Las impresoras 3D son una nueva generación de máquinas que pueden hacer objetos de todo tipo. Por su portabilidad y su relativamente bajo costo, están remplazando rápidamente la producción de fábrica tradicional. Esto significa que, con el tiempo, esta tecnología será un importante agente de cambio ligado al empoderamiento de los individuos, que ya no dependerán de la distribución de suministros para crear objetos y su entorno dependerá de su propia creatividad.
Sus usos incluyen a arquitectos o ingenieros creando prototipos; científicos experimentando con células; diseñadores construyendo juguetes, joyas, autos, armas; personas habilidosas creando artículos para su casa, bikinis, instrumentos de música… En fin, casi todo lo que podamos imaginar se puede construir mediante estas máquinas. ¿Pero cómo funcionan?
El diseño de los objetos viene de un software llamado Computer Aided Design (CAD); un programa accesible que te permite diseñar cualquier cosa y verla en tercera dimensión. Utilizando este software, un diseñador puede crear la representación de un objeto (o muchos objetos, si lo que esta imprimiendo requiere varios componentes), el cual después es dividido en capas dentro del mismo software que va creando las “rebanadas” que la impresora usa para construir el objeto. Un artículo reciente publicado en el diario británico definió el proceso como “hornear un pedazo de pan en reversa”, y esta analogía es perfectamente útil. La impresora imprime un objeto en rebanadas extremadamente delgadas y luego las coloca en capas y las va fundiendo unas con otras.