Por Wladimyr Valdivia Westphal.
Uno de los documentalistas más prolíficos de la escena chilena, Sebastián Moreno (‘La Ciudad de los Fotógrafos’, ‘Habeas Corpus’), junto a la guionista y realizadora Claudia Barril, presenta su más reciente trabajo, ‘El Instante Eterno’, cinta que sigue la vida y obra de Sergio Larraín, uno de los fotógrafos más importantes en la historia de Chile, quien alcanzó reconocimiento mundial por su trabajo y cuya biografía estuvo marcada por su particular estilo de vida.
Hijo de un reconocido arquitecto nacional y parte de una familia acomodada y de sólida formación cristiana, desde niño Sergio Larraín mostró intereses distintos y luchó por ser reconocido por su exigente padre. Así, llegó a convertirse en 1959 en el primer (y único) chileno en formar parte de la destacada Agencia Magnum en París, y su talento para la fotografía es, hasta el día de hoy, reconocido en el mundo; sin embargo, su potente mundo interior lo llevó a abandonar tempranamente su trabajo, a alejarse de la sociedad y pasar sus últimos años de vida en Tulahuén, en un autoexilio de trascendencia y meditación.
A través de un completo registro de las mejores fotografías de Larraín, testimonios de sus familiares, amigos y colegas más cercanos, y entrevistas a destacados personajes del mundo de la fotografía como Enrico Mochi de Magnum y Agnes Sire, Directora de la Fundación Henry Cartier Bresson; Moreno realiza un extenso recorrido tanto de la vida laboral como personal de Larraín, con imágenes y documentación inédita sobre un hombre que vivió como sintió, que desarrolló un estilo autoral muy sugerente, una persona que, a través de su trabajo, retrataba su propia soledad y se enfrentaba a sus propios demonios, en pugna con su identidad, intentando dar respuesta a inquietudes que cargaba desde muy joven, cuyo sentido de la realidad lo movía a cuestionarse tanto su destino como el de un mundo del que sentía completamente postergado.
De personalidad terco y obstinado, pero con un talento sin medida tras el lente de su cámara, rompió paradigmas técnicos en una época de poca vanguardia, pasó de recorrer el mundo fotografiando mafiosos de Sicilia, casamientos en Irán, ganadores de Premios Nóbeles y burdeles en Valparaíso, a reclutarse en un grupo espiritual para encontrar su luz interior, se acercó a la meditación oriental, a las drogas, la poesía, la escritura y la enseñanza. Así, Larraín vivió en una constante búsqueda de la transformación, tanto personal como del entorno en el que se desenvolvía. De esta manera, el trabajo de Moreno y Barril destaca por la objetividad del relato, un muy interesante montaje y la evidente búsqueda exhaustiva de la desconocida historia de los claros y oscuros de un hombre en torno al cual los mitos superan a las precisiones, de un hombre que convirtió la fotografía en una disciplina espiritual.
Hoy, las fotografías de Sergio Larraín se encuentran archivadas como parte del patrimonio de la Agencia Magnum en París, son exhibidas en el Museo de Arte Moderno de Nueva York y en el Castillo de Agua Laganne en Toulouse, su nombre siempre aparece en cada rincón del mundo cuando se habla de grandes referentes para la fotografía moderna, sin embargo, “Keko”, como lo llamaban sus seres queridos, partió el 2012, lejos del éxito y los millones que cargaba su apellido, viviendo en un estado de conciencia superior y bajo su particular declaración de principios: “La fotografía no sirve para nada”.