El libro «Arte y sexualidad en los siglos del románico» es una publicación editada por la Fundación Santa María la Real, que reúne estudios y teorías con una explicación desde el punto de vista religioso de las imágenes románicas con una fuerte carga sexual que decoran algunas iglesias al norte de Burgos, Palencia y el sur de Cantabria (España) desde el acercamiento a la sociedad medieval en la que fueron creadas.
Según un comunicado publicado en la entidad ubicada en Aguilar de Campoo (Palencia – España), el texto, que posee 1.500 ejemplares impresos, busca «avanzar en el conocimiento e interpretación de una temática tan sorprendente como cautivadora», así lo explicó el historiador y coordinador de la publicación, Pedro Luis Huerta.
Huerta señaló quelos tres primeros capítulos estudian la conducta sexual bajo la óptica del ordenamiento jurídico, la moral eclesiástica y la teoría médica.
El libro, además, ha sido objeto de estudio para el historiador Iñaki Bazán, quien aborda el concepto de sexualidad transgresora, con especial atención al adulterio, perseguido y castigado tanto desde el plano moral (pecado) como judicial (delito).
Por su parte,Miguel Carlos Vivancos realizó una clasificación de las penas y castigos que se aplicaban para observar los pecados de la carne, siguiendo los libros penitenciales de algunos monasterios medievales hispanos.
Aborto e infanticidio
Vivancos en su análisis observó cómo el aborto y el infanticidio eran considerados como «homicidios» y llegaban a castigarse con penas de muerte, reducidas después a excomunión o penitencia.
En tanto, conductas como el adulterio, el incesto, la fornicación, el bestialismo, la masturbación o el lesbianismo que, por lo general, «se condenaba con menor severidad que la homosexualidad masculina».
Masturbación en la Iglesia solo para las mujeres
Según expone Paloma Moral, que analiza la estrecha relación entre medicina y religión, la masturbación sirvió para ahondar y paliar los problemas que podía ocasionar la castidad en la salud de los hombres y mujeres de la Iglesia.
En este sentido, se ofrecían distintos tratamientos en función del sexo. Por ejemplo, los clérigos no podían recurrir a la masturbación, que sí se permitía a las religiosas, siempre que la practicaran con su propia mano o con un consolador fabricado siguiendo unas premisas muy concretas.
Mujer, lujuria y pecado
Por su parte, Miren Eukene Martínez se adentra en la imagen de la mujer como símbolo de la lujuria, un «pensamiento misógino» que, según Pedro Luis Huerta, cristalizó a finales del siglo XI y que tuvo como principales valedores a monjes y clérigos reformistas que hicieron de la naturaleza femenina sinónimo de tentación, sexo y pecado.
La mujer es protagonista del penúltimo capítulo firmado por Agustín Gómez, que estudia las escenas de concepción, gestación, alumbramiento y lactancia, desde la perspectiva de lo sagrado, con María como modelo de comportamiento, y la del pecado, al que hace alusión el realismo de escenas grotescas.
La publicación se cierra con un ensayo de José Luis Hernando en el que se apuesta por una novedosa y atrevida interpretación de las representaciones obscenas, ya que aboga por su posible valor como amuletos o conjuros para neutralizar las fuerzas del mal.
Basándonos en los conocimientos que según el texto recibieron los clérigos desde siglos pasados, podríamos vislumbrar que muchas de sus disociaciones sexuales provienen de su adoctrinamiento y educación inculcada con respecto al tema de la sexualidad.