Crítica de cine | ‘El Conjuro 3: El diablo me obligó a hacerlo’ (2021), amores y brujerías

Por Wladimyr Valdivia Westphal

Crítica de cine | ‘El Conjuro 3: El diablo me obligó a hacerlo’ (2021), amores y brujerías

Autor: Carlos Montes

Por Wladimyr Valdivia Westphal.

Tras siete entregas de la franquicia iniciada por James Wan en 2013 sobre los investigadores paranormales Ed y Lorraine Warren, llega la octava cinta y la tercera parte de la saga de “El Conjuro”, secuela directa de ‘El Conjuro 2: El Caso Enfield’ (2016). Esta vez, dirigida por Michael Chaves, quien ya había formado parte de la saga dirigiendo la película canónica ‘La Maldición de la Llorona’ (2019).

Inspirada en uno de los casos más recordados de la pareja Warren ocurrido en los años 80, un nuevo caso paranormal pone a Lorraine (Vera Farmiga) y a su esposo Ed (Patrick Wilson), esta vez, frente a Arne Cheyne Johnson (Ruairi O’Connor) un joven que es acusado de asesinato, tras haber sido víctima de una posesión demoníaca, en lo que sería el primer caso judicial en la historia de los EE.UU. donde la defensa utilizó el argumento de la posesión para intentar absolver al acusado.

El director, tras hacer su práctica en el género del terror con ‘La Maldición de la Llorona’, esta vez, a diferencia de las cintas anteriores, cuenta con la brujería stregheriana y los cultos satánicos como uno de sus argumentos principales, toda vez que mantiene su particular estética y los elementos comunes del cine de posesiones, para dar juego y curso a una historia mucho más compleja narrativamente que las anteriores y, por lo mismo, cediendo en el terreno del horror visual, las sorpresas y esa colección de imágenes icónicas que la saga nos había sabido dejar, en un artilugio algo retórico que no todos podrán recibir con buenos ojos.

Esta vez, David Johnson y James Wan, a cargo de la historia y el guión, nos conducen por un plano algo más terrenal, con la presencia de una idea que, si bien, nos permite ver a los Warren en una versión más investigativa que exorcizadora, casi al borde del misterio policíaco, termina por quitarle total horror y ambiente a la narración, privilegiando así la tensión por sobre el miedo y fortaleciendo aún más la relación amorosa entre Ed y Lorraine, con el amor como arma para enfrentarse a este nuevo caso.

El trabajo nuevamente de Vera Famiga y de Patrick Wilson sobresale, principalmente el de esta última, siendo mucho más protagonista y cargando con el peso dramático más fuerte de la película.

Estamos frente a la cinta más débil de esta trilogía principalmente porque la historia no es capaz de hacernos sentir parte del universo cinematográfico de los Warren; porque vuelve a poner a Ed en riesgo vital, en una fórmula reciclada de las dos cintas anteriores; porque las escenas de exorcismos, que le dan vida y horror a la saga, funcionan esta vez como ingredientes escasos de un drama carcelario y oscurantista; porque no supieron aprovechar el honor de contar con alguien como John Noble (‘Fringe’) en el reparto; porque sin la fotografía de John R. Leonetti de la primera cinta, el valor de producción pierde completamente una de sus principales fortalezas; y porque finalmente quienes disfrutamos con la angustia y el escalofrío que provocaba ‘El Conjuro’ (2013) y luego, en menor medida, ‘El Conjuro 2’ (2016), ahora simplemente obtuvimos una cinta efectista, algo confusa, y escasamente terrorífica.


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