“Y si a ustedes los agarran, ¿qué hago?”. Así empieza el apasionante libro “Betina sin aparecer” del argentino Daniel Tarnopolsky, en que relata el secuestro y desaparición a manos de militares de sus padres, son sus dos hermanos y su cuñada, en Buenos Aires, en julio de 1976.
La obra será lanzada el próximo 30 de agosto a las 19.00 horas en el Museo de la Memoria de Santiago (Matucana 501, Metro Quinta Normal) por la editorial Lom.
“Fueron semanas terribles. Vivíamos con la angustia del día siguiente”, escribe Tarnopolsky, que se salvó del rapto colectivo porque a los 18 años se había ido de casa luego que tras el secuestro de una prima de su padre, éste le pidió que se buscara “otro lugar donde estar”.
De un día para otro, Tarnopolsky perdió así a su primogénito, socio de una empresa química, su madre, su hermano Sergio, que cumplía el servicio militar en la Escuela Mecánica de la Armada (uno de los peores centros clandestinos de tortura y asesinato del país), recién casado con Laura, otra de las víctimas, y Betina, su hermana de quince años, militante de la Unión de Estudiantes Secundarios.
Tarnopolsky, miembro de una familia de origen judío que emigró a América a comienzos del siglo 20 y se repartió entre Chile y Argentina, narra en forma novelada su escape a nuestro país con apenas 18 años como único sobreviviente de su núcleo familiar, y posterior exilio en Israel y Francia, “con mis desaparecidos siempre a cuestas”.
El destacado militantes de la causa de los derechos humanos regresó a Argentina en 1984, tras el fin de la dictadura, y su caso fue incluido en el Juicio a las Juntas que terminó con la condena a los jefes militares trasandinos, pero volvió a irse cinco años después a Francia, luego del indulto otorgado por el gobierno de Raúl Alfonsín.
“Esta amnistía obtenida a base de cañón me destruyó; es como si hubieran vuelto a matarlos a todos. Otra vez. No soporto seguir viviendo en este país. Me quiero ir”, escribe Tarnopolsky.
Aún así, y decidido a seguir su caso por la justicia civil, logró que el almirante Emilio Massera fuera condenado por la desaparición de su familia a una indemnización en 2004, la que donó a Abuelas de Plaza de Mayo, la organización que busca a los hijos de desaparecidos. Dos años antes había vuelto nuevamente a Buenos Aires, con esposa y dos hijos, ciudad donde sigue hasta hoy.
El exilio, una historia latinoamericana
En conversación con “El Ciudadano”, Tarnopolsky cuenta que Lom se decidió a publicar el libro “pues según consideran es una historia a la vez muy argentina pero muy latinoamericana”.
Un libro que escribió luego que, durante años, los amigos, tanto franceses como argentinos, le dijeran que tenía que escribir sobre experiencia, “el exilio, la persecución, la búsqueda de justicia”. Empezó en 2007.
“La edición chilena es un paso importante para la difusión de este texto
Sale de la Argentina y me emociona profundamente”, dice.
Es que Chile es parte de su vida. “Las familias repartidas a ambos lados de la cordillera desde principios de 1900 siempre estuvieron muy unidas
Ibamos y veníamos de vacaciones, viajes, negocios”, explica. “El golpe de Estado contra Allende lo vivimos en carne propia, recibimos refugiados en la Argentina. Luego yo mismo partí primero a Chile antes de saltar el gran charco allá por el 76, y en Francia viví con mis parientes chilenos exiliados durante años”.
El exilio y el ser extranjero es justamente uno de los temas centrales del libro. “En la Argentina el dolor de la desaparición a veces se hace insoportable. No podes ‘jugar’ a que no sucede. El lugar físico te recuerda constantemente las ausencias”, cuenta.
En el exterior, en cambio, “el entorno me daba paz y tranquilidad”. “Al no ser del lugar podía mantener cierta distancia con la realidad exterior que era pacificadora, si bien por momentos ser extranjero me resultaba también incómodo”, señala.
Hoy, con el paso de los años, “las ausencias duelen pero el agujero negro ya no está, pues éste no sólo tenía que ver con las desapariciones de los míos sino con el exilio en sí. Y por mucho que me cueste acá, no soy exiliado. Me siento sapo de otro pozo muchas veces pero es mi pozo, me guste o no”.
“En la Argentina tengo mis espacios personales, que fui recuperando de a poco, que siempre fueron míos y de mi familia, como el sur, las montañas, el (archipiélago del río)Tigre. Y eso está acá y en ellos los míos me acompañan nuevamente, los reencuentro”, afirma.
Además lleva adelante una actividad de derechos humanos “y de solidaridad con muchos otros que están en la misma que nuclea, acompaña, es sanadora. Eso afuera no hubiera podido ser de la misma manera”.
– ¿Crees que en tu caso se ha hecho justicia?
“Tal vez si un día todos, digo bien todos, los responsables del secuestro, tortura, asesinato de los 30.000 desaparecidos estén presos de por vida podremos sentir que se ha hecho justicia”, responde.
“Cuando rompan su pacto de silencio, cuando nos digan qué hicieron exactamente con cada uno de ellos, que podamos reconstruir sus pasos desde su secuestro hasta su muerte, entonces se habrá hecho justicia”.
“En mi caso personal, si bien llevé adelante la causa individual contra Massera y el Estado, eso fue un paso, pero justicia, con mayúsculas, no la hemos tenido y no creo que la tengamos, pues estos tipos no hablarán, prefieren pudrirse en la cárcel pero no hablarán”.
“Se sienten victoriosos de esa manera, y de alguna manera guste o no lo son, pues se llevan sus secretos a la tumba. Saben todo lo que pasó y se lo guardan, es su última victoria. Y es terrible, pero vamos a tener que vivir hasta el final con eso, sin saber bien cómo fueron los últimos momentos de los nuestros”.
La Argentina de hoy
– ¿Qué opina de la sociedad argentina de hoy?
“Está tratando de evolucionar pero que las desigualdades económicas y las reacciones autoritarias y represivas aún no se han solucionado”, opina. “Los reflejos fascistoides existen en todo tipo de niveles sociales y de ideologías políticas y estamos aún lejos de transformarlo. En la Argentina conviven por ejemplo, el matrimonio igualitario con una ley de aborto aún retrógrada; una Corte Suprema que es un ejemplo de clarividencia y altura intelectual con policías que siguen torturando en las comisarías a los ladrones de gallinas”.
– En tu libro tu hermana juega un papel central, de hecho le da nombre al título. ¿A qué se debe que la destaques?
“Siempre, desde los primeros tiempos luego del secuestro de mis cinco familiares, la ausencia de Betina me dolió más que el resto. Tenía quince años, era sólo una jovencita, por más madura que fuera para su edad. Tenía un gran compromiso social, político y militante como era el caso con muchos adolescentes argentinos de la época. Pero a la vez tenía sólo quince años, con la candidez, la impulsividad y la falta de reflexión, la imposibilidad de ver más allá del momento que también caracterizan a los adolescentes de hoy en día”.
– De hecho, uno de los momentos más emotivos del libro es cuando en viste del peligro la madre le pide a Betina le pide de rodillas que se vaya y ella se niega, por su compromiso con el grupo en que militaba.
“La militancia tan comprometida de gente tan joven es algo que aún no se ha discutido lo suficiente y personalmente creo que las organizaciones revolucionarias fallaron en ese sentido, al exponerla de manera innecesaria”, dice.
Médiums
Betina también es clave porque está directamente relacionada con un aspecto clave del libro: la investigación de lo sucedido a sus familiares a través de métodos no convencionales, como médiums.
Tarnopolsky admite que “a mucha gente le debe incomodar lo ‘irracional’ pero tal vez por respeto no lo expresan”. Aún así, “puedo asegurar es que muchos familiares de desaparecidos me han re-conocido, muy confidencialmente, haber recurrido a médiums o videntes pero que nunca han hablado de ello en público pues ‘no está bien visto’, sobre todo entre gente de izquierda o militantes”.
De hecho la religiosidad, especialmente aquella ligada al judaísmo, ha jugado un papel importante en su vida. “Claro que sorprende y mucho que un familiar de desaparecidos, paralelamente a una larga y constante lucha por la justicia, haya recorrido un camino tan fuerte en lo religioso y místico
Para mí no son temas incompatibles”.
– ¿Crees que sea posible que estos hechos tan terribles como los que narras se repitan en Argentina, en Chile, en nuestro continente?
“Por desgracia, sí. Si bien no en la actualidad, nuestras sociedades son extremadamente volátiles, reactivas. La globalidad actual incrementa tanto los problemas económicos como sociales y políticos”, dice.
“A la vez las democracias deben y pueden, como lo están haciendo, aprovechar de esta misma globalidad para reforzarse e implementar políticas comunes. Pero los vientos siempre pueden cambiar y volver a los horrores pasados”.
RECUADRO 1
– En Chile ha habido una reciente polémica con el Museo de la Memoria, ya que algunos sectores de derecha han criticado su labor, tildándola de parcial, y creen que falta «contextualizar» la época y los hechos que dieron origen a las violaciones a los derechos humanos tras el golpe de 1973. ¿Cuál es tu opinión al respecto? ¿Pueden «contextualizarse» estos hechos?
“No conozco aún el museo así que no puedo analizar su contenido. Si recuerdo en cambio perfectamente lo que fue el gobierno de Allende, su ascensión al poder luego de elecciones limpias, cómo volvió a ganar las elecciones legislativas en el medio mandato y mejorando aún su caudal electoral anterior”, responde.
“También recuerdo las huelgas de ciertos sectores sindicales como los camioneros y boicots de los grupos económicos dominantes que provocaban el desabastecimiento financiado por los estadounidenses con (el secretario de Estado Henry) Kissinger a la cabeza”.
“Por supuesto que recuerdo los desacuerdos y disputas de poder entre los diversos partidos políticos de izquierda que conformaban la coalición de gobierno”, asevera. “Y la traición de la Democracia Cristiana que rompió con su propia tradición centenaria democrática para aliarse a los golpistas y provocar la mayor masacre que la historia chilena haya vivido seguida por el mayor período de ruptura de sus ciclos democráticos de la historia”.
“Por mucho que busque entender no veo otra cosa que más de lo mismo: los grupos más poderosos de la sociedad buscando sea como sea salvaguardar sus privilegios, uniéndose las fuerzas reaccionarias mundiales, provocando masacres, persecuciones, regresiones políticas y sociales. Los militares de turno primero dejándose usar y luego encaramándose al poder y desplazando a los mismos políticos que pretendieron usarlos en beneficio propio. Y las clases medias y ciertos sectores de trabajadores que en nombre de una lucha arcaica, casi medieval, que en Chile aún se sigue manteniendo, contra el ‘peligro comunista’, sostienen a las reacciones con tal de mantener sus magros y egoístas pseudo- privilegios de su pobre estamento social”.
El Ciudadano