La dificultad de cometer suicidio está en esto:
es un acto de ambición que se puede cometer
sólo cuando se haya superado toda ambición.
Cesare Pavese
Calígula de Albert Camus es una obra que habla de dos aspectos de la vida que hoy en día aún nos toman por sorpresa: el poder y la muerte. Como sujetos estamos desamparados ante la idea de ambas cosas que, frecuentemente, se matizan con la idea de una vida digna, y que se mullen bajo el amparo de las instituciones que nos protegen. Vivimos bajo el manto de un Estado que nos conduce por una existencia llena de normas, sin embargo, cualquier determinación respecto del cuerpo es un acto que no tiene que ver con una decisión personal. Imagino el aborto, el suicidio, la estrategia policial de señalar el lugar por el que caminamos.
La Compañía Caminando tomó la difícil tarea de interpretar una obra compleja, dura, distinta, y lo hizo de una manera fantástica.
Todos sabemos de los excesos de los emperadores romanos. No es nada nuevo. Y aunque parezca desmedido a mí no me resultan tan distintos a los excesos de nuestros actuales gobernantes que siempre están a un paso de convertirse en payasos macabros y enormes. Hoy no se hacen llevar en carruajes tirados por mujeres desnudas como Heliogábalo, pero claramente viven llevando a la gente a participar de espectáculos tan vergonzantes como los que se hacían en el Coliseo (me imagino la televisión como un espectáculo de arena y tigres que se comen a los menos influyentes). En la versión de Camus el personaje de Calígula es una muestra representativa de lo que ya sabemos, sin embargo el tono maravilloso de la obra viene desde la imagen del suicidio, ya que muestra el proceso de un emperador que toma la determinación de hacerse matar y con esto no sólo muestra que cualquier ejecución, incluso la propia, era una orden; sino que además reitera que el poder que tenía como emperador era de una hermosa sutileza y de una arrogancia feroz que alguien tenía que ejecutar con otra mano que no fuera la suya para cumplir siempre con la función plástica de su ejercicio.
Como me carga contar las obras voy a pegar a continuación la reseña de prensa:
Tras la muerte de Drusila, su hermana y amante, Calígula sufre un cambio radical: el amable y dócil emperador se transforma, abruptamente, en un verdadero tirano.
Creyéndose más poderoso que los dioses, roba sin necesidad alguna y manda a matar a quien se le antoja. Pero su actitud desata la furia del pueblo: liderados por Quereas, no tardan en organizar un ambicioso plan de venganza que termina con la muerte del emperador. Esa es, en pocas palabras, la trama de Calígula, una de las obras más reconocidas del autor y periodista francés Albert Camus (1913-1960). Según sus propias palabras, “Calígula es la historia de un suicidio superior. Es la historia del más humano y más trágico de los errores. Infiel a los seres humanos debido a la excesiva lealtad a uno mismo, Calígula consiente en morir después de darse cuenta de que no puede salvarse solo y que nadie puede ser libre si es en contra de otros”.
El comentario
Cristián Soto Marabolí interpreta a Calígula. Parto por confesar que cuando supe que él tenía ese rol fui con más ganas a ver la obra, ya que me tocó verlo anteriormente Cara de fuego y, en esa oportunidad, me pareció un actor notable. En el caso de Calígula no sólo reitera mi agradable prejuicio, sino que confirma que es un actor que tiene el magnetismo y la presencia escénica como para lograr que un personaje reluzca por encima de una historia y, con ello, la acentúe. El ejercicio de Soto es de una factura impecable que le da un tono preciso a un personaje tan siniestro, tierno, arrogante, loco, perturbador y triste como el de Calígula. El elenco está compuesto por Ricardo Zavala, quien interpreta a Quereas; Inti Bravo, como Cesonia; Khaled Darwich, como Escipión; Benjamín Cortés, como Helicón; Marisol López, como Mereya y Cristián Gómez, quien es el guardia. Todos realizan papeles muy inteligentemente configurados que, sumados a la gran dirección de Patricio Yovane, hacen que la obra funcione y guste de principio a fin. Ricardo Zavala me pareció notable en el papel de Quereas porque es un personaje muy noble, muy a la antigua y que representa la norma y el honor que hacen que Calígula crezca en su desvarío a la vez que ponen el cable a tierra de una composición general que todo el tiempo juega al blanco y negro como traspaso de un lado al otro del poder y la degradación ocasionada por el poder; por su parte Marisol López me volvió a encantar en su interpretación de Mereya (la había visto hace poco en la obra Vía Recta). Ambos son los puntos altos junto con Soto.
El trabajo de diseño a cargo de Belén Larenas es muy delicado y preciso, bello, y con él le saca brillo a una sala chiquita en la que uno, como espectador, queda casi dentro de la obra. Esto hace que la experiencia sea muy cálida, infinitamente personal. Algo que me llamó profundamente la atención es el juego de blanco y negro, desde un piso de ajedrez hasta la vestimenta de los actores que establece un diálogo a partir de la dualidad de tonos. Calígula aparece todo el tiempo vestido de blanco y los personajes usan ropa de blanco y negro, algunos completamente de negro, con lo que hay un juego de bueno-malo pero en sentido opuesto, es decir, mientras más cercanos a Calígula los personajes tienen más elementos de blanco y viceversa. Esto me pareció algo que difícilmente es casual, y considero que es tremendamente positivo que, en obras de esta complejidad, se utilicen detalles tan finos para comunicar a través de todos los elementos constitutivos de la obra. Un gran acierto el trabajo de Belén por su delicadeza en los detalles y por la inteligencia de su propuesta.
Insisto con que la dirección de Yovane está a la altura de una propuesta compleja y realiza una interpretación muy de acuerdo a nuestro tiempo y nuestra realidad al no quitar los elementos del queer, de la algarabía, de la religión, del abuso y por supuesto de la locura que tienen y tuvieron los que ostentan con desparpajo un puesto por encima del resto.
Y cerrando
Calígula es una excelente obra. Albert Camus es un autor que vale la pena revisitar y renovar. Quizá no es el existencialista preferido por la galería y probablemente no sea tampoco el más influyente, sin embargo tiene un punto de vista que todavía permanece intacto porque aborda las relaciones de poder sin la pretensión moralizante de los historiadores del siglo XX; además trabaja el suicidio como una herramienta posible para un sujeto social que está delimitado (y desilusionado) por la impronta totalitaria de las fuerzas políticas de este y casi de cualquier tiempo.
En esta obra podemos renovar nuestra pretensión por elaborar un juicio respecto del poder absoluto y, viéndola, tenemos a la mano todos los elementos que, desde la exageración tan propia del exceso que provoca ese poder, nos permite comprender que -al igual como antes regalaban vidas de esclavos al beneficio de una fiesta- hoy regalan, por ejemplo, vidas de mapuche al privilegio de poderosos que ni siquiera tienen la elegancia de vestirse de plumas al ritmo de Cher para ser tan bestias como un emperador romano. Con esto digo que la mierda es la misma y no ha cambiado tanto el mundo como para que podamos sentirnos libres o dueños de nuestra vida o de nuestra corporalidad, pues a pesar de que podamos definir instancias en las cuales logramos sentirnos privilegiados e incluso libres todavía tenemos rasgos de esclavitud prendidos a la solapa.
Vayan a ver Calígula, hagan las comparaciones, jueguen a enjuiciar. Es una obra Siete veces recomendada. Fundamental.
Ficha técnica
“CALÍGULA” DE ALBERT CAMUS
ESCUELA DE TEATRO ARCOS
Victoria Subercaseaux 99, Santiago.
Reservas: 569 52532837
FUNCIONES: 30 de mayo al 5 de julio
Horario: 20 Horas.
Entradas: $3.000 general y $2.000 estudiantes y tercera edad
Disponibles en las boleterías de la sala, una hora antes de las funciones.
Autor: Albert Camus
Dirección: Patricio Yovane
Elenco: .
Producción: Compañía Caminando
Diseño integral: Belén Larenas
Música original: Omar Cayún
Ilustraciones: Juan Pablo Corvalán
Prensa: Omar Moya