Formados durante la dictadura y hoy radicados en Ecuador, el grupo a lo largo de estos años ha sido el autor de una extensa discografía, con reconocimientos tanto en América como en Europa, no obstante en Chile son casi desconocidos.
“No buscamos entretener a nadie, sino conectarse con el espíritu” dice Mauricio Vicencio (53, en la foto), músico polinstrumentista chileno, fundador del grupo Altiplano de Chile, cuando se le pregunta por su propuesta musical. Y es que para él, la música que ellos crean es por una necesidad de expresión, “para ser un puente entre lo humano y lo divino”, y sus conciertos son, ante todo, un “ritual”, donde el público es partícipe.
Creado en 1976, el grupo Altiplano de Chile está compuesto por cinco miembros, cuyos integrantes, además de Vicencio, son sus dos hijos chileno-ecuatorianos, Julio y Pablo Vicencio, Oscar Velásquez y Fernando Villablanca. Desde 1978 se encuentran radicados en Quito, Ecuador, desde donde han viajado por casi todo el mundo, desde América hasta Asia, pasando por Europa.
Precisamente, es básicamente en el extranjero, donde el grupo ha tenido sus mayores éxitos (dos discos de platino, incluido) así como la mayor cantidad de reconocimiento. Lamentablemente, en Chile éste es escaso, y básicamente la audiencia que ha acudido a las presentaciones que han realizado en el país “está constituido por músicos” según afirma Vicencio. Pese a ello, para él no es un tema importante.
MÚSICA: LENGUAJE SAGRADO
Si bien, a Altiplano de Chile se le presenta de vez en cuando como un grupo de “música andina”, lo cierto es que basta escuchar algunas canciones de su extensa discografía, para darse cuenta que el grupo sobrepasa ampliamente la denominación de “andino” y –a pesar de que ésta es su base musical – incluyen en su repertorio influencias de diferentes culturas, desde la lejana India, pasando por Asia Central hasta las culturas aborígenes de la América del Norte, otorgando al auditor una variedad de melodías como pocos grupos pueden entregar.
Su mismo fundador es un músico autodidacta y que es capaz de tocar más de 300 instrumentos, tanto andinos como del resto del mundo, con sonidos de cuerdas y percusión, incluyendo efectos ambientales, todo lo cual, le otorga al grupo un estilo que se ha mantenido inalterable durante toda su carrera. Por lo demás, sus composiciones no son iguales a otras, ya que cada una tiene su propia marca, su propio sentido; “cada una es un momento”, dice Vicencio, agregando que la música “es una ciencia divina”, desarrollada por el hombre.
Una característica de este conjunto es que además de entregar una variada composición musical, según su fundador “realizan investigación”, al momento de buscar aportes de diferentes culturas del mundo. Además reitera su concepción de “lenguaje sagrado” que para ellos tiene el crear música y lo grato que les resulta observar la reacción del público al escuchar sus obras. “Nuestra paga es la respuesta de la gente”, señala.
Su última presentación en Santiago, antes de volver al extranjero, será este sábado 29 de enero en el Teatro Cariola, ubicado en calle San Diego N° 246, en Santiago Centro, a las 20:30 horas.
Christian Armaza Benavides
El Ciudadano