Por Wladimyr Valdivia Westphal.
Laura (Rashida Jones), escritora, madre de dos niñas y felizmente casada, sospecha que su marido le es infiel. Para ello, le pide a su padre Felix (Bill Murray), un hombre vividor y amante de las mujeres, que la ayude a descubrir la verdad.
Con producción de esa casa de éxitos llamada A24, Sofia Coppola vuelve a dirigir tras tres años (‘The Beguiled’), siempre en el plano del drama romántico, haciéndose acompañar una vez más del inagotable Bill Murray, con una historia que, visual y narrativamente, nos acerca mucho al cine de Woody Allen, donde abundan las gotas de comedia que complementan con sutileza el relato y, por sobre todo, los diálogos inteligentes que reflexionan sobre las relaciones, la seguridad y el comportamiento humano.
Felix es seductor por esencia, tiene chofer, un trabajo ocasional pero lucrativo, y una larga historia que le permite saber mucho sobre el amor; tiene una particular mirada respecto al rol del hombre y el de la mujer, puede ser machista y posesivo, pero finalmente es quien orienta a Laura, quien a pesar de no conciliar con sus términos, se deja llevar por la aparente experiencia de su padre. Coppola expone, en una visión
que, como mujer, es capaz de desarrollar con soltura y propiedad, las
inseguridades de una mujer que se siente atrapada en la monotonía de su rol de madre y que, por temor al fin de su relación, prefiere vivir en la incertidumbre, en el hartazgo de la incomunicación. La directora explora este momento en la vida de Laura con un guion que se cuece lento, revelando poco a poco los fantasmas del pasado, tanto de ella como de su padre.
Con las calles de Nueva York como escenario principal, entre elegantes restaurantes y noches acompasadas de jazz y música clásica, es inevitable no ver en Laura y Felix a Charlotte y Bob, esa pareja perdida en Tokio de “Lost in Translation” (2003), la obra cumbre de Coppola. Aunque sin esa conexión mágica, es la relación padre-hija la piedra angular de la cinta, que devela que nadie es dueño de la verdad cuando se trata de afectos y mandatos del corazón, abordando nuevamente la soledad y la falta de comunicación con mucha sensibilidad.
Es Bill Murray el principal atractivo de la cinta, quien funciona como conductor de las emociones, en un personaje muy similar al de Bob (“Lost in Translation”) en su comicidad inexpresiva, su carácter y parsimonia, como un tipo de buen corazón y lleno de sabiduría, ahora como el subconsciente de una correcta Rashida Jones (‘Parks and Recreation’), que es quien conecta con el espectador a través de la empatía que nos genera su eventual condición de víctima.
Sofia Coppola dirige con sobriedad y escribe con una notable capacidad en los detalles, sosteniendo nuevamente un relato intimista, que pone el foco en el desarrollo de la historia por sobre su final, y en la psicología de sus personajes, revelando la madurez de una directora consagrada como una de las mejores contadoras de historias del planeta Hollywood.