y Valparaíso, debe ser como una mezcla. Pero más que el fútbol, más que la literatura, es la música la que me llama mucho de Montevideo.

-Uruguay, en general, tiene una música muy rica, una mezcla entre tropical, cercano a Argentina, pero es un país tan chico y tiene tanta cultura, la música negra es potentísima.

-Sí. Cuando descubrí el candombe quedé alucinado, que es música negra, no tiene mezclas. El candombe es origen de la milonga, entonces por eso el tango tiene raíz negra también. Finalmente, somos todos afrodescendientes. Hace hartos años conocí a Martín Buscaglia, y él también me dio unos datos de músicos de Montevideo, y en verdad todo lo que es de allá tiene una gracia especial. Para nombrar a los próceres: Eduardo Mateo, El Príncipe (Gustavo Pena), Rubén Rada, de los antiguos, los Fattoruso, que son Los Shakers, Opa… De repente me da risa porque en mis carpetas de música tengo más música de Uruguay que de otros lados del mundo. Y hace harto tiempo también que ya no me interesa la música europea o en inglés, salvo los clásicos, que hay que repetirse una y otra vez. No estoy atento a eso. Estoy atento a lo que pasa en Argentina, en Uruguay, y Chile no me sorprende hace mucho tiempo, pero Argentina, Uruguay y Brasil: ¡sorprendente! Y jugarme una pichanga en Montevideo también me gustaría, en alguna calle en el Barrio Sur.

-Sí, genial. ¿Y México también, has escuchado?

-Sí, pero es que es demasiado la industria en México, entonces me sobrepasa.

-Es como Brasil también. Ahí tienes un mundo, un abanico muy grande. Otro capítulo que quería ver, brevemente, porque quizás daría para mucho, es sobre tus influencias personales, espirituales y musicales. ¿Alguna persona, alguna influencia, ya sea en tu entorno cercano o alguien más abstracto, general, mundial, que te haya marcado en algún momento, sobre todo de tus inicios, o ahora quizás tengas a alguien que tú sigas, un Dalai Lama, no sé…?

-¡Son todos unos perdedores! (RISAS)

-Todos están por allá abajo. Los superaste a todos.

-No, estás loco, voy a ser uno igual. (RISAS) No, no sé, no me atrevería a decir, pero de los amigos músicos, que alentaron el camino, ahí hay varios, de los que están cerca, que todavía toco con ellos, como Juanito Gronemeyer, con toda su magia; el Negro Christian González, que ha sido un aliento siempre; el Negro Albornoz fue súper importante también ahí cuando me decidí a seguir la música; los profesores Emilio Rojas, la tía Meche, Pancho Sazo, maestro; el Jorge Esteban, otro maestro que he tenido la posibilidad de conocer harto; lo poco que conocí a Eduardo Parra, de Los Jaivas, también un maestro. Descubres que los maestros son súper humildes, sencillos y generosos. Están con la mano abierta para entregar a quien lo requiera. Ah, y me gusta otro uruguayo que se llama Mandrake Wolf, lo escucho cuando me acuerdo. Es buenísimo, loquísimo, lo recomiendo, políticamente incorrecto. Me encanta lo que hace el “Pelao” Cordera, hasta hace un par de discos. Ahora anda pidiendo perdón, está muy mal, pero me encanta lo que hizo en Bersuit, los primeros discos de la Caravana Mágica, maravilloso.

© Nelson Rodríguez, 2020

-Pero obviamente aquí en Chile tú siempre hablas de Congreso, Los Jaivas, Los Prisioneros también has dicho en un momento que fue importante, para todos en verdad, Fulano quizás también. ¿En Argentina, de los grandes, alguno que sea más cercano? O sea, digamos, ¿tú eres de Charly o del Flaco, o de los dos, o es una pregunta muy cabrona? (RISAS)

-Es que me gusta mucho Spinetta, pero no soy fanático. Me cuesta entenderle las letras… Hay gente que es demasiado fanática del Flaco… Me gusta el desparpajo que tiene Charly de rockstar y todo eso, pero que siempre, siempre, siempre hay algún momento en el concierto en que la música le gana pero a todo, a todo lo que esté pasando, que esté drogo, que esté viejo, que se le olviden las canciones, que se le olvide dónde está. Yo diría de aquellos grandes de Argentina, yo soy de Charly. Y Fito, maravilloso también. De los “nuevos” de Argentina, hay un tipo que transita muy bien todos esos mundos de Spinetta, de Charly y de Fito, que ha tocado con todos en Argentina, y no sé por qué no lo pescan como debiera ser. Se llama Lisandro Aristimuño.

-Ah, Lisandro, sí, vino a Chile. Estuvo en el Jardín Botánico de Viña del Mar.

-Ha venido varias veces. Yo tuve la oportunidad de telonearlo la primera vez que tocó en Chile: en la pileta de Quilpué de la Muni quemada… Otro músico de Argentina es Gabo Ferro. Muy lindo lo que hace.

-La poesía y la música… Sé que tienes textos propios, pero también has trabajado con poetas que han contribuido con letras para que tú hicieras canciones. Qué puedes decir de esa tarea, de esa labor letrística tuya y la tarea de trasladar a música poemas.

-Voy a contestar con palabras del maestro Pancho Sazo, que escribe una poesía maravillosa para hacer canción, pero él dice “yo escribo canción, no es poesía”. También yo escribo así como un coro, no escribo una poesía. Generalmente es como muy críptica, y después todos me la cachan al tiro. Entonces soy pésimo. (RISAS) Y hacer música con texto es maravilloso, es como que te lo hace muy fácil, porque la música está al servicio de la palabra, como siempre ha sido. El género lírico es el poema con acompañamiento de lira, y siempre estuvieron vinculados. No existía la música sola ni la poesía sola. En ese sentido soy un poco arcaico. Entonces siempre hago canciones. Hacer música con textos del Manuel López no es fácil. No es fácil como hacer, como una vez hice, una canción con el Poema 2 del Neruda joven. Entonces, era muy fácil. Venía todo, venía el ritmo, la métrica perfecta, todo calzaba, maravilloso. Con la Mao, Marjorie Mardones, hice una canción, a petición de ella. Y entonces empecé muy bien, y después venía un chorizo que no pude abordar jamás, pero dije “ya, hasta acá, hasta aquí tiene sentido, hasta acá se entiende…”, y le apliqué una edición así pero gigante al poema de la Mao. Estaba advertida igual, y le encantó.

-Lo mismo hizo Neruda, creo que alguien le preguntó, no sé si fueron los mismos Jaivas o alguien que hizo una música anterior, que él dijo “haz lo que quieras con el poema…”

-Eso fue de Juan Orrego Salas, compositor de música docta que murió hace poco. Él musicalizó un poema y le escribió a Neruda para pedirle permiso para modificar algo, por ejemplo, donde decía “que” él quería ponerle “para”, algo así. Y Neruda le responde, muy respetuosamente, con hartas vueltas: “haga lo que quiera”.

© Nelson Rodríguez, 2020

-Has dicho, así como también Pancho Sazo, que hay textos como canción y textos como poema, que no es lo mismo si uno toma sólo el texto de la canción y lo lee sin la música, pero si lo lees así, claro, pierde un poco de fuerza, porque está construida de tal manera que la música con el texto en la canción van amarrados…

-Por ejemplo, es imposible leer Canto General de Neruda sin escuchar a Los Jaivas, sin estar entonando como el Gato…

-Cuál ha sido tu experiencia en el tema de la divulgación de tu labor como músico, porque no hablamos aquí de industria, el marketing de grandes discográficas. Ahora existe la autoedición, autoproducción, la publicidad que se hace cada uno, y lo que pueda vender en los conciertos…

-Ahí, en eso, con quien mejor lo he hecho es con Piter Jara, que es una maquinita. Somos cuatro monos que reman todos para el mismo lado, y vamos con todo. Entonces Piter Jara se autosustenta, siempre tiene algo que hacer y siempre tiene un pequeño piso de donde partir. Y la decisión ha sido de la convicción de que en la música hay que hacer obra, aunque sea pequeña. Entonces vamos al disco, aunque sea una edición de 100 copias, igual vamos al disco, y el disco queda por ahí esperando, más que descargarlo, que alguien tenga, por último, una postal descargable, algo que dejar con el logo, que es bien potente. Es algo que hemos intentado. Es tan difícil. Es que hay tanta música también, y tan buena, por todos lados, es como difícil destacar o estar en la palestra, y además es difícil convivir con los programas que apoyan la música en Chile, que están todos muy amarrados en un tema político, que tienes que estar o no, y yo nunca he estado.

-Como lo que pasa con los Fondart y los fondos concursables…

-El Ministerio de la Cultura o las Escuelas de Rock, que finalmente se han mantenido flotando con el gobierno que sea. Sé que, por ejemplo, somos un peligro, les damos miedo. Nos dicen “oye, muy bien, muy lindo”, pero no nos invitan a nada. En el Rockódromo nunca hemos estado, siendo que el Rockódromo tiene 15 años, y nosotros llevamos no sé cuánto tocando. Esto tiene que ver con el contenido político, y además que hay un trabajo que hay que hacer ahí, de sobar hombros, por usar un eufemismo, estar ahí, de decir que todo está bien, jamás criticar algo, nunca dar la opinión… Siento que nunca hemos estado ahí en la corte, nunca hemos sido músicos de la corte. Nos sentimos siempre que vamos por el otro camino, por el camino del juglar, del trovador, el del excomulgado. Nunca hemos estado ni en la iglesia ni en la corte.

-Perfecto. Bueno, también eso se refleja en que ahora suenan mucho en estos eventos debido al “estallido social”, ustedes desde muchos años antes, en todo caso, pero siempre sus letras estuvieron ahí, en la rebeldía…

-Dice la canción “Ejércitos”: “Oigan, los putos del gobierno, cada uno afírmese a su puesto, si no creía que el pueblo se iba a levantar”, y eso lo cantábamos en el primer gobierno de Bachelet.

-Ah, le viene al gobierno que venga…

-Cuando lo canté en el Centex, quedó la cagada. Y alguien ahí se encargó de mostrar la grabación. “Mira, mira lo que está cantando”.

-De ahí que nunca ganaron ningún concurso Fondart, ahora se entiende todo… (RISAS)

-Pero después cuando estaba Piñera nosotros dijimos “ah, ahora estos huevones nos van a llamar”. ¡No, porque también estaban guardando su puesto!

-Lo que pasa es que ustedes fueron profetas. Bueno, eso pasa con el arte.

-Hay que asumirlo también, de cantar y de estar orgulloso de que ningún disco de los que tenemos tenga el logo del gobierno de Chile, ni el Fondart. Nunca hemos ganado nada. Del 2002 que decidimos ya no participar. El 2010 hicimos un disco hermoso, que se llama Disco Imaginario, con Achira, y sacamos el puntaje de excelencia en todos los ítems del Fondart, pero no salió elegido no sé por qué, no les gustó. Ahí yo dije ¡nunca más!

-Parece que la vertiente de ustedes es ser independientes, auténticos, rebeldes, por ejemplo con Piter Jara, que hagan esa música…

-Mira, y “Ejércitos” yo la cantaba con Achira, y de ahí vi como que en realidad no era para Achira y se derivó a Piter Jara.

-Sí, hay canciones que las he visto en distintas de tus personificaciones grupales, se han ido para allá o para acá. Dentro de la música de Achira, que es un dúo, pero también los he visto tocar con un grupo más numeroso. ¿Cuál de tus grupos o todos tus grupos son tan “tú”, o tienes la idea de que algún grupo de estos va a perdurar en el tiempo o tienes dos canales que pueden coexistir?

-Fue como una locura que empezó a suceder con Huechunche, porque yo pensaba que yo era Huechunche. Después me di cuenta que no, que eran vertientes que aportaban a que el grupo sonara así, que yo era una, un solo afluente del río ese de Huechunche. Pero en un principio yo dije: “esta es mi banda”, “el Huechunche”, me decían ellos… Después, nos quedamos con Andrés (Ibáñez), después de los ensayos de la banda, haciendo unas canciones que yo tenía y que yo sabía que ya no eran de Huechunche, que ya tenía su característica, más ligada a lo que llaman folk-rock, y que éstas eran canciones que tenían otra pinta. Y naciendo como dúo, Achira termina en quinteto, con músicos tremendos, con los músicos más increíbles que he tocado: Rodrigo Quiroz, en el bajo; Felipe Choupay, en el piano; y la Vivi (Inojosa), que es mi voz femenina en la tierra. Y ahí estábamos bien, yo dije en la locura: “ahora soy dos, soy bipolar”. Y de repente llega el Negro (González) y me empieza a hablar de Piter Jara, porque el Negro llegó con el nombre y con la idea de la música y con todo armado, nos faltaban los integrantes y nos faltaban las canciones…

-Pero la esencia ya estaba…

-Sí, estaba la idea, y eran canciones de rock y que bordeara el punk, con letras precisas. El Negro creía que yo podía hacer eso y que él podía tocar. Y así surgió otro, “ahora soy tripolar” (RISAS). Pero además yo quería tocar mis canciones solo, otras, también quería estar en el boom del cantautor, quería ser Chinoy. (RISAS) Era tetrapolar. Y luego surgió que de esas canciones de Alejo me dijo el Negro “pero yo te acompaño y busquemos un bajista”. Y de repente entra en un bar Yerbita. “Acaba de entrar el bajista”. “Quién”, pregunta el Negro. “Rodrigo, te presento al Negro. Vamos a tocar juntos”. Y ayuntaron, son más amigos ellos que yo de ellos. Somos los Rolling Paper…

El amigo y fotógrafo presente, Nelson Rodríguez, no resiste la curiosidad, y pregunta:

(N) -Me quedó dando vueltas un tema. Tú dijiste que eras “pentapolar”. Siempre se ha sabido que la relación interna de un grupo puede llegar a ser tremendamente compleja. ¿Cómo puedes conciliar eso teniendo varios grupos en los que estás, cuál es tu concepto respecto a la convivencia de una banda?

-Es difícil, pero es que en verdad nunca he estado conviviendo tanto tiempo, como que son temporadas. No sé, viene Huechunche, y nos pegamos una oleada de Huechunche y quedamos listos, ya, y ahí me salva otra cosa que tengo, me salva que tengo los Rolling Paper, ahí viene la temporada de los Rolling. Piter Jara es lo que ha estado más sostenido en mi vida de música, y nos salva que somos muy amigos, que nos queremos más que la cresta y que ninguno está ahí por lindo ni por buen músico. Somos de verdad una maquinita que es irremplazable. O sea, se va el bajista, no podemos traer otro bajista, tenemos que inventar otra cosa; se va el batero…, no nos sirve ningún batero. Sucede algo muy bonito en Piter, que cada uno tiene una tarea, un rol, que ninguno es más importante. La mayoría de los temas son míos, pero si no tengo al Iván al lado el tema vale callampa.

-Una mesa de cuatro patas…

-Eso, es como eso. Si no está el Negro empujando ahí detrás, no sé si me interesaría tocar con otro batero en Piter Jara. Me lo han pelado al Negro, así, mal, pero hay que estar ahí, huevón, si esa es la única huevá, hay que estar ahí. Uno está donde quiere estar. Eso está muy bonito de Piter, y eso lo aprecia la gente que le gusta Piter, logran percibir eso, que somos cuatro huevones muy distintos y que cuando nos juntamos, existe Piter Jara. Por eso cuando me piden temas de Piter Jara solo, fome, puedo tocar dos. Puedo tocar el de la Mao y Las momias, más o menos. El resto, no, sin Piter Jara, una lata…

-Eso de los bateristas, es como con Ringo Starr, el ejemplo más típico, que no es un técnico, no es un virtuoso ni nada, pero el grupo necesitaba a Ringo, porque era el soporte espiritual, quien incentivaba para ir a ensayar, el que trataba de que se reconciliaran y era constante. ¿Es el caso con el Negro?

-Podría ser, más o menos, pero creo que sí, yo creo que el Negro es un corazón gigante de Piter.

-A lo mejor distinto al frontman típico, que era el ego, el rockstar, que le gustaba sobresalir y dejaba en la sombra a los demás…

-Por eso mismo los Piter tienen una formación 1-3: Negro al fondo, y los tres en la misma línea. De repente yo me muevo, y canta un tema entero el Gabriel Peña, y después cantan otro el Iván con el Peña y yo hago un corito por ahí. Entonces, más que porque es choro, es porque es así.

-Sobre el arte, tu visión del arte, el sentido del arte, ¿qué significa para ti?

-El arte es la expresión de la cultura, de la humanidad, pero aparte de eso, de ser una expresión, es un camino, es una vía, algo que hay que recorrer. No sé si tiene mucho sentido explicarlo. Hay música que llega a ser arte y otra música que se queda a medio camino. Hay pintura que es arte y otra que se queda en mamarracho. Lo mismo con la literatura. Pero, sin duda, es como una llave para el alma, para la mente, que te invita a transitar lugares que no conoces, enigmáticos, inquietantes.

-Por último, ¿cómo quieres que te recuerden o cuál quieres que sea tu legado musical? ¿Dentro de qué? En las colecciones de discos siempre ponen: jazz, pop… ¿En dónde irías tú, que te recuerden cómo?

-No, me mataste, ¡me estás matando! Yo sabía, estas huevadas de entrevistas son cuando uno ya está medio cagado. ¡Me están haciendo antologías! Uno más, no más. Un granito, un ladrillo o una gota en el mar. Si llego a ser uno más, sería bacán.

-Qué bonito, pero, en realidad, yo creo que eres mucho más que eso, porque con la simpleza y también tu honestidad se demuestra que eres mucho más que eso. Así que gracias por esta historia.

© Nelson Rodríguez, 2020

Por Guillermo Gronemeyer C.

(Quilpué y Villa Alemana, entre febrero y diciembre de 2020)

CANCIONES / ACHIRA

Letra y música: Alejo Jofré

Nada

Un montón, una caleta;

tengo cerros, cordilleras;

una bóveda celeste;

tengo megas, gigas, teras;

Nada

¿Cuánto pesa una canción?

música de fondo fome para la ocasión,

música en el fondo,

música sin fondo ni emoción.

Aún estoy aquí

Hoy soy tan solo un nombre inscrito sobre el mármol a tus pies.

Estas calles recuerdan mi paso fugaz

y aún estoy aquí.

Como una ola enorme voy a regresar,

soy esa suave brisa antes del temporal,

del horizonte hasta la playa.

El mundo que soñamos se puede alcanzar

y en cada hombre bueno encuentra a tu papá.

Nada más que todo

Es mi porrito de la mañana

no dice palabra, dice luz.

Un lucerito tras la montaña

que me alumbra que pronto hay que partir.

Es mi porrito de la mañana

no dice palabra, dice luz.

Hoy todo tiene sentido

cuando digo todo y nada más.

¡¿Ves?!

Los chinos

Van mil años van chineando,

no termina la mudanza.

Saludando la figura,

sabio de las escrituras,

el alférez va cantando.

Cofradías y danzantes,

los Chinos escurridizos.

Y es que es tal la devoción

que hasta el curita se asusta,

entonces manda al monaguillo

que le suba a los parlantes.

Lucerito ‘e la mañana

cuando el día va aclarando

en el baile de Las Palmas.

En el valle de las (luces)…

lucerito ‘e la mañana

cuando el día va aclarando

en el baile de Las Palmas.

Otro tanto es el mercado,

que se agranda cada año.

Ay! el baile no se angustie

que a su fe no le hace daño.

Este periplo tiene forma de espiral,

el vértigo del vórtice me llevará.

¡Ay! de todo material se construye la canción,

el gatillo: la emoción, el dolor.

¿Y el niño a dónde está?

pareh’ que se nos fue,

mirando de un rincón,

mirando lo que ve.

“Corazón maldito e’ nacimiento, sí!

Sin miramiento

me das tormento”.

Decía

Entre el sol y la sombra,

siéntate.

Angelito caído

buscando amanecer

entre el sol y la sombra,

sensatez.

Una micro tone,

la loca no ha vuelto (hoy),

no recuerdo lo que ayer decía.

En aquel vagón nadie las pudo ver, decía:

“en un segundo, una fracción de segundo

todas las pupilas vomitaron luz,

fueron espejo y no un hoyo negro”, decía.

Entre el sol y la sombra,

siéntate.

Angelito caído

buscando al parecer

entre el sol y la sombra,

sensatez.

Música espantosa

Música espantosa para público patético:

estúpida máquina,

ridículos cálculos políticos.

Música espantosa para público patético:

América indómita,

música prístina mágica.

“Quiero ver otra vez tus ojitos de noche serena”.

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DISCOGRAFÍA

2002  Huechunche: “Enchufe”  (Independiente – U. de Valparaíso)

2006  Achira: “Doble sencillo” (EP) (Sonido nativo / Sonidos Libertarios / Miau Music)

2010  Piter Jara: “Astropuerto” (EP) (Sonido Nativo / Sonidos Libertarios)

2011  Achira: “Disco Imaginario”  (Sonido Nativo / Miau Music)

2012  Piter Jara: “Lo que el verano deJara” (EP) (Sonido nativo/ Sonidos Libertarios) 

2013  Piter Jara: “Catalepsia” (Single) (Sonido Nativo / Miau Music / Abbey Road Studios)

2015  Piter Jara: “Piter Jara”  (Sonido nativo /Miau Music/  Tue Tue discos)

2016  Piter Jara: “Catalepsia” (Single)(Sonido Nativo / Miau Music / Vinilo, Abbey Road Studios)

2016  Alejo & los Rolling Paper:“Mortal” (EP) (Sonido Nativo / Del Circulo)

2018  Piter Jara: “Doctor” (Single) (Sonido Nativo / Sonidos Libertarios – Miau Music)

2018  Piter Jara: “En la Tierra” (Sonido Nativo / Sonidos Libertarios / Miau Music)

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