Queremos hablarles hoy de las películas con final feliz. No en el sentido chino de la expresión, sino en el más convencional: aquel que consiste en ver cómo al concluir la narración el orden se restablece, triunfa la justicia, la verdad sale a la luz, la suerte sonríe a los valientes, los malhechores reciben lo suyo y cómo con tenacidad, esperanza y ganas de luchar uno puede superar cualquier obstáculo y caminar con paso firme por este valle de las sombras.
El aceite de la vida
Ahora que la última parte de la saga Mad Max acaba de ser estrenada en los cines, resulta curioso recordar que su director, George Miller, es también el autor de filmes diametralmente opuestos como Babe, el cerdito valiente o este otro lleno de sensibilidad en torno al matrimonio formado por Augusto y Michaela Odone y su admirable tenacidad y sacrificio por sacar adelante a un hijo afectado por una enfermedad rara.
La vida de Pi
«El género humano no puede soportar un exceso de realidad», decía el poeta T. S. Eliot y las neurociencias parecen darle la razón con sus hallazgos sobre los sesgos cognitivos que nos hacen creernos más listos, guapos, buenos y justos que la escoria zombi que nos rodea y que solo vale para echarle la culpa de nuestros problemas. Esta historia va de eso, de las ficciones que necesitamos contarnos a nosotros mismos para hacernos la vida más llevadera, de que a veces el autoengaño no es tan malo si la alternativa es la desolación y la locura. Una película estéticamente deslumbrante y con un mensaje que da que pensar.
Belinda
En una comunidad rural una joven lleva una vida solitaria entre el menosprecio de quienes la rodean, pues dan por supuesto que sufre algún tipo de retraso mental y no parece valer más que cualquier animal de la granja en la que vive. En realidad es sordomuda y cuando el nuevo médico de la localidad la descubre comienza a enseñarle el lenguaje de signos, rescatando así su humanidad. Una película no muy recordada hoy en día pero que merece la pena recuperar. Algún lector especialmente observador quizá encuentre familiar el rostro de la protagonista. Se trata de Jane Wyman, que ganó merecidamente un Óscar por este papel, fue la primera esposa de Ronald Reagan y muchos años después sería la intrigante protagonista de Falcon Crest.
127 horas
A veces en la vida nos aferramos a cosas que nos impiden seguir adelante y hay que saber dejar atrás, por mucho que nos cueste desprendernos de ellas. En este caso es un brazo. Es lo que realmente le sucedió al montañista Aron Ralston, quien más adelante escribió este episodio tan traumático en un libro de gran éxito internacional que tuvo aquí su adaptación al cine.
Mi pie izquierdo
Si al anterior le faltaba un brazo, a este lo único que no le sobraba era un pie, porque tenía el resto del cuerpo paralizado. Además nació y creció en una familia de clase obrera de Dublín de comienzos del siglo XX que no pudo proporcionarle una educación escolar. No parecía haber sitio para él en el mundo y aun así siguió adelante, luchó con una voluntad de hierro y se convirtió en un pintor y poeta de renombre. Fue ni más ni menos que la vida de Christy Brown y la interpretación que hizo de él Daniel Day-Lewis le llevó a ganar un Óscar.
Qué bello es vivir
Somos irreemplazables y nuestras vidas importan, más de lo que a menudo creemos. Eso es lo que la obra maestra de Capra nos cuenta. En un momento de debilidad el protagonista decide quitarse de en medio y un ángel le muestra cómo sería el mundo si él nunca hubiera existido. Mucho peor, claro. La depresión, la desesperación a la que algún problema puede llevarnos, limita tanto el campo de visión que nos impide darnos cuenta de que no estamos solos, que hay gente a la que importamos y que siempre se puede pedir ayuda. A él se le aparece un ángel de la guarda para decírselo y a nosotros esta película cada Navidad.
Forrest Gump
Estos días de campaña electoral nos hacen más conscientes que nunca de que ser tonto perdido no es ni mucho menos un obstáculo para llegar lejos en la vida. Así que aunque estemos ante una obra de ficción, el trasfondo de Forrest Gump es estrictamente realista. ¡Cómo no sentirse imbuido de un desbordante optimismo al verla! Descartado el talento como elemento de selección, solo es cuestión de esperar el golpe de suerte con el que llegará nuestra oportunidad.
Cinderella Man
La historia real del boxeador James Walter Braddock ya la narramos en este artículo y cuenta con todos los ingredientes imaginables: un boxeador ya retirado y con problemas de salud se ve obligado a regresar al cuadrilátero durante la Gran Depresión para poder alimentar a su familia. Un deporte como el boxeo ofrece al cine como ningún otro recursos para plasmar en imágenes la épica, el sacrificio y el heroísmo. El director de esta cinta, Ron Howard, supo aprovecharlos.
La teoría del todo
Interpretar a alguien tan conocido por el público y tan definido por sus limitaciones físicas era muy complicado porque bastaba salirse unos milímetros del camino para caer en la caricatura. Eddie Redmayne supo hacerlo tan bien que se llevó un Óscar y el director por su parte optó por el único enfoque que tiene sentido para una dramatización de un par de horas, que es el de centrarse en el aspecto personal e íntimo del científico y no en sus logros teóricos (que total no los íbamos a entender). Así que lo que tenemos es una recreación muy sentida de alguien inicialmente abrumado por las dificultades que se le vienen encima por su creciente parálisis, pero que no tarda en aceptarlas y seguir adelante.
Sueños de libertad
La cárcel no podía ser un entorno menos propicio para nuestro protagonista, pero a pesar de ello consigue adaptarse y encontrar la manera de sacar partido de sus habilidades. Durante los casi veinte años que acaba pasando ahí dentro ni los golpes del destino, ni los abusos de sus carceleros, ni las humillaciones de algunos de sus compañeros logran doblegar su esperanza y al final acaba saliéndose con la suya.
Las invasiones bárbaras
Un profesor universitario aquejado de un cáncer terminal reúne a sus familiares y amigos para pasar juntos sus últimos momentos. Una trama así bien es cierto que no da para una comedia de Leslie Nielsen, pero a pesar de todo no resulta deprimente ni oscura. Es, tal vez, el mejor final que cabe imaginar para uno mismo. Una versión laica de la buena muerte medieval en la que el protagonista está en su lecho de muerte, rodeado de seres queridos y con la conciencia en paz al dejarlo todo arreglado antes de partir, habiendo recordado por última vez los buenos momentos vividos.
Despertares
El neurólogo Oliver Sacks tiene varios libros fascinantes en torno a los casos más singulares que ha tratado y fue el segundo de ellos, publicado hace ya más de cuarenta años, el que dio lugar a esta adaptación con Robert de Niro y Robin Williams. Su experimentación con un nuevo fármaco permitió devolver la conciencia y la movilidad durante un tiempo a varios pacientes que habían sido poco más que vegetales, duró poco pero mereció la pena.
El lado bueno de las cosas
Tras varios meses ingresado en un centro psiquiátrico, el protagonista regresa a casa de sus padres y en ese barrio conocerá a una chica igual de trastornada que él. La pareja protagonista tiene una química excepcional (ambos fueron nominados al Óscar y ella lo ganó), que es sin duda lo mejor de una película acerca de cómo de las malas experiencias también puede extraerse algo positivo.
Orígenes
Mike Cahill, quédense con ese nombre porque está llamado a hacer grandes cosas. Su debut fue con Another Earth, una película de ciencia ficción con una premisa muy original —se descubre un planeta idéntico al nuestro que está aproximándose— y su siguiente film es este otro, también del género pero aún más ambicioso, en el que se lanza a audaces especulaciones filosóficas y religiosas. Ideal para verla si te estás muriendo.
Alfred Hitchcock presenta: Angustia
Joseph Cotten interpreta a un desalmado hombre de negocios que, tras sufrir un aparatoso accidente de tráfico, se queda completamente paralizado dentro del coche pero aún consciente. Todos los que pasan a su lado lo dan por muerto ante sus inútiles intentos de comunicarse y ya no contamos más que solo dura veintiséis minutos. No es una película, vale, pero es un episodio (el 1×07) sencillamente extraordinario que una vez visto ya no se olvida y no podíamos dejarlo fuera.
Mad Max: Fury Road
Atención, que aquí vienen ENORMES SPOILERS. Allá va.
Empezábamos con George Miller y terminamos con él. No contento con haber filmado la que posiblemente sea la película de acción más grandiosa de los últimos años, nos transmite un mensaje de esperanza. Los inframundos más oscuros y siniestros de internet han calificado el filme como «propaganda feminista y socialista»… y, bueno, algo hay. Cuando la sociedad colapsa, el poder cae en manos de varios grupos de machos alfa que lo articulan en torno a la ley del mercado llevada a su extremo: el agua, la energía, las armas y hasta las personas son bienes y propiedades en sus manos. Un grupo de mujeres no con el protagonismo sino la compañía de Max Rockatansky acaban con todo esto y lo primero que hacen es socializar los recursos naturales. Un mensaje sencillo para llevar a las criaturas al cine y comprendan de qué va esto de hacer el bien.