Por Wladimyr Valdivia Westphal.
Con una trayectoria relativamente corta como actor secundario en diversas películas independientes y con una creciente carrera como director y guionista, Lawrence Michael Levine (‘Wild Canaries’) presenta su tercera película, una comedia negra difícil de categorizar y que sorprende por su narrativa no lineal y su original forma de plantear su relato.
Allison (Aubrey Plaza) es una joven cineasta que pasa por una crisis creativa, por lo que decide ir a una casa rural de alojamiento para encontrar su inspiración. En el lugar, convive con sus dueños, Blair (Sarah Gadon) y Gabe (Christopher Abbott), una pareja que comienza a ver amenazada su relación y a reflejar sus diferencias.
La cinta propone dos versiones de un texto escrito por la propia Allison, en la que los protagonistas de ambas historias son ella junto a sus dos nuevos conocidos, interpretando distintos personajes. Con esto, Levine le exige al espectador conexión absoluta con el desarrollo de la cinta y sus detalles. A través de ella, propone una profunda reflexión acerca de las relaciones y la construcción de las mismas, en un momento histórico generacional donde elementos como la independencia, la sociedad patriarcal, la comprensión del matrimonio y el rol de géneros, cumplen un papel fundamental.
A su vez, la cinta consigue un fiel retrato sobre el proceso creativo de una obra, en este caso, una película, desde su origen en papel hasta la siempre complicada puesta en escena, un trabajo multidisciplinario que exige compromiso, talento y profesionalismo. Para ello, el director se hace acompañar de tres de los mejores actores de la generación, encabezados por Aubrey Plaza, quien ya demostró todo su repertorio actoral en ‘Legion’ y que ahora desborda un papel de intensidad absoluta, demostrando por qué es una de las actrices del momento. Junto a ella, Sarah Gadon (‘Alias Grace’) y Christopher Abbott (‘The Sinner’) completan un reparto sólido y emocionalmente comprometidos.
Desarrollada casi de manera íntegra al interior de una cabaña, y con una cámara preocupada siempre de la expresión de sus personajes, la cinta demanda nuestra atención para este desafiante juego de roles, en un ejercicio de metaficción donde se da cita el drama, el humor negro y las crisis existenciales, todo a partir de la tentación y el deseo que propone el tercero en una relación gastada; y por otra parte, una crítica importante al mundo de la creación cinematográfica y sus creadores, muchos de ellos presos de libertades que traspasan los límites y las normas, que se ahogan en su ego y se emborrachan de poder.
‘Black Bear’ es una historia sobre la fragilidad, con personajes tóxicos en una falsa armonía quebrada por los celos y la inseguridad, de gran ritmo y contada en capítulos de un libro que deconstruye a la sociedad, las relaciones y al mundo del cine con insólita precisión.