Breve historia del sexo explícito en las películas

Como probablemente ya habrás escuchado, la nueva película de Gaspar Noé, Amor, tiene varias escenas de sexo reales

Breve historia del sexo explícito en las películas

Autor: Andrea Peña

Como probablemente ya habrás escuchado, la nueva película de Gaspar Noé, Amor, tiene varias escenas de sexo reales. Muchos de los que no se consideran mojigatos en lo más mínimo han calificado la película como pornografía disfrazada de cine de arte. De lo que no se dan cuenta es que aunque el sexo explícito en la pantalla tiende a dar de qué pensar a las audiencias estadounidenses, éste es común en el circuito de festivales —cuyas paradas de mayor prestigio están concentradas, no por casualidad, en Europa—.

Llámenlo sesgo de selección, pero, a mi parecer, un gran número de películas muy reconocidas han utilizado esta técnica gráfica durante los últimos años — Ninfomanía,Starlet, y El desconocido del lago, por nombrar algunas—. La mayor parte de éstas, por supuesto, se han producido en el extranjero y sólo se estrenaron en pocas salas de EU, que no es tan malo como una clasificación C. En todo caso, el estatus de Ninfomanía y ahora de Amor como productos de nicho le ha permitido a sus equipos de marketing jugar con su contenido subversivo a través de carteles provocativos y/o nada apropiados para el trabajo.

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Puede que Amor sea la película más reciente de Noé, pero está muy lejos de la primera. Para que te prepares para la provocación en 3D de Noé —la cual, estoy obligado a informar, no es tan digna de tu dinero que con tanto trabajo te ganas— considera un breve recorrido cinematográfico de las escenas de sexo más transgresoras de la historia.

Un primer ejemplo es Un chant d’amour, una película francesa de 26 minutos de 1950. Destacada por su trama voyerista, esta película de Jean Genet se trata del guardia de una prisión que se excita al ver cómo se masturban los presos y, después de una riña menor con uno de los presos, hace que un prisionero chupe su arma. Esta película se prohibió no sólo por sus escenas explícitas, sino también por sus connotaciones abiertamente homosexuales, que era el aspecto más problemático para muchos. En parte debido a esa controversia es que Genet nunca dirigió de nuevo una película.

Durante las siguientes décadas, varias otras películas europeas le siguieron a ésta: en Dinamarca ( Gift, 1966), Alemania Occidental (Hotel by the Hour, 1970) y Suecia (They Call Us Misfits, 1968). Misfits estuvo a punto de ser censurada hasta que el ministro de educación intervino. Escandinavia tuvo realmente acaparado mercado por un tiempo con muchas de estas películas (sobre todo la serie del Zodiaco de siete partes) que en esencia recibieron un trato normal: reseñas en periódicos nacionales y sólo en algunos casos censura o la prohibición. Jens Jørgen Thorsen, cuya adaptación (1970) de Días tranquilos en Clichy de Henry Miller cumplió con las expectativas del material original al contar con escenas de sexo explícito, casi recibió apoyo oficial del Instituto de Cine Danés para su próximo proyecto hasta que el Papa Pablo VI protestó diciendo que la película tenía contenido blasfemo.

Sin embargo, en este lado del continente nos ha costado trabajo recibir estas películas con los brazos abiertos. Como con muchas otras cosas, tenemos que agradecer a John Waters por traer escenas de una felación no simulada a las pantallas de EU. Pink Flamingos, además de hacer a Divine (la protagonista) un héroe de culto por generaciones, también estuvo prohibida en lugares que por lo general son de mente abierta como Australia, Noruega y Canadá. Cuando se estrenó en Estados Unidos en 1997 para celebrar su 25 aniversario, la Asociación Cinematográfica de Estados Unidos le dio la clasificación C como sello de desaprobación. Aparte de la escena en la que se comen la mierda de perro, no estaban demasiado contentos con un primer plano de una mamada real.

Tal vez la película más respetada por sus escenas de sexo real es El imperio de los sentidos, una película japonesa que sólo se logró producir porque fue reconocida oficialmente como una producción francesa. Nagisa Oshima logró elogios y controversia en más o menos igual medida a lo largo de su carrera, pero en ningún momento más que en ese. La naturaleza explícita de la película le ocasionó problemas con los censores de cine y las pancartas en Estados Unidos, Inglaterra, Canadá, Portugal y su país de origen, entre otros. También cuenta con la distinción de estar en la Colección Criterion , cuyo sitio de internet cuenta con la leyenda: «ADVERTENCIA: ESTA PELÍCULA ES SEXUALMENTE EXPLÍCITA».

No tan bien pensada está Calígula, cuyos excesos permanecen memorables por todas las razones equivocadas. Probablemente la producción más cara de esta lista ($17.5 millones de dólares en 1979), que cuenta con una orgía prolongada, además de muchos otros episodios de sexo real. Al Pacino y William Friedkin entraron en la lista un año después con Cacería. Pacino hace el papel de un policía encubierto que investiga una serie de asesinatos en un clubes gay de Nueva York. La mayor parte de la verdadera acción se lleva a cabo en el fondo, pero no era exactamente difícil de notar. Friedkin hizo un excelente trabajo destruyendo la benevolencia que construyó con Contacto en Francia (con la que ganó un Oscar) y con El Exorcista al dirigir Carga maldita, su película infravalorada desde 1977. Cacería tampoco le hizo ningún favor.

Ninguno de estos directores tomó una decisión tan cuestionable como Vincent Gallo, cuya controvertida película The Brown Bunny culmina con una escena en la que al personaje principal le hace un blow Chloë Sevigny (quien por casualidad es la ex novia de Gallo en la vida real). La película fue un ridículo a partir de su estreno mundial en Cannes en 2003, pues hubo una riña entre Gallo y Roger Ebert, quien consideró que el proyecto del cineasta era la peor película jamás presentada en Cannes. Gallo respondió llamándolo gordo; Ebert respondió parafraseando a Churchill; Gallo maldijo el colon de Ebert; y Ebert afirmó que era más entretenido ver un video de su propia colonoscopia que The Brown Bunny . Punto a Ebert.

No todo el mundo fue tan cruel (e incluso Ebert respondió favorablemente a una versión re-editada y más corta), pero la película no ha dejado de ser definida por esta escena —la cual puede ser el mayor argumento en contra del sexo explícito en las películas—. Puede convertirse en una distracción, una forma de encasillar algo. El verdadero desafío, entonces, puede estar en no dejar que este aspecto por sí solo de forma al legado de una película.

En cuanto a si el sexo explícito realza el cine, es como cualquier otra cosa: depende de la película en sí. Starlet es la mejor entre los ejemplos recientes; la discreta historia de Sean Baker sobre una actriz porno que vive y trabaja en el Valle de San Fernando se benefició de la majestuosa edición de la estrella epónima en el acto. (Al igual que Lars von Trier enNinfomanía, Baker optó por dobles de cuerpo en estas secuencias.) Cuando funciona, se siente incidental a la trama, pero esencial al tono general. Nunca hay un tema de provocación o explotación, lo que quiere decir que: El sexo sirve a la historia, no al director.

 

 

Fuente: Vice


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