Luego de la experiencia Grammy que le significó “La Bala” en 2011, Ana Tijoux vuelve con “Vengo”, cuarto disco en solitario de la ex Makiza. Si su trabajo antecesor sonaba más taciturno y sombrío, “Vengo” es un trabajo cálido, dulce, y orgánico, dada la relevancia de la banda instrumental y por su espíritu, que no abandona las letras críticas, pero que muestran un giro hacia la vitalidad y las alianzas entre las músicas y luchas del llamado tercer mundo.
Desde el comienzo con el tema homónimo abundan las sonoridades latinoamericanas –e incluso africanas/arábicas- por vía samples o arreglos (“Somos sur”, Antipatriarca, y otras), así como el groove funk (“Los peces gordos…”, “Creo en ti”). En ese sentido “Vengo” es un disco donde es la rima el único elemento que fija las raíces en el rap, porque musicalmente hay bastante pop, con coros pegadizos, donde Tijoux se atreve a cantar más (y mejor) y en otros tonos, intensidades y velocidades, proyectando claramente sus posibilidades en el ámbito más amplio de la ‘música urbana’, como llaman los gringos a la música negra más comercial.
“La bala” recogía en parte el espíritu agitado del año 2011. “Vengo”, por su parte, parece un disco más maduro y directo, quizás fruto de las reflexiones, lo que puede bien despertar suspicacias. Sin embargo, la desconfianza no construye camaradería, porque si bien Tijoux no tiene la radicalidad de Salvaje Decibel u otros actos de hip hop revolucionario de los últimos años, su prosa es humanista y personal, anclada en la línea del rap más intimista. A esta altura de la historia, no tiene sentido afirmar que el rap es música revolucionaria por naturaleza, pero tampoco que “Vengo” es un disco complaciente con el estado de las cosas.
En este nuevo trabajo hay versos por la dignidad femenina, por Palestina, contra las guerras por petróleo (la muy interesante “Oro Negro”), contra el urbanismo (“No más), pero también hay confesiones y declaraciones íntimas, como en “Los peces gordos…”, “Emilia”, o “Delta”. En todas ellas, Tijoux suena sincera y lúcida, aun cuando los tiempos grises no den para hablar tan fácilmente de alegría y futuro.
“Vengo” en su contexto es un muy buen disco, una obra coherente (quizás un tanto extensa) y que dibuja sin rodeos las intenciones de Anita Tijoux: expresar sus ideas de manera valiente, desde un punto de vista emocional, imaginativo y constructivo, lo que a las almas más oscuras puede parecer ingenuo, pero que en su voz suena genuino y común. Una interesante y acertada manera de sintetizar crítica y proyecciones. Esperamos que no se doble en el camino.
Por Cristóbal Cornejo
Publicado en «Onda corta: sonidos locales», El Ciudadano, edición impresa junio 2014