Crítica de cine: ‘El Príncipe’, la violencia y la dependencia

Cuando un acto reflejo de sobrevivencia se entrelaza con horror y de manera caótica con la agresión de un abuso, la humillación y la miseria humana

Crítica de cine: ‘El Príncipe’, la violencia y la dependencia

Autor: Carlos Montes
  • Cuando un acto reflejo de sobrevivencia se entrelaza con horror y de manera caótica con la agresión de un abuso, la humillación y la miseria humana.

Por Wladimyr Valdivia Westphal.

Como una de las quince cintas chilenas que están siendo estrenadas de manera online este año con el apoyo del Consejo del Arte y la Industria Audiovisual, ‘El Príncipe’ llega tras exitosos pasos por el Festival de San Sebastián, de Valdivia, y ganar el Premio Queer Lion en Venecia el año recién pasado.

Coproducción chileno argentina, basada en la novela de Mario Muñoz (1972) y dirigida por Sebastián Muñoz Costa del Río, reconocido director de arte de una veintena de cintas nacionales, que ahora presenta su ópera prima, ambientada en Santiago de 1970, donde Jaime (Juan Carlos Maldonado), un joven introvertido aunque impetuoso, cae a la cárcel tras un horrible crimen, en donde conoce de cerca la vida penitenciaria, el dolor y la violencia.

Con compleja naturalidad, la cinta es capaz de retratar la adaptación y crecimiento de Jaime, un condenado primerizo, al interior de la cárcel y, con ello, experimentar el terror del aislamiento, convivir con la soledad y enfrentar su homosexualidad reprimida, en un período de la historia de Chile donde la diversidad sexual estaba socialmente prohibida. Es “El Potro” (Alfredo Castro) quien asume la protección de Jaime y lo convierte en su hijo, en su amigo, en su amante; personaje muy bien definido que propone una visión de la masculinidad en donde el más fuerte es también quien más sufre, donde la pasión, la sexualidad y el erotismo responden a un acto reflejo de sobrevivencia que se entrelaza de manera caótica con la agresión de un abuso, la humillación y la miseria humana.

Es este tacto del director y su equipo el gran mérito detrás de la película, capaces de construir un relato donde prevalece la violencia y escenas de desnudos y sexo explícito, sin perder la sensibilidad de una historia cruda que apunta a la dependencia de seres humanos cuando la libertad no es opción y la vida se juega día a día.

Escasamente abordados en el cine chileno, los dramas carcelarios exigen un especial trabajo de diseño de producción, y en eso, la experiencia del director es evidente, dotando de personalidad cada una de sus imágenes, con un espeso tratamiento del color y su fotografía, que otorgan estética y belleza a escenas que transmiten hedor, hacinamiento, violencia y hostilidad.

Si bien la cinta se desarrolla durante los últimos años previos a la dictadura, la utilización de algunos guiños políticos no aportan nada al arco argumental de la cinta. Además, el relato en off en algunos fragmentos es uno de sus puntos más débiles, resultando innecesario, pretendiendo forzar cierta poética a la narrativa, cayendo en la sobre teatralidad cuando la historia se sostiene precisamente en su apego con la realidad y las excelentes actuaciones de su reparto principal. Acá, además de Maldonado y Castro, destaca el reconocido actor argentino Gastón Pauls (‘Nueve Reinas’), que interpreta al  “Che Pibe”, uno de los presos y enemigo natural de “El Potro” al interior de la cárcel.

“Ansiedad de tenerte en mis brazos musitando palabras de amor… Ansiedad de tener tus encantos y en la boca volverte a besar”, suena con Los Ángeles Negros en gran parte de la cinta, como la declaración de principios de hombres sin destino, que tienen, con torpe ternura, el recuerdo de una vida de libertad.


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