Si todas las reseñas o críticas teatrales sobre títeres, las hiciera otro títere, la historia sería diferente. Yo, Hirsuto Pantoja, títere de nacimiento, me veo en la obligación de abandonar por un momento la crítica de obras de humanos, para dedicarme por esta vez, a analizar a mis iguales.
Además, había leído como quien no quiere la cosa, por ahí, que esos muñecos revoltosos estaban adaptando una obra de mi viejo amigo Willy, entonces decidí embarcarme en esta aventura y por si fuera poco recibí una cordial invitación para ver la puesta en escena, no hacía falta nada más que el destino que siempre se encarga de poner todas las cosas en orden. Tomé el teléfono:
-¿Aló Mariana? ¿Te acuerdas de este “simpático animal”?
-¿Hirsuto, dónde estás?
Pensé rápidamente y calculé que solo estaba a 0.000003805 millonésimos de segundos monstruo de la obra, algo cercano a unos pocos minutos en nuestro tiempo normal y envalentonado partí. Estos revoltosos de la televisión no iban a desprestigiar a mi amado Willy, no señor, eso no pasará este día, me dije a mí mismo.
Llegué al Teatro Oriente y creo que mis cálculos si bien no eran exactos, solo me impedirían ver los primeros 0,000001902 millonésimos de segundos (unos cinco minutos en tiempo monstruo) de “Romeo y Julieta”, la adaptación de Juan Carlos Bodoque, sí, ese archiconocido periodista vicioso, secundado por unos tales Peirano y Díaz.
Todos decían haber visto y disfrutado de la obra y por cierto a mí también me había picado el bichito de la curiosidad. Tengo que decirlo, no muchos títeres dirigen en la actualidad. Además, no me podía explicar cómo un conejo apostador y vicioso podía tener tanto éxito. Sentado ahí, en medio de los niños que llevan a los papás a ver la obra o de los papás que llevan a los niños a verla, me dije “qué importa”, veamos qué es lo que han estado haciendo con el clásico de la literatura medieval isabelina, Romeo y Julieta, que como los mismo títeres comentan “está mal traducida del inglés antiguo al español antiguo”. Qué horror.
Al comenzar la obra, dejé atrás toda clase de funestos presagios y pude ver las penurias del “director, actor y productor” Juan Carlos Bodoque, habrase visto tanta insolencia, tratando de salvar el pellejo, tirando suspicacias al azar para intentar no ser engullido por un monstruo. Un Pedro Urdemales cualquiera me dije y me dio un poco de lástima debo confesar, el ver tanto talento despilfarrado en esas orejas rojas, pero comencé a recordar las críticas literarias de Álvaro Díaz en Plan Z y entonces entendí todo ¿Cómo olvidar a ese tal Chakespeare que Díaz reveló como plagiador de la obra de teatro también llamada Romeo y Julieta. Gato encerrado me dije y juro que sentí olor a sangre.
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Pero a pesar de nuestras diferencias, principalmente sobre el estilo de vida de Bodoque, es mi deber contar que es uno de los pocos personajes respetables que van quedando en la profesión, algo de honor tiene ese conejo, vale decirlo, pero después pensé que quizás este dramaturgo actor y productor podría hacer justicia con ese otro tal Chakespeare, pero, si estaban confabulados para destruir la obra de amor inmortal de mi amigo Willy lo pagarían.
Sin embargo cuando vi a mi amigo personal Tulio Triviño cautivando a todo el público con su portentosa figura supe que el equipo de 31 minutos, el noticiero más amado por todos los niños, estaba en el camino correcto.
Qué decir de Guachimingo, cuánto desplante en su voz, si hasta me equivoqué y pensé que las dos canciones por las que peleaban los Montesco contra los Capuleto eran la misma y después pensé lo contrario. Eso no pasa todos los días, que quede claro.
La escenografía simplemente maravillosa, pareciera que fuese mentira que Bodoque haya dispuesto de sólo un minuto monstruo para recrear los lujosos palacios de una ciudad de renombrada arquitectura. Nada que decir de las coreografías, tanto así que incluso puedo jurar haber visto a un títere mandándose solo, sí, sin nadie que lo maneje y haciéndolo bien. Vaya osadía, pero si una irreverencia es buena hay que celebrarla.
Los vestuarios, de colección, ese traje de Spiderman que Tulio luce en la fiesta, o el traje de zanahoria de su rival justo con el color naranja que se lleva en esta temporada. No paraba de pensar de dónde ese conejo había sacado tanta plata para costear eso, pero me contentaba de que estuviera triunfando por sobre los plagiadores, a los que ya me referí líneas más arriba, de tan bonita historia de amor, porque con el amor no se juega.
Los demás actores descollantes, cómo no llorar (de la risa) con la muerte de Sopapibaldo, o cómo no sentirse estúpidamente identificado con esa cancioncita de Romeo en la que habla que se puede enamorar de cualquier cosa, pero no voy a hablarles de mi sentimentalidad, faltaría más, sino que podría haber partido diciendo que es increíble que en un país como Chile un puñado, o dos, o tres de personas hagan más por la obra de Shakespeare que todo el Ministerio de Educación en su conjunto, debería haber partido hablando acerca de la simpleza con la que le traspasan contenidos culturales a los niños en medio de las canciones y los saltos de los muñecos, pero ese es otro tema por el que les estaré eternamente agradecido.
Mario Hugo como Romeo es impecable, algo tiene ese muchacho y no me sorprendería que con el tiempo cambie el micrófono por las bambalinas. Patana podría haber sido más punki en su rol de Julieta para dejar contentos a los que piden igualdad de género, pero así es Patana, un acierto claramente del casting, eran otros tiempos y punto.
No les diré más porque no quiero arruinar la sorpresa, ojalá sigan presentando esta obra para deleite de los que amamos el teatro, la crítica y la crítica de la crítica. Dirán que la obra estaba en el Teatro Oriente, donde solo algunos pueden llegar, lo que de ninguna manera es cierto, pues esta obra ha circulado de forma gratuita por algunas de las municipalidades más pobres de la capital y regiones.
Para finalizar solo diré que ese joven periodista Bodoque parece tocado por una estrella, su vida licenciosa tarde o temprano lo mirará frente a frente, y lo seguirá acompañando. Mas no vamos a hablar de eso, que no me corresponde, pero si puedo decir algo, es que se hizo justicia con Willy. Sentí que el mundo aún era poblado por hidalgos justicieros, que les harán pensar dos veces al cardumen seboso de bellacos plagiadores, antes de profanar con mamotretos ilegibles una tierna historia de amor que triunfa en la muerte, así como la presente puesta en escena que hace triunfar la vida y lo maravilloso de las risas en las bocas de los pequeños.
Hirsuto Pantoja, crítico de títeres.