Espacio abierto a los juegos transdisciplinarios desde sus inicios, el Centro Experimental Perrera Arte despierta curiosidad entre quienes pasean por el Parque de Los Reyes, en el límite de la comuna de Santiago centro. Hoy celebran 17 años de trabajo desde el espacio de las creaciones subterráneas, con una instalación de su director Antonio Becerro en el Patio de Los Perros de la Universidad de Santiago (Usach) y otras muestras e instancias de reflexión.
No es raro que el primero en recibir al curioso que se acerque al edificio ubicado entre General Bulnes y Cueto, en el Parque de Los Reyes de la capital, sea “Capitán”, un perro mestizo mezcla pastor alemán con siberiano cuya ferocidad también parece performativa.
Adentro, Antonio Becerro capea el frío a punta de café y con una estufa claramente insuficiente para temperar el enorme edificio. Nacido como un laboratorio de artes visuales el 8 de julio de 1995, La Perrera celebra un nuevo aniversario, inaugurado el 17 de julio pasado con una actividad de música, performance y danza en el Patio de Los Perros en la Usach. En ese lugar se despliega la instalación “Encontraron cielo”, que con perros de fibra de vidrio sobre los aires, alude “no al espacio aéreo sino al cielo como el imaginario legitimo, al vuelo, al lugar que nos corresponde en un acto creativo y en un orgasmo”, explica el propio artista.
“En ese festejo están participando los artistas que han pasado en el último tiempo, porque por aquí han pasado muchas personas”, indica. El cierre será el próximo martes 28 de agosto, en el mismo sitio, con intervenciones de Sarjo, la compañía de danza Ideas, y de la chilena radicada en Francia, Nicole Mersey, que viene a mostrar su performance “Salvaje”.
La Perrera fue concebida como crematorio de las basuras de Santiago. Luego tomó ese nombre para rendir respeto a los perros que allí fueron sacrificados cuando pasó a ser una perrera municipal.
Por sus misteriosos pasillos pasaron desconocidos y reconocidos artistas como Pancha Núñez, Norton Masa, Claudio Correa, Mario Ibarra (paté), Víctor Castillo y el propio Becerro con sus prátcias taxidérmicas, entre muchos otros. Hoy hay un intenso calendario de exposiciones, se desarrolla el proyecto “`Pintacanes”, y se ha puesto el ojo en artistas regionales.
“Este lugar existe porque hay gente que ve el arte más allá de un objeto egoísta, más allá de una práctica decorativa, cortesana, o carnavalesca. Yo asimilo el arte como una experiencia personal, para vivirlo y gozarlo. También colectiva desde el simple hecho de un ejercicio de liberación, lejos de la sociedad del espectáculo y las validaciones endogámicas que se practican desde la academia escuálida chilena”, comentaba Becerro en un artículo publicado en El Ciudadano.
-¿Por qué decidieron celebrar en la Usach y no en La Perrera y cómo resultó esa alianza?
– La invitación la cursó la Escuela de Arquitectura de la Usach. Nosotros recogimos el guante por que nos calza justo en términos simbólicos y estéticos. El montaje justamente está en el Patio de los Perros del edificio patrimonial que era la antigua Escuela de Artes y Oficios; lugar en que se defendía la acción y el hacer en el arte, conceptos que nosotros defendemos en La Perrera: ejercicios de acción desde el imaginario al oficio.
Ha resultado difícil en todos los sentidos, ya que la instalación es técnicamente compleja y el diálogo con los administradores no fue fácil, aún cuando existía la mejor disposición de los arquitectos que nos invitaron
-¿Qué destacas de estos 17 años de trabajo artístico?
-Es difícil resumir 17 años. Hay que hojear en la perspectiva del tiempo. Esto es una conmemoración, pero también es un saldo. Es como decir “la hicimos”… en cierto modo y con cierta gente, con los que fueron cayendo, los que fueron llegando, y eso tiene su lado afectivo. La Perrera como laboratorio, como nido de pájaros y perros, tuvo sus frutos y es un lugar que varios consideran que ha hecho un aporte irrefutable. En su momento, sin los auspicios, sin los recursos…
-¿Dónde radica la particularidad de este espacio?
-Hoy hay grandes centros culturales, elefantes con una inversión mayor, pero vacíos de público, donde no hay diálogo real. Nosotros hicimos la tarea democrática de insertar el arte en el barrio, con actividades masivas, no solamente para que la gente venga a mirar, sino a conversar. Ese es nuestro mayor logro. Nosotros entendimos que había que armar un centro cultural, en un país y una ciudad torpe, pero también que había que darle identidad y eso tenía que ver con el edificio, porque nos hicimos cargo de un edificio histórico.
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Y hubo respuesta del barrio. Tanto así que incluso hace poco le pidieron ser candidato a concejal por el Partido Igualdad. “Eso lo entiendo como devuelta de mano. Pero yo detesto a los políticos formales, partidistas. Lo pensé, porque la gente que me lo pidió es de confianza, pero les dije que no, por mi estado de salud, que no se encuentra bien, y porque no tengo el carácter como para muñequear”, afirma.
-Hablas en pasado: dices “cumplimos”, “lo hicimos”. ¿Por qué? ¿Sientes que cierran una etapa?
-Hablo en pretérito porque son 17 años: dejamos de ser adolescentes y viene otro momento, más reflexivo, nuevas alianzas (…) Yo vine a este lugar por tres años, y sin saberlo he estado 17. Estuve dos veces a punto de entregarlo, hubo censura, nos trataron de desalojar. Estuvimos en un periodo muy difícil, con la democracia más débil, arrastrábamos cosas de la dictadura, y no fue fácil instalarse con la cagona Concertación.
-¿Y qué cosas deben cambiar de aquí en adelante?
-En realidad nosotros no tenemos mucho que cambiar. Estamos más sólidos que nunca, mejor parados. La lucha hoy es un poco más fuerte, porque en cultura se retrocedió más de lo que se avanzó y hoy hay prácticamente un ataque directo, nos quieren aniquilar… no a La Perrera en sí, sino a la gente que trabaja en la cultura.
-¿De qué manera se da eso que señalas?
-Se busca aniquilar el pensamiento, la acción verdadera, lo que significa ser seres pensantes a través de la herramienta del arte y la cultura. Lo que en realidad hay desde la institucionalidad son espectáculos, que son bonitos, que también tienen que tener cabida, pero sabemos que ahí lo que se hace es entregar un producto, un producto cultural. Se le da más importancia a la gestión cultural que a una identidad cultural. Eso es lo que están aniquilando, y cada vez más. Todos quienes lograron avanzar un poquito en la reflexión sobre la identidad hoy están marginados. Hoy hay más inversión, centros culturales, pero lo que se necesita no es eso. ¡Se necesitan otras cosas!
-¿Y qué papel han jugado los artistas en ese proceso?
-Los artistas tienen la culpa, están en una volá. No participan, están alejados de la realidad social, hay una distancia, y no se han hecho autocríticas. Porque esto ocurrió a vista y paciencia de los pensadores chilenos que aún quedan. Esto no fue un asalto ni una emboscada, fue hecho a vista y paciencia. Ellos se creyeron la elite, que existe, porque la cultura en Chile está manejada por las elites, es un fenómeno de clase. En ese sentido, la gente sin formación, sin conocimientos previos ha quedado aislada hasta lo que tenemos hoy día. Y esto fue pensado por la dictadura, avalado por la Concertación porque veían un peligro en la cultura, no fue al azar, y hoy, con un Gobierno de derecha ni hablar…
-Y esa elite que señalas es transversal…
-Si, es endogámica, es un familión. En los Matte hay gente de pensamiento de centro izquierda. Marco Enríquez, los Gumucio…. da lo mismo, seguramente se juntan a comer, luego se tiran mierda pero su capital sigue estando asegurado. Yo hablo desde el arte, y estoy indignado por como están las cosas, nunca pensé que iba a ser tanto… Antes te dejaban ser pobre, hoy te lo restriegan en la cara. Creo que si sobrevivo a este país puedo sobrevivir en cualquier lado.
Por Cristóbal Cornejo
El Ciudadano