«Después de varios años de trabajo, Caravaggio pasó de una ciudad a otra sirviendo a varios señores importantes. Es una persona trabajadora, pero a la vez orgullosa, terca y siempre dispuesta a participar en una discusión o a enfrascarse en una pelea, por lo que es difícil llevarse bien con él».
Michelangelo Merisi Da Caravaggio (1571-1610) se ha convertido en uno de los pintores más apreciados en el siglo XXI. A una pintura magistral se une una vida intensa y polémica: fue un genio incomprendido, un loco violento, un hombre atormentado y un triste perseguido. Finalmente, cansado de huir, los últimos años de su vida los pasó buscando un perdón que entonces se le negaba y que ahora, a cuatro siglos de su muerte, parece haber obtenido.
Caravaggio fue el enfant terrible de la pintura italiana barroca. Pocos autores han gritado tan fuerte con los pinceles su propio conflicto personal. Aunque no haya dejado más que una cuarentena de pinturas, cada una de ellas revela una visión muy personal del arte, una lucha interior, un debate entre luz y oscuridad, y un espíritu innovador capaz de mezclar en una misma escena santidad divina y miseria humana.
Sus primeras creaciones son pinturas de género que combinan la figura humana con escenas de bodegón y naturaleza muerta. Constituye un ejemplo emblemático de esta primera etapa creativa El tañedor de laúd, donde un joven de belleza feminoide y sensual comparte protagonismo con frutas, flores y una serie de objetos relacionados con la música. En estas obras, resulta ya evidente el empleo estético de Caravaggio de los juegos de luces y sombras, si bien el claroscuro solo sirve aquí como creador de volúmenes y de profundidad, sin añadir a la acción efectos de dramatismo, como sería habitual en las creaciones posteriores del artista.
La cena de Emaús, una de sus obras maestras, caracterizada por suntuosos tonos oscuros, sombras envolventes y haces de luz clara que inciden en puntos determinados, señala el comienzo del período de madurez del artista, quien se decanta abiertamente por la temática religiosa y trabaja por encargo de los grandes comitentes de la época. Algunas de sus obras son rechazadas por el naturalismo con que aborda los pasajes bíblicos, pero no faltan los mecenas laicos dispuestos a adquirir de buen grado aquellos cuadros que el clero no ve con buenos ojos.
A esta época corresponden las dos grandes realizaciones del artista: los retablos de la capilla Contarelli de San Luigi dei Francesi y de la capilla Ceresi de Santa Maria del Popolo, con La vocación de San Mateo y El martirio de San Mateo el primero, y La crucifixión de San Pedro y La conversión de San Pablo el segundo. Son obras, todas ellas, dominadas por una intensa acción dramática, muy estudiadas desde el punto de vista compositivo y en las que se obtienen resultados espléndidos con una gran economía de medios.
En 1606, Caravaggio mató a un hombre en una reyerta y se vio obligado a huir de Roma, adonde, muy a su pesar, nunca pudo volver. Murió cuatro años después en una playa solitaria, aquejado de malaria. En esta última época, había pintado algunas obras en las que su dramatismo característico dejaba paso a una gran serenidad.