«No he conocido a ningún hombre que tuviera mayor capacidad de amor, mayor poder de amar la grandeza de la vida, y no se entenderían sus odios si no fuera porque con ellos protegía la cualidad misma de su amor por la vida, por lo maravilloso de la vida. Breton amaba igual que late un corazón. Era el amante del amor en un mundo que cree en la prostitución. Ese es su signo.»
Marcel Duchamp
Recordemos al gran poeta surrealista André Breton, pasados poco tiempo de un nuevo aniversario de su muerte el 28 de septiembre de 1966. Su vida estuvo cruzada por los movimientos artísticos de vanguardia que buscaron unir el arte a la vida. Desde principios del siglo XX en medio de guerras, crisis y revoluciones, los artistas oscilaban entre la esperanza y la desesperación. El mercado capitalista, sus galerías y academias de arte adocenaban la creación. Las vanguardias se levantaron contra todo esto.
Tras su paso por el movimiento dadaísta, Andre Breton, funda el Surrealismo junto a Louis Aragon, Paul Eluard y Benjamín Peret, entre otros. Andre Breton se identificó con su época y a su vez la marcó con sus obras y su vida. Porque logró bajar a la poesía de su torre de marfil, porque quiso ligarla a la vez con el conocimiento y con la acción, porque rehusó la seguridad de los sistemas pre-establecidos y porque trabajó para volver a hacer apasionada la existencia.
Desde los Manifiestos Surrealistas, pasando por obras como Nadja, La unión libre, El amor loco y Arcano 17, entre muchas otras, Breton buscaba una profunda liberación del espíritu. Bajo la influencia de la teoría del psicoanálisis de Freud, el surrealismo quería relacionar la vida consciente con el inconsciente. Alzaba la imaginación y el inconformismo contra el imperio de la religión y la moral burguesa.
Mientras la 1ª Guerra Mundial había enfrentado a los artistas con la sociedad capitalista, la revolución Rusa los impacta y los acerca a las ideas socialistas y al marxismo. Decía Breton, «Quiero creer que no existe una obra del espíritu que no haya sido vinculada con el deseo de un mejoramiento real de las condiciones de existencia del mundo… Lo importante para nosotros es que la desesperación, esa famosa desesperación que siempre se nos ha dado por móvil, cesa en el umbral de una nueva sociedad. No hemos necesitado más que volver los ojos a Rusia… Pertenecemos en cuerpo y alma a la revolución» [1].
Como subrayaba Maurice Nadeau [2] surgía una posición totalmente novedosa en los surrealistas, que afirmaban: «No somos utopistas, esta Revolución solo la concebimos bajo su forma social» [3]. Si en un primer momento hablaban de una revolución del espíritu, ahora ya no la consideraban posible sin lograr previamente una revolución en el plano social. La revista La Revolución Surrealista es sustituida por El Surrealismo al Servicio de la Revolución cuyo nombre marca el cambio en el movimiento.
En sus inicios, la Revolución Rusa había dado un gran impulso a la experimentación, la creación artística y los debates entre las vanguardias soviéticas. Lenin y Trotsky creían firmemente que no debía haber un arte oficial y monolítico del nuevo Estado revolucionario.
«Es falso decir que para nosotros, únicamente es nuevo y revolucionario un arte que hable del obrero; en cuanto a pretender que exigimos de los poetas que describan exclusivamente las chimeneas de las fábricas o una insurrección contra el capital, es absurdo. Por supuesto, por su misma naturaleza, el arte nuevo no podrá dejar de ubicar a la lucha del proletariado en el centro de su atención. Pero el arado del arte nuevo no está limitado a un cierto número de surcos numerados: por el contrario, debe labrar y roturar todo el terreno, a lo largo y a lo ancho. Por pequeño que sea, el círculo del lirismo personal tiene, indiscutiblemente, el derecho de existir en el arte nuevo. Más aún, el hombre nuevo no podrá formarse sin un nuevo lirismo» [4].
En 1927 los principales fundadores del surrealismo ingresan al Partido Comunista Francés. Breton define que se trata de afirmar la voluntad de participación real en la lucha revolucionaria, y preservar a su vez la autonomía de la búsqueda poética. El proceso de burocratización del estado obrero ruso y del partido, en manos del stalinismo que traiciona los principios de la revolución y el marxismo, produce un férreo control sobre los artistas.
El dirigismo político del arte se termina de consolidar en los años ’30 cuando Stalin estrangula la creación artística imponiendo la censura, la falsificación y el terror. Liquida las vanguardias en la URSS, y plantea las bases para decretar un único estilo oficial, el «realismo socialista», que implicaba la exaltación del jefe Stalin y la tergiversación de la historia, bajo el manto de un supuesto arte proletario.
Breton nunca adhirió al «realismo socialista» que pasó a ser la condición impuesta por los PC a todos los artistas del mundo.
«Durante años, en materia de creación artística, he defendido para el escritor, para el pintor, el derecho a disponer de sí mismo, a actuar, no conforme a consignas políticas, sino en función de determinaciones históricas muy especiales que son únicamente de la competencia del artista. Siempre me he mostrado irreductible en este punto […] Si a alguna tarea me he dedicado con continuidad, ha sido sin duda, con desprecio de cuanto pudiese suceder, a la de hacer que el arte siga siendo una meta, no se convierta bajo ningún pretexto en un medio…» [5].
Breton junto a otros surrealistas resistirán y se opondrán en varias ocasiones a la política del stalinismo. En la declaración «Planeta sin visado» [6] de 1934, toman abiertamente la defensa de León Trotsky contra su expulsión de Francia. En 1935, en el seno de la A.E.A.R [7], durante el «Congreso Internacional de Escritores por la Defensa de la Cultura» reunido en Paris, se da la ruptura definitiva con el stalinismo. La famosa frase final del discurso de Bretón leído por Eluard en el congreso decía: «Transformar el mundo, dijo Marx; cambiar la vida, dijo Rimbaud: estas dos consignas para nosotros son una sola».
Durante los procesos de Moscú [8], Breton se eleva de inmediato con vigor e indignación contra lo que considera «una abyecta empresa de policía»:
«… Stalin: el individuo que ha llegado hasta ahí es el gran negador y el principal enemigo de la revolución proletaria. Debemos combatirlo con todas nuestras fuerzas, debemos ver en él al principal falsario de hoy -no sólo se dedica a falsear la significación de los hombres, sino a falsear la historia- y como el más inexcusable de los asesinos…» .
A su vez reivindica a Trotsky como «un guía intelectual y moral de primer orden y cuya vida, desde el momento en que está amenazada, es para nosotros tan preciosa como la propia nuestra»[Declaración leída en Francia e 3 de septiembre de 1936 en el mitin:»La verdad sobre el proceso de Moscú». Firmada por André Breton, Georges Hugnet, Benjamín Peret, Yves Tanguy, entre otros.].
Con las derrotas de la revolución en Europa y la estalinización de los PC, los surrealistas se habían distanciado entre ellos irreparablemente. Mientras Aragon, Eluard y otros serán serviles colaboradores del stalinismo renegando de su pasado surrealista, Salvador Dalí, (actualmente el artista mas asociado al surrealismo), será un cínico admirador de Franco y el nazismo.
Por el contrario, la denuncia de los crímenes y del oscurantismo stalinista no lanzó a Breton al regazo del mundo burgués. Estuvo a favor de la revolución española y denunció la traición del Frente Popular, intervino contra el hitlerismo, la guerra imperialista, y el bandidaje colonial francés. Otros surrealistas se habían incorporado o lo harían más tarde a las filas del trotskismo, como Pierre Naville y Benjamín Peret. También hubo aquellos que a pesar de su escepticismo político se mantuvieron firmes a la moral anti-burguesa como Luís Buñuel.
La culminación del largo proceso de radicalización de Breton en sus posiciones se da en 1938 cuando viaja a México y visita a Trotsky. Allí elaboran juntos el «Manifiesto por un arte revolucionario independiente», donde llaman a los artistas a constituir una «Federación Internacional del Arte Revolucionario Independiente» (FIARI).
En éste declaran que el artista debía aliarse a la revolución: «El verdadero arte, es decir aquel que no se satisface con las variaciones sobre modelos establecidos, sino que se esfuerza por expresar las necesidades íntimas del hombre y de la humanidad actuales, no puede dejar de ser revolucionario, es decir, no puede sino aspirar a una reconstrucción completa y radical de la sociedad, aunque sólo sea para liberar la creación intelectual de las cadenas que la atan y permitir a la humanidad entera elevarse a las alturas que sólo genios solitarios habían alcanzado en el pasado.»
Además, afirman que el arte no puede someterse a directrices y fines que le son exteriores: «La libre elección de esos temas (los del arte) y la ausencia absoluta de restricción en lo que respecta a su campo de exploración, constituyen para el artista un bien que tiene derecho a reivindicar como inalienable. En materia de creación artística, importa esencialmente que la imaginación escape a toda coacción, que no permita con ningún pretexto que se le impongan sendas…»
Y plantean: «toda libertad en el arte. […] Consideramos que la suprema tarea del arte en nuestra época es participar consciente y activamente en la preparación de la revolución. Sin embargo, el artista sólo puede servir a la lucha emancipadora cuando está penetrado de su contenido social e individual, cuando ha asimilado el sentido y el drama en sus nervios, cuando busca encarnar artísticamente su mundo interior».
Concluyen el manifiesto con un llamado que mantiene total vigencia:
«La independencia del arte por la revolución y la revolución por la liberación definitiva del arte».
Luego del asesinato de Trotsky y de la Segunda Guerra Mundial, si bien Breton se distanciará del trotskismo por un tiempo, en 1956 volverá impactado por los sucesos de revolución política en Hungría [Proceso revolucionario donde los obreros con la colaboración de los estudiantes e intelectuales, organizaron consejos obreros para liberarse no sólo de la opresión nacional que les imponía la burocracia stalinista y una mayor democracia en las decisiones políticas, sino para volver a poner la economía al servicio de una verdadera planificación socialista.]. En su discurso por el 40º aniversario de la Revolución Rusa afirmaba que la causa de la emancipación del hombre «sea la que nos escudriñe y nos sostenga esta tarde, en una perspectiva en la que la Revolución de Octubre abriga en nosotros el mismo ardor inflexible que la Revolución Española, la Revolución Húngara y la lucha del pueblo argelino por su liberación [9].
En toda la posguerra seguirá produciendo distintas publicaciones, ensayos y deslumbrantes obras que continuarán su labor surrealista.
Dos años después de la muerte de Breton, su amigo surrealista, el cineasta Luís Buñuel lo recordaba entrañablemente y se alegraba al ver como su espíritu revivía en las nuevas generaciones, los jóvenes del Mayo Francés: «Mientras paseaba por las calles levantadas, reconocía en las paredes, no sin cierta sorpresa, algunos de nuestros viejos eslóganes surrealistas: -La imaginación al poder-, por ejemplo y -Prohibido prohibir-» [10].
Su larga búsqueda concordaba con la de los jóvenes del Mayo del ’68 y seguramente con los jóvenes de hoy y sobretodo los del mañana. Esa búsqueda tan enorme, profunda y urgente de transformar el mundo y cambiar, por fin, la vida.
Por Cecilia Gárgano
Integrante consejo editorial de la revista El fantasma de la Libertad, publicación de Contraimagen www.contraimagen.org.ar
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[1] Andre Breton, La force d’ attendre. Citado por Maurice Nadeau en Historia del surrealismo.
[2] Maurice Nadeau (Francia, 1911). Profesor y crítico literario. Autor de Historia del Surrealismo.
[3] La revolución ante todo y siempre», 1925. Declaración de los surrealistas junto a otros grupos de intelectuales, entre ellos los marxistas de la revista Clarté.
[4] León Trotsky, Literatura y revolución
[5] Visita a León Trotsky. Fragmento del discurso pronunciado en el mitin de aniversario de la revolución de Octubre, organizado por el POI en Paris, el 11 de noviembre de 1938. Esta posición esta planteada en una idea de Marx citada por Trotsky y Breton en su Manifiesto por un arte revolucionario independiente: «El escritor (el artista) debe naturalmente ganar dinero para poder ganar y escribir, pero en ningún caso debe vivir para ganar dinero… El escritor no considera en manera alguna sus trabajos como un medio. Son fines en si… La primer condición de la libertad de la prensa (de expresión) estriba en que no es un oficio».
[6] León Trotsky, calumniado y perseguido por el stalinismo, se encuentra afectado por un decreto de expulsión del gobierno francés, a quien pidiera asilo luego de ser desterrado de la URSS y echado de Turquía. Los surrealistas se rebelan, protestan contra esta medida y hacen una cuestión de honor en presentar sus saludos a Trotsky en esta declaración firmada entre otros por Breton, Crevel, Eluard, Huget, Peret, Rosey, Tanguy, y siguen buen número de firmas.
[7] AEAR: Asociación de Escritores y Artistas Revolucionarios, de obediencia estalinista. Sección Francesa de la Unión Internacional de Escritores revolucionarios (UIER) de Rusia.
[8] Juicios de Moscú: fueron una serie de procesos iniciados por Stalin y sus seguidores para erradicar toda oposición en la Unión Soviética, especialmente contra quienes defendían la teoría de la revolución permanente desarrollada por León Trotsky. Tuvieron lugar en agosto de 1936, en enero de 1937 y en marzo de 1938. Muchos de los mejores dirigentes de la Revolución Rusa fueron asesinados por esta causa. En 1956, en la sesión secreta del 20º Congreso del PCUS, Kruschev reconoció que los juicios eran un montaje y que los fusilados eran inocentes de los crímenes que se les imputaban.
[9] Andre Breton «Mensaje al mitin organizado por la sección francesa de la IV Internacional por el 40º aniversario de la Revolución Rusa», 1957. Versión digital en Boletín electrónico Nº 9 del Centro de Estudios, Investigaciones y Publicaciones «León Trotsky» www.ceip.org.ar
[10] Luís Buñuel, «Mi ultimo suspiro»