Desde que se inauguró, ha dado que hablar. Para muchos, un oasis ante la monotonía del carrete valdiviano. Para otros, un antro de gente extraña y oscura. Sin embargo, El Ciudadano constató que, sin prejuicios, es un atractivo espacio para la diversidad y la buena música.
Entrar a la VB es como conocer a Daniela, su dueña. Un lugar agradable y alternativo. Ella es la administradora, la barwoman y la cajera. Una muchacha atractiva de cabellos rojos. Multifacética. Diversa. Como su local.
Cuando se ingresa a la disco, cuyos colores emblemáticos son el rojo y el negro, lo primero que uno ve, aparte de la pantalla que tapiza la pared del fondo, es una heterogénea fauna de personajes que no suelen encontrarse en el resto de los pubs valdivianos. La misma Daniela define su negocio, que funciona de octubre del 2005, como un sitio que recogió a todo ese público que sentía que no tenía un espacio. También a los asiduos a las fiestas “ambient” y a las ya legendarias “Translapación” y “Zirrockosis”.
El nombre viene de una antigua y conocida calle francesa atiborrada de cafés y puntos de conversación y debate. “Muchos pensaban que era una sucursal de la Blondie santiaguina”, recuerda Daniela. Aunque la onda no es tan distinta, la Via Blondes tiene su sello propio.
Oscar es el DJ. Concentrado entre los discos y su mesa de mezclas, trabaja toda las noches desde que el local se inauguró: “Los días hábiles funcionamos como pub; los viernes y sábados como discoteque”.
La música es muy variada en VB. En la semana, los mismos asistentes la programan. Los viernes, el rey es el Brit Pop y la ochentera; el dark, la electrónica y a veces, un poco de rock. La edad del público oscila entre los 18 y 25 años. Los sábados asiste gente más adulta y se toca Dance y Retro. También se llevan a cabo “Especiales Kitsch”, de Rafaella Carrá, Locomía, Marta Sánchez, Camilo Sesto, etc. Pero lo más importante: nada de pachangas, reggaetón, cumbias, ni nada que implique estar “a la moda”.
La garzona, una chica rubia a la que no le gusta figurar y que por ello no quiso darnos su nombre, señala que “la mayoría de lo que se toca es anglo, aunque también música chilena como Lucybell o Saiko.” Oscar, el DJ, nos entrega más datos: The Cure, Siouxsie and the Banshees, Morrisey, Blur, Fat Boy Slim, Pet Shop Boys, Bjork, Devo, Suede y un largo etcétera.
Si la palabra diversidad se repite mientras usted lee este artículo, es porque, definitivamente, la Via Blondes es un territorio donde se le encuentra.
Daniel es de los que se sienta en la barra, comparte con amistades en las mesas e incluso baila solo en la pista, “me gusta este lugar por el hecho de que siento que nadie te mirará raro por lo que eres o haces. Cada uno disfruta su espacio, compartiendo, lógico, pero sin invadir el del otro”.
Como Daniel señala, nadie le apunta con el dedo por danzar solo, ya que es una práctica común en la disco. Asimismo, varios asistentes bailan con personas de su mismo sexo.
Esta misma libertad le ha ocasionado al local una estigmatización que asusta a muchas mentes pequeñas. Según Daniela, “mucha gente le llama el Bar Gay, pero no es así. De partida no hay show en vivo de transformistas, la música es otra. Y acá viene todo tipo de gente, hétero y homosexuales”.
Sin embargo, es innegable que hay un segmento alto del público que es gay o lesbiana. “Para mí, comenta Daniela, simplemente es un local ‘amigable’, porque nadie te hace rollo por nada. Valdivia no es una ciudad que acepte mucho la diversidad”.
“Si vienen gays o no, pienso que no es tema; me gusta el lugar por que cada cual vive su metro cuadrado. Puedes ver gente atinando y nadie te güevea” dice Javier, quien disfruta un trago junto a su pareja, Brian. Este último remata: “Alternativo pero piola, sin caer en la chabacanería”.
Daniela profundiza: “lo importante es no opinar sin conocer. El resto son prejuicios. Cuando estábamos pegando los autoadhesivos negros que cubren las ventanas del local, por ejemplo, todo el mundo pensaba que esto iba a ser un café con piernas”.
Via Blondes tiene una variada carta de tragos, también cervezas. Pero la onda es ir a bailar, sin rollos, ni estigmas. Como nos dice Oscar, antes de sumergirse en sus discos: “que la gente venga sin prejuicios, acá todo el mundo será bien recibido”.
Jorge Q