Por Wladimyr Valdivia Westphal.
En uno de los años más complicados que le ha tocado vivir al cine chileno como lo fue el 2020, donde escasas películas pudieron ver la luz y esas pocas tuvieron que sacrificar sus estrenos en pantalla grande, una de las más atribuladas fue ‘Piola’, ópera prima del realizador Luis Alejandro Pérez. La cinta tuvo su estreno en Chile en SANFIC y, luego, un exitoso paso por los festivales de Mar del Plata y de Málaga. Este mes, es uno de los estrenos en la plataforma de Netflix.
Martín (Max Salgado) y Charly (René Miranda) viven en Quilicura, son amigos, compañeros de curso y juntos conforman un grupo musical de hip-hop, con el que hacen sus primeras armas. Martín no se siente cómodo con sus padres, quienes tienen problemas económicos y deben abandonar su casa. Charly trabaja en una comida rápida para darle dinero a su hijo, a quien ve poco y nunca. Sol (Ignacia Uribe), de mejor pasar económico, vive con su madre (Paula Zúñiga), pololea con un tatuador mayor que ella y acaba de perder a su perra Canela, que se arrancó de casa por culpa de su madre. Tras una noche de fiesta, Martín inesperadamente se encuentra un arma cargada.
‘Piola’ es una película coral de historias cruzadas sobre tres testimonios de vida, contada en seis capítulos y que tiene en el rap y la cultura callejera su punto en común. El director –también guionista- construye su cinta a partir de la cotidianeidad de tres jóvenes chilenos de la periferia de Santiago que comienzan a asumir responsabilidades; a comprender que la vida está llena de obstáculos que, en mayor o menor medida, afectan tanto a ellos como a su entorno; a enfrentar variables que los sacan de sus permeables zonas de confort.
El relato nos introduce en la marginalidad de una parte de la sociedad que tiene poco que perder y que convive con disfunciones familiares, con problemas económicos, una delincuencia latente en cada esquina nocturna, pero muchos sueños por cumplir; en este caso es “De la Urbe”, el grupo de hip hop de Martín, Charly y Tomás (Javier Castillo). En este escenario, un arma desencadena el sentido común de los protagonistas, esa ventana hacia la realidad que funciona como cable sensorial, que le devuelve el valor a lo importante, que les recuerda la injusticia de un sistema que los está dejando de lado.
La cinta, conseguida a pulso y sin ningún tipo de financiamiento estatal, sorprende primero por la naturalidad de sus imágenes, haciéndonos parte de cada lugar con una cámara inmersa constantemente en los rostros de sus personajes, convirtiéndolos en personas, traspasando las emociones con honestidad, donde el director traza perfiles psicológicos con la maestría de un experimentado. El resto lo consigue un excelente arco narrativo que se deconstruye para luego volverse a conectar, y el trío de actores y actriz protagónicos, quienes nos devuelven la esperanza como una nueva generación de intérpretes que no conocen la escuela de la sobreactuación: Tanto Max Salgado (‘Edificio Corona’) como Ignacia Uribe (‘Mala Junta’) y René Miranda (‘Volantín Cortao’) consiguen retratar sus personajes con absoluta facilidad, sin caricaturizar la marginalidad ni los estereotipos de esa rebeldía intrínseca, haciéndonos empatizar rápidamente con sus historias de vida y, principalmente, con sus disímiles formas de entender el mundo y sus niveles de libertad.
‘Piola’ es capaz de alcanzar gran profundidad sin necesidad de recurrir a artilugios visuales, empleando recursos como el amor adolescente, las drogas o la delincuencia no como tópicos efectistas, sino como piezas que componen el relato, dándole vida, ritmo y sentido a una historia que deja demasiadas conclusiones. Una nueva joya del cine chileno y un director a tener muy en cuenta. Hoy en Netflix.