Por Wladimyr Valdivia Westphal.
Basado en la novela homónima de Donald Roy Pollock de 2011, el realizador norteamericano de raíces brasileñas Antonio Campos (‘Afterschool’, ‘The Sinner’) dirige ‘The Devil All the Time’, uno de los más recientes estrenos de streaming en Latinoamérica. Ambientado en un pueblo en Ohio en las décadas 50 y 60, un ex militar de la II Guerra Mundial (Bill Skarsgard) educa a su hijo Arvin a punta de violencia, fe y oraciones. Años más tarde y tras una serie de pérdidas, el legado de su padre desata en él (Tom Holland) la desobediencia religiosa, viéndose inmerso en una espiral de venganza contra quienes cree que lo merecen.
Con un reparto coral, Campos construye un relato basado en el crimen y el drama religioso, con historias cruzadas cuyos protagonistas se entrelazan en diversos puntos de la cinta, armando una película sórdida, a ratos incómoda, donde prevale la violencia y los personajes que poco tienen que perder, de valores retorcidos que luego Dios sabrá perdonar: un fanático religioso, un sacerdote inmoral, una pareja de asesinos seriales, un policía local corrupto, y Arvin, la conexión de todas las subtramas.
Mia Wasikowska, Robert Pattinson, Jason Clarke, Sebastian Stan, Riley Keough, Mia Goth y Haley Bennett, junto a Holland y Skarsgard, conforman un elenco de lujo, con interpretaciones inmejorables, en donde cada uno desborda sus momentos en la cinta. Probablemente el mejor trabajo de Holland a la fecha. La ambientación, su fotografía y la banda sonora son sus otros puntos fuertes. Filmada en 35 milímetros, la imagen granulada ofrece una leve saturación que nos hace respirar la hostilidad de un pueblo desolado, abandonado por la compasión divina y azotado por las desgracias; el desamparo que acompaña a cada uno de sus personajes, buscando la redención en cada uno de sus actos, está brillantemente alcanzado gracias a la propuesta integral del uso de la cámara, el montaje y el tratamiento de los tiempos. Los sonidos de Danny Bensi y Saunder Jurriaans acompañan con acierto cada una de las escenas, con angustiantes partituras de violines y cuerdas rurales.
Sin embargo, el estilo narrativo y el fundamento de la causa/consecuencia son las piedras de tope de este excelente trabajo audiovisual. La cinta está acompañada todo el tiempo de una voz en off, a cargo del propio autor de la novela de origen, Roy Pollock, que muchas veces anticipa los hechos, quitando todo el dramatismo que las imágenes nos puedan entregar, volviendo previsible el relato. Además, el excesivo uso de elipsis, todos de diversas dimensiones, atenta contra el desarrollo de las acciones cuando la linealidad temporal a veces exige otro modo de resolución. Todo esto redunda y se suma a una escalada de violencia y depravación que no siempre ofrece explicación, que no es capaz de justificarse: ¿es la degradación natural de seres sumidos en la apatía, es esa búsqueda constante por alcanzar la Gloria y la Salvación que los pueda llevar a cometer actos insospechados, o simplemente a un estado postguerra de un pueblo norteamericano agreste más?
Brillantemente ejecutada, pero medianamente bien contada, ‘El diablo a todas horas’ es una cinta que podría meterse entre lo mejor del año, si no fuera por ese arco narrativo que genera preguntas sin respuestas, que, desde el título, nos aclara que el diablo está presente todo el tiempo, pero que nunca se esfuerza en decirnos dónde, cuándo y por qué.