Antonio Gubbins un regreso con historia

Alguien dijo por ahí  que hay ciertos músicos que sólo pueden competir con su propio legado, y el caso de Antonio Gubbins calza perfectamente bajo esas coordenadas


Autor: Mauricio Becerra

Alguien dijo por ahí  que hay ciertos músicos que sólo pueden competir con su propio legado, y el caso de Antonio Gubbins calza perfectamente bajo esas coordenadas. Es tan cierto que antes una figura de su calidad humana y musical y de su rol dentro de la historia musical de los últimos treinta años no procede especular sobre su vigencia, sino celebrar su idea de retorno, su capacidad para hacer nuevos temas y congratularse de su motivación para encajar con su trabajo actual. Por eso y más -principalmente motivos personales- se palpaba en el ambiente un inconfundible aroma a oportunidad única y llena de gracia, y la jornada así lo fue confirmando, sobretodo por un aporte en sonido de los músicos acompañantes que le fue entregando a Gubbins la confianza y certeza que su actual trabajo se suma con mayor diversidad y riqueza a sus evocadas interpretaciones de los años del Canto Nuevo.

Así fue posible encontrar en la presentación, y tal como ocurre con el disco “Una historia”, incursiones tanto en la canción acústica como en el tango, el bolero, el reggae, los arreglos de jazz y otros géneros, labor que corrió en ambos casos por parte del destacado pianista brasileño Marinho Boffa y en compañía, entre otros, de músicos de diversos ámbitos como Hernán Jara (flauta traversa), Gustavo Bosch (trompeta) y los jazzistas Jorge Díaz (guitarra), Pablo Lecaros (bajo) y Daniel Cheul (batería), a la que suma, por ejemplo, la voz de Sol Aravena. Por todo esto, esta presentación, sumada al disco viene a ser la reanudación o la vinculación con una trayectoria de más de veinticinco años que le permitió al cantautor reencontrarse con un público fiel y al mismo tiempo tocar ante una nueva audiencia, que no sólo pudo escuchar “Magdalena Rapa Nui” o “Pasajera del dolor”, pertenecientes a épocas previas, sino que darse el gusto de pasear por las nuevas composiciones que tienen nuevas sonoridades y nuevos visiones, pero que no pierden ese aire anterior -como ocurre con “Agua transparente” que abrió el recital o con “Llévenme a la cuarta dimensión” que casualmente lo cerró-, sino que también hablan de una madurez creativa y de interpretación.

Esteban Lazo


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