La mujer de “poncho rojo” grabó más de 80 discos
Chavela Vargas nació en Costa Rica. Sin embargo, nunca fue conocida por ser oriunda de ese país, siempre se proyectó como una mexicana más. Así lo dijo en una entrevista de televisión y lo repitió hasta el cansancio: “los mexicanos nacemos donde nos da la rechingada gana”.
Hace siete años, la legendaria artista regaló a través de la red social Twiter 140 caracteres que se transformaron en otra sentencia para la posteridad: «Yo no me voy a morir porque soy una chamana y nosotros no nos morimos, nosotros trascendemos«, recordó el diario El Mundo.
Una semana antes de aquel 5 de agosto de 2012, Vargas había sido internada en un hospital de la céntrica ciudad de Cuernavaca, a causa de una insuficiencia cardíaca, fibrilación auricular paroxística, falla renal crónica y neumopatía intersticial.
Hasta el parte médico tenía sabor a pareado (estrofa formada por dos versos, de igual o diferente medida, que riman entre sí) y afirmaba que el pronóstico es «malo para la función y reservado para la vida de acuerdo a la evolución«.
Pese a su condición, María Isabel Anita Carmen de Jesús Vargas Lizano, mejor conocida como Chavela Vargas, no quiso ser intubada, quería tener una muerte natural. Falleció a los 93 años.
Hoy las autoridades mexicanas, planean erigir una estatua de la célebre cantante en el Paseo de las Luminarias de Garibaldi, “por su gran aportación a la música y a la cultura mexicana”.
La Comisión Permanente del Congreso de la Unión aceptó la invitación al Gobierno de la Ciudad de México para que, por medio del fideicomiso del Centro Histórico y la Secretaría de Cultura del Gobierno Federal, se construya dicha estatua, informó el diario Basta!.
“Junto con otros cantautores de su tiempo, Chavela Vargas fue una voz que se fusionó con las letras de autores como José Alfredo Jiménez, para sellar con su característica voz y elevar a nivel internacional los sentimientos y la identidad de la cultura mexicana”, señala el documento.
Otro homenaje reciente que recibió la artista fue durante la celebración de su centenario, el pasado el 17 de abril, con el lanzamiento de una producción que recopiló en dos discos 40 de sus canciones, entre las que se encuentran «Macorina», «Nosotros», «Volver», «En el último trago» o «La llorona».
Chavela Vargas viajó por el mundo rompiendo normas y tabúes, revolucionó el panorama artístico de su tiempo y en el ocaso de su vida, se convirtió en una gran influencia sobre importantes artistas de generaciones posteriores. Grabó más de 80 discos durante su carrera como cantante.
Más que por sus canciones y su voz cavernosa, Chavela Vargas es recordada como una mujer que al no tener abuelos que le contaran historias inventó las suyas y las vivió de manera rebelde.
No es casual que Joaquín Sabina la llamara “gata valiente de piel de tigre” en la canción escrita en su honor. Porque si a algo jugó Chavela en sus más de 93 años de vida fue a ser una felina de siete o más vidas, todas diferentes.
«En sus 100 años deberíamos recordarla como una mujer que se inventó a sí misma», aseguró la actriz y senadora Jesusa Rodríguez, una de las amigas imprescindibles de la Vargas, quien la ayudó a salir de una adicción al alcohol a finales del siglo pasado.
Niña “rara” y rechazada
Nació el 17 de abril de 1919 en el recóndito pueblo de San Joaquín de las Flores, en la provincia de Heredia, en Costa Rica. Era una niña rara y rechazada, que había sido condenada a tener una vida insignificante en una finca en medio de la nada y que creció con la certeza de que nadie la quería.
Cada vez que recordaba su infancia, cerraba los ojos, lloraba en silencio y sentía un vacío que la laceraba. La poliomielitis, el rechazo de sus padres y sus hermanos, el cura que le cerró las puertas de la iglesia del pueblo, la niña que hablaba con los animales porque no tenía amigos. Por eso, desde los 11 años supo que tendría que dejar su tierra para siempre. “Me tocó nacer en Costa Rica, pero la vida de verdad la encontraría en México”, escribió en Las verdades de Chavela, su biografía.
Chavela vendió unas gallinas, una vaca y consiguió el dinero suficiente para subirse a un pequeño avión de hélice. Siete horas más tarde, aterrizó en Ciudad de México “con una mano delante y otra detrás”.
Ella decía que había llegado a los 17 años, pero, como pasa con muchos otros pasajes de su vida, no se sabe con exactitud cuándo lo hizo. Cortina asegura que en realidad fue por primera vez al país a los 13 años, pero que no se estableció de forma definitiva hasta los 20.
Fue cocinera, camarera, vendió ropa para niños y condujo los coches de familias de la alta sociedad antes de que despegara su carrera artística. Vivir del canto le tomó 20 años. Su primera oportunidad le llegó después de que su prima le presentó a la amante de un temido coronel, quien la refirió a la oficina de la Lotería Nacional, donde le dieron un programa de radio, el medio de comunicación con mayor alcance en el México de los años cuarenta. La voz de Chavela se hizo conocida y con el tiempo empezaron las primeras presentaciones en pequeños bares de la bohemia mexicana.
Sus inicios fueron turbulentos. Le pusieron un vestido escotado y tacones, pero pasó desapercibida. Le dijeron que nunca viviría del canto, que se diera por vencida. “Me propuse cantar diferente, yo sola, con mi jorongo y mi guitarra”, recordaba. “Canta como te salga del alma”, se repetía, sin importar que la llamaran marimacha por ponerse pantalones en un mundo de machos y vestidos escotados.
Y así nació un estilo inconfundible y desgarrador que la catapultó al éxito y a la fama en los dos lados del Atlántico. Nadie cantaba las rancheras como ella. “Fue una mujer que triunfó sobre los obstáculos de una sociedad machista, las habladurías, la mala leche, y, todavía mejor, triunfa sobre sus demonios y los convierte en canción”, aseguró la cantante mexicana Eugenia León, una de sus herederas.