Antonio Díaz Oliva, escritor: “Piedra Roja fue nuestro Altamont, pero sin tragedia, o con tragedia a la chilena: con vino y empanadas”

"Creo que se sabe poco de cómo la contracultura ha influido en la construcción de Chile, de su identidad, de sus hitos y relatos", explica el también investigador, quien explora la contracultura de los años 70´s

Antonio Díaz Oliva, escritor: “Piedra Roja fue nuestro Altamont, pero sin tragedia, o con tragedia a la chilena: con vino y empanadas”

Autor: El Ciudadano

A fines de 2024 la editorial Pez Espiral publicará, por su colección Carnada, Se supone que hay una revolución: Una historia oral de la contracultura chilena en los 70s, libro ganador en la categoría inédita 2023 de los Premios Escrituras de la Memoria del Ministerio de las Culturas, las Artes y el Patrimonio. En esta conversación el escritor chileno Antonio Díaz Oliva (ADO) destaca la importancia de la memoria personal y colectiva en la construcción de la identidad de un país y sus hitos culturales. «Creo que se sabe poco de cómo la contracultura ha influido en la construcción de Chile, de su identidad, de sus hitos y relatos».

Esta investigación se remonta a su trabajo anterior sobre Piedra Roja, un evento emblemático que hizo visible a la contracultura en Chile, e incluyen entrevistas testimonios, sacados de prensa o libros, de miembros de Los Jaivas, Los Blops, Aguaturbia, así como de Ariel Dorfman, Raúl Ruiz, Enrique Lafourcade y hasta Sebastián Piñera. Tal como lo dice Oliva en el epílogo “este libro alguna vez fue otro libro y se llamó Piedra Roja: El mito del Woodstock chileno. Se publicó en octubre de 2010 (editorial RIL) y fue mi primero, uno que nació como tesis de pregrado, que mutó en el camino, y que hoy es casi imposible de hallar en librerías. Así, lo que tienes en tus manos es otra cosa; un libro sobre el rock, los hippies, la UP, Palomita Blanca, Raúl Ruiz, y la contracultura. Principalmente sobre la contracultura chilena durante los setenta, algo poco investigado cuando se habla de esta década”.

-¿Por qué elegiste el tema de la contracultura chilena de los años setenta como foco de tu libro?

-No fue tanto como que escogí el tema, sino que el tema me escogió a mí. Me obsesioné con el tema. Me interesaba desde hace tiempo esto de la contracultura, algo que exploré en mi primer libro, sobre Piedra Roja, pero que prontamente me di cuenta que podía extenderse más allá de este evento y que resuena con culturas como la música urbana, o el k-pop. 

¿Este nuevo libro es una especie de continuación de Piedra Roja: El mito del Woodstock chileno que publicaste el 2010 con Ril editores? 

-Mi primera idea era, ya que se cumplían 10 años de ese libro, revisar el manuscrito para sacar una edición corregida… pero me di cuenta que tenía mucho material que no entró, ya que finalmente Piedra Roja fue un hito de la contracultura chilena, cuando hay otros, como Palomita Blanca, primero el libro y luego la película que se perdió. Fue obvio, entonces, que tenía otro libro en mis manos. Y ahí, por tanto, comenzaron mis problemas. Unos 6 años en que hice entrevistas, fui a bibliotecas, viajé…. de todo.

En el epílogo del libro que saldrá a fines de 2024 hablas de que es un libro en progreso. ¿Puedes ahondar sobre eso? 

-Este libro es una historia oral, un género que de a poco tiene más referentes en Chile: me gustan mucho el de la Blondie de Rodrigo Fluxá y el de Canal Rock & Pop de María Ignacia Pentz y Javier Correa. Y nada, las historias orales son libros corales, es decir, que se arman a través de varios testimonios y narradores; entonces, me gusta pensar que estos libros siempre están en progreso ya que la memoria siempre está en progreso, o en retroceso, claro, dependiendo de cómo se le vea. Puede que luego de publicar Se supone que hay una revolución: Una historia oral de la contracultura chilena en los 70s haya gente que se me acerque y me cuente cosas interesantes que, por qué no, modifique mi libro. Ya me pasó con el libro de Piedra Roja.

Hablemos de la importancia de la memoria personal y colectiva y su implicancia en la construcción de la historia de un país, de su identidad, de sus hitos y relatos.

-Muy importante. Creo que de hecho se sabe poco de cómo la contracultura ha influido en la construcción de Chile, de su identidad, de sus hitos y relatos. Creo que Palomita Blanca es uno de nuestros mitos, por diversas razones, como se ve en mi libro, y que es uno de esos libros, aunque no nos guste, que cruza generaciones. También esto de explorar la contracultura sirve para matizar los años de la UP, donde hubo muchas cosas interesantes desde la izquierda, pero asimismo desde grupos y sectores que no eran necesariamente comprometidos con los valores de esa izquierda allendista. Eran cabros y cabras en otra onda. Y eso también es Chile.

Este libro recibió el premio Escrituras de la Memoria en categoría inédita 2023 que otorga el Ministerio de las Culturas, las Artes y el Patrimonio. ¿Qué piensas de estos premios que además de fomentar el registro de la memoria tanto personal como colectiva, dan la oportunidad a libros que aún no han sido publicados como fue el caso tuyo?

-Escribir es como lanzar al mar un mensaje en una botella. Si pasa algo, bien; si no pasa nada, también. He tenido suerte de que tanto en lectoría como en premios suceden cosas; por este y otros libros he recibido dinero (no mucho) y mensajes de lectores. Eso sirve, sin duda. Aunque a la hora de crear uno está frente a la hoja en blanco y lo mejor es pensar en el proyecto, en la escritura, antes que en premios.

Pero la relación dinero y creatividad es algo enrevesado. En especial, me gusta mucho el premio Escrituras de la Memoria y ojalá que se premien más libros pop, sobre cosas como, no sé, la cultura de la música urbana, o una biografía oral de Jorge González, o un libro de viajes entre Chile y Haití que sea bilingüe, etc. El concepto de la memoria de un país es algo muy elástico y este premio tiene que incentivar esa elasticidad escritural, sino de otra forma podemos caer en registros innecesariamente académicos, serios, alejados de la calle, que es donde la memoria siempre está gestándose y en disputa.

¿Cómo fue el proceso de investigación que realizaste para recopilar la información necesaria para escribir este libro?

-Comenzó con todo eso que no quedó en mi libro de Piedra Roja. Y luego siguió con el momento en que amplié el foco del libro, cuando me di cuenta que este nuevo libro sería una historia oral en la que sea vea la historia contracultural de los años 70. Esto a través de eventos y elementos como Piedra Roja, el hipismo, el arte, el libro y la película de Palomita Blanca, y luego el golpe de estado, el cual no solo desaparece y mata gente, sino que acaba con esta efervescencia cultural en la UP. Ese proceso de investigar duró 5 años, con distintos niveles de intensidad y entrevistas a gente como Ariel Dorfman, quien estuvo cerca de Allende, y quien confesó cosas interesantes sobre los hippies. Lo mismo la Patricia Pulitzer. O el locutor y productor Hernán Rojas, quien se un día, ya cuando estaba la dictadura se subió a un barco carguero y terminó en Los Ángeles, trabajando con Fleetwood Mac, incluso fue pareja de Stevie Nicks… en fin, luego de todo eso vino lo más entretenido: el montaje de este libro, armar y desarmar posibles formas de organizar la oralidad y secuencia de eventos que van desde 1970 hasta 1973. 

¿Qué desafíos enfrentaste al tratar de unificar las diferentes perspectivas y experiencias de quienes vivieron el festival de Piedra Roja?

-Este tipo de libros, las historias orales, plantean varios desafíos. El más entretenido es el montaje, armar un fresco de la época con los testimonios, ya sean de personas que vivieron los hechos, como los diarios y revistas que los cubrieron, así como los académicos o gente que ha investigado el tema. Me lo pasé muy bien armando este caleidoscopio de voces en donde se recuerdan, y cuestionan, todas esas revoluciones, o pulsiones juveniles, que luego se acallaron con el golpe de estado. Ergo, el título, Se supone que hay una revolución.

¿Cuál es el mito más común que rodea a Piedra Roja y cómo intentaste desmitificarlo en tu libro?

-Que fue nuestro Woodstock. Fue lejos de serlo. Piedra Roja fue nuestro Altamont, pero sin tragedia, o con tragedia a la chilena: con vino y empanadas. De hecho, hay fotos donde se ven las garrafas de vino y los campesinos alrededor del predio vendían pan amasado y empanadas. 

El otro mito es que la gente cree que ya que escribí un libro sobre Piedra Roja, y ahora otro sobre la contracultura, eso significa que soy hippie. ¡Estoy lejos de serlo!

Y un tercer mito muy sabroso es que mucha gente, con el paso del tiempo, ha dicho que fue a Piedra Roja, ya que se ha vuelto un símbolo nacional. Entre esos, un ex presidente. Pues bien, en este nuevo libro expongo eso, y dejo que otros lo cuestionen.

¿Qué miradas o lecciones crees que pueden extraerse de la contracultura chilena de los años setenta para la sociedad contemporánea?

-Hay varias cosas. Una es que el libro termina con uno de los protagonistas yéndose a vivir a una comunidad en la cordillera. Y he pensado en cómo sería una secuela de este libro; es decir, ¿qué sucedió con los hippies y roqueros y artesas que aparecen en mi libro? Hay varias respuestas, pero una narrativamente interesante es rastrear las conexiones, si es que las hay, del hipismo incipiente con las sectas y comunidades, como esos mundos de yoga y medicina alternativa que son antivacunas. No son todos así, claro, pero hay cosas se pueden unir.

-Por un parte, el que tanto la derecha como la izquierda miran con recelo a la contracultura, o la cultura pop, lo cual siempre ha sido así. Especialmente en Chile. Sucedió con Piedra Roja y sucedió con Peso Pluma en Viña, quien finalmente no vino, pero que la izquierda sobreteorizada, tipo Alberto Mayol o Lucy Oporto, miraba mal, así como la derecha opus. Los polos ideológicos que tiran para los extremos siempre miran con sospecha lo pop y lo contracultural. Porque desmantela su visión ideológica de lo que debe ser la juventud chilena.

Por Mariana Hales Beseler
Fotografía: Carla McKay


Reels

Ver Más »
Busca en El Ciudadano